Capítulo 28

129 17 0
                                    


Mimi tosió una vez más. No sabía en donde estaba, ni siquiera era capaz de abrir los ojos del todo, pero su vista estaba nublada y no veía absolutamente nada. Le dolía la garganta de tanto toser pero el ambiente estaba lleno de humo, y no de un humo cualquiera, conocía bien ese olor proveniente de la marihuana.

—Esta mierda solo dura entre dos o tres horas —habló Roi mientras soltaba el humo por sus fosas nasales—. Tú estás hasta arriba, rubia, no creo que puedas darle una calada, aunque sería gracioso verte intentándolo.

—No... Aleja esa mierda.

—Ah, es verdad, a ti te volviera adicta al hachís cuando tenías veinte añitos, ¿eh? —burló con diversión, como si recordar sus mierdas pasadas los fuera a unir en el presente—. Es cinco a diez veces más poderoso que esto, con un contenido de THC más alto que la marihuana. Menuda drogada eras, guapa, me gustabas más en aquel entonces. Ahora sólo buscas hacer lo correcto, ¿hace cuanto que no te metías nada? Porque estás que das asco, te ha afectado una barbaridad, podría atreverme a decir que más de un par de años, ¿me equivoco?

—Lo dejé un año después de tu muerte. Al principio lo necesitaba porque era lo único que me mantenía despierta, entre la culpa y las ganas de haber sido yo la muerta, estaba bailando en el limbo de la muerte. Pero entonces dije que ya era suficiente, que no me merecía morir por un hombre. Y así estaba... Limpia, sana. No volví a consumir desde aquel entonces y que bien me sentía conmigo misma.

—No mereces morir por un hombre —volvió a decir él, esta vez usando el presente—. Por eso estás aquí conmigo y no con él, rubia. Porque si hubieras seguido a su lado ibas a terminar mal.

—¿Entonces ya todo se ha terminado...?

Él soltó una risita mientras le acariciaba el pelo. Se iba a acabar esa misma noche porque ya había enviado a dos de sus hombres a matar a Ricky, con él fuera ya sólo quedaría Claudia, que para su mala suerte se encontraba con alguien más y no iba a arriesgarse a matarla esa noche. Ella podría esperar a mañana, con un poco de suerte no se quedaría a dormir en casa de Joel y podrían acabar también con ella.
Así, una vez que todos estuvieran fuera, Mimi estaría completa y absolutamente sola y solo podría encontrar su lugar con él.

—Siempre hemos sido nosotros dos, ¿eh? —susurró mirándola, tan indefensa, tan vulnerable—. No importa la cantidad de tíos con los que estuviste mientras yo no estaba aquí, ahora volvemos a ser los de antes y nada ni nadie podrá cambiar esto. Podríamos haberlo hecho así desde un principio, pero quisiste sacarme las uñas y pelear, pues toma guerra, ¿de que te ha servido todo esto? Solo has dejado a familia rotas y a personas que te importaban sin vida.

—Yo no empecé con esto, no trates de echarme a mi la culpa.

—Claro que empezaste tú, Mimi, piensa un poquito —chasqueó su lengua contra su paladar—. Me abandonaste, me diste por muerto y después no quisiste saber nada de mi, te rogué lo suficiente para que todo volviera a ser como antes y tú dijiste que no porque ahora eras una persona nueva. Tenías una banda, motivo principal por el que no querías volver, ahora ya no la tienes. Tenías a alguien ahí, no vamos a llamarlo novio porque los dos sabemos que no lo ha sido nunca, ahora tampoco está. ¿Qué mas te queda? Nada. Estás sola, volviéndote una adicta a substancias fuertes y dañinas, sin una banda, sin ese príncipe azul que viste de cuero. Me tienes a mi, como siempre, que te puedo dar drogas y todo lo que tu cuerpo necesite.

Ella se quejó mientras meneaba la cabeza, obligándolo a quitarle la mano del pelo. Le dolía todo, sentía sus oídos pitar y era lo más desagradable del mundo. Estaba, pero sentía que no.

—¿Cómo sabes...?

—¿Lo de tu ruptura? Fácil. No has dejado de lloriquear mientras intentabas recobrar la consciencia. Debe de ser cierto eso de que los drogados dicen la verdad —se levantó solo por ir a buscar aquello que quería—. Bienvenida al mundo de la adicción de nuevo, Mimi.

Volvió a quejarse cuando sintió la jeringa clavarse en su piel y vaciar el líquido que contenía. Así. Directo a vena. Causándole de todo los primeros minutos.

Su cuerpo sudaba mientras balbuceaba pequeñas cosas sin sentido, la coherencia no era algo que necesitase mientras trataba de mantenerse despierta, no quería ni imaginarse lo que pasaría si se dormía.

—El chute debería de alborotarte. No finjas, Mimi, quiero que te levantes en este puto momento y actúes como la mujer a la que estabas jugando ser, ¿o que pasa? ¿Eso de ser una chica fuerte solo era cuando todos estaban a tu alrededor?

—La calle me daba fuerza, supongo —murmuró por lo bajo mientras intentaba levantarse. Se sentía ridícula. Se había puesto hasta las cejas hace años atrás, ¿por qué ahora resultaba todo mucho más difícil e incluso doloroso?

Finalmente logró mantenerse de pie, pudo mirarlo a los ojos durante segundos, aunque estos le ardiesen.

—Llevas la suficiente droga en el cuerpo como para poder sacarte a la calle sabiendo que no harás ninguna tontería. Te llevaré de paseo, a ver qué opina tu muñequito al verte en este estado.

—No, siendo así prefiero quedarme en dondequiera que esté.

—¿Te importa más lo que pueda opinar él que tu estado? —la miró de arriba a abajo ante de agarrarla—. Estás acabada, Mimi.

Calle Donde viven las historias. Descúbrelo ahora