Capítulo 20

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—Es la primera vez que salimos después de lo de Mónica —murmuró la rubia mirando a sus compañeros—. Si hay alguien que todavía no está preparado...

—No. Tenemos que vivir por los que están vivos —expresó Ricky—. Si alguien se quiere echar atrás que lo haga, pero ya basta de cobardías, vosotras fuisteis las primeras en decirme como se era de calle.

—No compares...

—Si, Ricky, no compares —burló Roi uniéndose al grupo—. ¿Por qué no les cuentas cuáles son las diferencias?

—¿Las diferencias entre y vivir en la calle? —Mimi cuestionó casi con ironía—. Roi, déjate de gilipolleces, no le hagas recordar una época tan difícil para él...

—No, deja que os lo cuente —siseó con rabia—. Así os hacéis todos una idea, Mimi, así comparáis la vida de mierda que tuve.

—Ricky...

—¿Sabes la diferencia entre ser de calle y vivir en la calle? Tú dominas la calle, a mi me dominan los de la calle. ¿Sabes cómo he estado malgastando mi vida aquí? Dejándome patear por todos los imbéciles que por aquí pasaban, muriendo de frío por el invierno, siendo agredido por la policía en verano porque no me dejaban dormir ahí en el puto callejón. ¿Sabes como me ganaba la vida? ¿Quieres saberlo? Comía la mierda que tiraban los demás, la comida sobrante que los niños malcriados no querían, lo que los finolis apartaban, lo que a los demás les sobraba. ¿Cómo ganaba dinero? Ahí viene la parte que te hará vomitar, o al menos a mi; venía un puto niño pijo que por humillarme me pagaba veinte pavos a cambio de que le chupase la polla. ¿Y yo? Yo estaba tan jodidamente necesitado de dinero que lo hacía. ¿Y sabes para que lo usaba? No, no era para comer, era para colocarme hasta olvidar mi puto nombre. Era un vagabundo, un yonqui de mierda. ¿Un maricón? Quizá también lo sea, ya puestos a ver si tengo el paquete completo.

La calle se quedó en silencio, las chicas lo miraban con pena y eso era lo que él menos quería. Quería darles un zasca, no pena.

¿Querían realidad? Pues ahí la tenían. Él ya había sufrido demasiado y no le apetecía seguir haciéndolo, quería vivir mientras estaba vivo, ¿y si solo le quedaba esa noche? Pues tendría que disfrutar de esta al máximo, como si no hubiera un mañana.

Vivir con miedo estaba sobrevalorado.

—Las carreras van a empezar, ¿alguna de vosotras correrá? —Joel llegó y pasó uno de sus brazos por los hombros de Claudia—. ¿No te apetece hacerlo, nena? Podemos correr juntos.

—Dejad de intentar copiar nuestra historia de amor —se burló Christopher acercándose a Mimi—. El que no conoce a Dios a cualquier santo le reza.

—¿Historia de amor? —cuestionó la rubia con burla—. Guapo, te di una patada en los huevos el día que nos conocimos.

—Fuiste muy sexy, ya es la segunda vez que te lo digo...

Richard fingió una falsa tos para llamar su atención y recordarles que no estaban solos allí, puesto que había más personas atendiendo a su conversación un tanto privado, o al menos una de la que tampoco querían saber los detalles.

—Burbuja amorosa explotada —sonrió Laura—. En lo que estábamos, ¿vas a correr o no?

—Si lo haces no te dejes ganar.

—¿Crees yo me dejaría ganar?

—Bueno, en una batalla de dos te veo capaz.

—Apuesto por Joel.

—Apuesto por Claudia.

Por un pequeño instante sus vidas volvieron a ser las mismas, tuvieron esa adrenalina que hacía tanto no encontraban con nada, sintieron la calle como nunca antes. Tuvieron esa vuelta a lo grande, ¿pero que quedaba después de todo eso?

Calma.

Silencio.

¿Y a quien le gustaba la calma cuando estaba acostumbrado al descontrol?

¿A quien le gustaba el silencio cuando era fan del ruido?

No se sentían en su mundo, les faltaba todo y no sabían como volver a sentirlo.

—¿Que es esto? —gruñó la rubia, sabiéndolo de sobra, pero Roi le respondió con una sonrisa burlona—. No voy a fumar.

—No sería la primera vez, Mimi, deja de rechazar hierba de la buena.

—¿Acaso no entiendes que no es no?

—¿Y tú no entiendes que puedo defenderme sola? —bufó ella nada más escucharlo, ni siquiera quería alzar la mirada y hacer contacto visual—. Piérdete, Christopher.

—Mimi...

—Sé que lo haces por bien, pero puedo sola y quiero que así sea, entiéndelo.

—Discusión de parejita, que felicidad.

—¡Piérdete tú también!

Alzó las manos fingiendo inocencia y le guiñó un ojo antes de apartarse de su campo de visión, Christopher hizo un ademán de irse pero Mimi se lo impidió agarrándolo por la chaqueta de cuero que llevaba puesta y acercándolo a su boca, tenía todas las pintas de chico malo que la ponían a mil, ¿como iba a negarle su boca a alguien así?

—No sabía que fumaras hierbas...

—Lo dejé hace bastante —admitió—. No te metas en ese mundo, nunca acaba bien.

—Tú estás bien...

—Ahora —señaló—, pero puedo tener una recaída que me puede costar la vida. Nunca se está bien del todo después de las drogas, Chris, hazme caso. No te dejes llevar por la tentación no empieces con el "solo una calada". Prométemelo.

—Te lo prometo.

—Con eso ya me dejas mucho más tranquila —admitió.

—Puedes prometerme a mí lo mismo...

—Puedo... Pero con la vida que llevo también puedo tener una fuerte recaída y no ser capaz de salir de ella nunca más. Exon no está. Monica tampoco está. ¿Y si la siguiente que no está soy yo?

—No digas gilipolleces... Sé que dijiste que podías defenderte tú sola, pero voy a ponerme siempre delante de ti por si acaso.

Mimi sonrió. ¿Que mas iba a hacer?

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