Capítulo 10

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Mimi nunca había deseado que se parara el tiempo hasta en ese entonces. No quería que el pasado regresase y de alguna forma u otra era casi imposible que no lo hiciese.

Rodrigo Merino estaba vivo y venía para quedarse en el lugar que le pertenecía.

La noche había llegado, era momento de salir a la calle y, por primera vez, la rubia tenía sentimientos encontrados.

Era esa sensación extraña, diferente, que nace en el fondo del estómago y después se expande por todo el cuerpo. Las ganas de arrojar todo a su alrededor, de romperlo todo, llorar con fuerza, gritar con rabia, descargar todo lo que se lleva dentro.

—¿Te encuentras bien?— preguntó Mónica al verla llegar, con solo verla se notaba que algo no estaba del todo bien.

—No, ya os contaré más tarde, ahora es el momento de la calle.— evitó el tema subiéndose a su moto—. ¿Quién correrá hoy?

—Richard Camacho.— respondió la misma mientras se mordisqueaba el labio inferior, sus compañeras la regresaron a mirar de forma divertida haciendo que Mimi frunciera el ceño.

—¿Hay algo de lo que no me he enterado?— inquirió—. Ya podéis escupir.

—Se acostaron.— la voz de Laura se hizo presente, la rubia la miró pensando que se trataba de una broma pero ninguna se atrevió a reír.

—¡Sois la hostia! Me reclamáis a mi por sacar a uno de la cárcel con la excusa de que es de la banda callejera rival y resulta que ahora os acostáis con ellos.

—No nos metas a todas en el mismo grupo.— dijo Claudia a la defensiva—. Yo todavía no hice nada.

—Ya, pero las ganas que le tienes a Joel hablan por sí solas.— la molestó Saydi.

—Es increíble la cantidad de cosas que han pasado en tan solo un día...— murmuró Mimi rodeando los ojos—. Lo que hagáis o dejéis de hacer con vuestra vida a mi me la trae sin cuidado, lo único que quiero es que seáis conscientes de lo que hacéis... Sois jóvenes, disfrutad de la vida aunque eso implique follaros a los de la banda callejera rival, pasadlo bien y no pongáis pegas... De ese tipo de cosas no es necesario arrepentirse.

—¿De que hay que arrepentirse, entonces?— preguntó Claudia cruzándose de brazos.

La rubia se quedó callada, no le llegaría la noche si empezaba a enumerar todas las cosas de las que ella se arrepentía pero que le era más fácil fingir que no le importaban.

—No tengo una respuesta en concreto para eso, la sensación de arrepentimiento es única e inconfundible, cuando la sientas lo sabrás.

Aunque les hubiera gustado seguir con la conversación no lo hicieron, y más si tenemos en cuenta que la llegada de CNCO fue por todo lo alto y logró captar su atención. Sonreían de forma socarrona, algo que todos los hombres allí presentes envidiaban y las mujeres adoraban.

—¡Oh, joder!— jadeó sorprendida Mónica al ver la cantidad de dinero que apostaron todos por Richard—. Voy a correr solo para que todos esos imbéciles pierdan su asqueroso dinero.

—¿Crees que puedes ganarle?— preguntó Saydi con una sonrisa burlona.

—Si Mimi pudo ganarle a Christopher, ¿quien te dice a ti que yo no puedo ganarle a Richard?— respondió en su mismo tono de voz.

—¡Esa es la actitud!— chilló Laura alzando sus dos brazos en el aire—. Demuéstrale que las Spice Girls mandan, nena.

Porque si, el nombre de la banda era Lola Índigo pero entre ellas se llamaban las Spice Girls. Si, como ese grupo de chicas de los ochenta que cantaba puros temazos.

Se dieron un abrazo grupal y le desearon toda la suerte del mundo en la carrera, sabían que Mónica era increíblemente buena en la moto pero que Richard no se quedaba atrás.

—¿Hay posibilidades de que gane?— le preguntó Claudia a la líder de su grupo, quien simplemente se encogió de hombros y no quiso dar ninguna palabra al respecto.

—Estaremos en la meta esperándola, ¿vienes?— cuestionó ahora Saydi.

—Dadme unos minutos, en seguida me reúno con vosotras.— murmuró con la mirada fija en una persona en concreto, esperó a que ellas se retiraran para poder acercarse. Lo agarró del brazo y le obligó a moverse, la expresión de este era de total diversión.

—Esto es muy Romeo y Julieta, tenemos que hablar a escondidas porque somos rivales.— murmuró con burla cuando se encontraron lo suficientemente lejos—. Mimi, no veo la necesidad de escondernos.

—Necesito hablar de todo con alguien y aunque parezca mentira creo que ese alguien eres tú.— dijo llevándose las manos al cabello—. Dijiste que no me presionarías y no lo has hecho, aún así me veo en la necesidad de contarte todo...

La expresión del joven cambió por completo, sabía que no estaba bromeando y con solo recordar lo que había sucedido en la cena se le ponían los vellos de punta.

Acarició la mejilla derecha de Mimi con una de sus manos y la miró a los ojos, a esos que lo atormentaban desde la primera noche que los había visto directamente.

—Vaya, vaya... ¿Pero qué tenemos aquí?— una risa seca se escapó de sus labios–. Jurabas amarme eternamente, que ningún hombre jamás se compararía a mi, que sería el único en tu vida... Resucito y lo primero que ven mis ojos es a ti con un niñito de la banda contraria, ¿tan bajo has caído, Mimi?

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