D I E Z

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Historia
Sábado 23 de Octubre, 1971
— ¿Simplemente nunca te enseñaron?
Remus se encogió de hombros, cansado y frustrado. Había pasado una semana desde la clase de
vuelo, y Sirius lo había atrapado por sí solo de nuevo. Había estado sentado bastante feliz en su cama,
viendo una de las revistas de Quidditch de James - le gustaban las imágenes movibles, aunque aún no
entendía del todo las reglas, y era la cosa más cercana a la tele que tenían en Hogwarts.
—Me enseñaron. —respondió, pasando la página, esperando que Sirius entendiera el mensaje y se
largara. No lo hizo. Remus cerró la revista — Me enseñaron. —repitió — Simplemente no aprendí
correctamente. Cuando veo las palabras, no creo que vea lo que todos los demás ven. No tiene ningún
sentido; todas las letras se la pasan saltando por todos lados y cambiando. Los profesores dijeron que
simplemente era un torpe.
Nadie había hecho mucho alboroto por sus problemas con el trabajo escolar en St. Edmund’s.
Apenas tenían deberes, ya que nadie los hacía de todos modos. Muchos de los chicos tenían problemas; o
no los podían hacer o no les enseñaban. No era como si alguien esperara mucho de todos modos.
— ¿Pero cómo lo has estado haciendo? —Sirius no pensaba parar. Era como un perro con un
hueso.
— ¿¡Hacer qué!?
—Bueno… ¡todo! Todo tu trabajo, aquí, en Hogwarts.
Remus lo miró como si él fuera el estúpido.
—Sirius, no lo he estado haciendo. En caso de que no lo hayas notado, estoy castigado todas las
noches.
—Bueno, sí, obviamente. —Sirius sacudió una mano — Pero el otro día, en Pociones, te vi. No
tomaste ningún apunte, ni siquiera miraste el libro, o la pizarra, y aún así preparaste todos los ingredientes
para la cura de forúnculos perfectamente. ¡Slughorn te dio cinco puntos!
Remus se sintió a sí mismo sonrojar ante el recuerdo. No estaba acostumbrado a recibir elogios de
los profesores.
—Oh, eso fue fácil —sacudió la cabeza — Sluggy nos había dicho como hacerla la clase anterior,
simplemente lo recordé. —Joder, debes tener una memoria brillante, entonces.
Remus se encogió de hombros. Supuso que eso era cierto. Sus profesores en St. Edmund’s habían
remarcado más de una vez que conocía muchísimas palabras para alguien tan tonto.
Sirius miraba fijamente hacia el espacio vacío ahora, pensando profundo en sus pensamientos,
Remus prácticamente podía ser los engranes trabajando en su mente. A veces Sirius era un libro cerrado.
Otras veces era tan fácil leerlo que casi resultaba gracioso.
—Si pudieras leer, serías tan bueno como yo y James. Mejor, probablemente.
Remus bufó.
—Tan modesto, Black.
—Bueno, ¡Lo serías! —Sirius se perdió el sarcasmo completamente, aún viéndose pensativo —
Tus movimientos con la varita son mucho más naturales, y si tu memoria es tan buena como dices… —
mordió su labio — Apuesto a que hay un hechizo para ello.
Remus se rio.
— ¿Me vas a curar con un hechizo?
— ¿Por qué no?
Remus ya había pensado en ello; por supuesto que lo había hecho. Pero estaba más consciente de
las limitaciones de la magia que nadie. Después de todo, tenía cicatrices que no se curarían y una pesadilla
mensual que nadie podía prevenir.
—La magia no puede arreglar cosas como esa. —respondió sin rodeos — ¿Por qué si no James
usa gafas?
—Creo que hay hechizos para la vista. —dijo Sirius — Quizás simplemente no valen el esfuerzo,
o son muy peligrosos, o complicados o algo.
—No es solo la lectura —Remus contrarrestó — mi escritura también es basura; soy muy lento y
normalmente me sale todo desordenado.
—Definitivamente hay hechizos para eso. —dijo Sirius, confiado — Puedes embrujar tu pluma,
he visto a mi padre hacerlo en documentos oficiales. Su escritura a mano es realmente áspera,
normalmente.
Remus estaba perdido. Sirius claramente no se iba a rendir. Se mordió el labio.
— ¿Por qué te interesa tanto, de todos modos? — ¡Eres mi compañero Merodeador! No podemos tenerte castigado todos los días, ¿qué tal si los
Slytherin atacan de vuelta? Necesitamos su mente malvada para bromas. —sus ojos brillaron — Hablando
de, ¿Supongo que no has hecho tus deberes de historia aún?
—Nope.
—Ok entonces, comencemos. —Sirius bajó de un salto de la cama y comenzó a buscar entre sus
cosas del baúl.
—No. No harás mis deberes por mí. —protestó Remus, levantándose él mismo, doblando los
brazos.
—Muy de acuerdo que no, joder. —respondió Sirius, sacando un pesado libro. Era Historia de la
Magia, Remus reconocía la forma y tamaño. —Simplemente me apetecía refrescar mi memoria, es todo.
Así que, me voy a sentar aquí y leer en voz alta, porque eso me ayuda a estudiar... y si resulta que tú
retienes algo de ello en ese enorme cerebro tuyo, entonces no hay mucho que pueda hacer al respecto.
Remus resopló.
— ¿No tienes nada mejor que hacer? ¿Dónde está James, de todos modos?
—Mirando la práctica del equipo de Quidditch. —Sirius se instaló en su cama, abriendo el libro
— Estima que entrará en el equipo el próximo año, así que intenta pillar algunos consejos. Peter lo ha
seguido, obviamente. Ahora, estate callado por favor, estoy intentando trabajar. —aclaró su garganta —
Una historia de la magia, por Bathilda Bagshot. Capítulo uno, el Antiguo Egipto; los derechos y rituales
de Imhotep…
Y así siguió. Y siguió, y siguió. Remus se mantuvo parado por un tiempo, intentando decidir si
marcharse de la habitación y azotar la puerta o no. Pero se encontró con que realmente no estaba enojado -
era difícil mantenerse enojado con Sirius, sin importar qué tan fastidioso era. Así que Remus se sentó, y
escuchó. Resultó ser que la historia no era tan aburrida después de todo, no cuando entendías lo básico.
Además, Sirius era considerablemente más animado que el Profesor Binns.
Su voz era clara y firme, nunca tropezando con las palabras o frases más complicadas, como si
hubiese leído el libro cien veces. Remus una vez lo había escuchado decir a James que hablaba Latín y
Griego fluido, la familia Black aparentemente se enorgullecía de ese tipo de cosas.
Continuó, capítulo tras capítulo, desde los sangrientos encantamientos de resurrección egipcios
hasta los crípticos oráculos griegos, a mágicas sacerdotisas mesopotámicas. El mundo antiguo se abrió en
mente de Remus, y se encontró a sí mismo recostado en su cama, los brazos detrás de su cabeza con los
ojos cerrados, dejando que Sirius lo guiara a través del tiempo.
Eventualmente, la voz del otro chico se encontraba casi ronca, mientras hablaba casi en un
susurro. La tarde había cerrado a su alrededor, y la sala común era bañada en un dorado resplandor
anaranjado mientras se ponía el sol. A mitad del “Capítulo cinco; Tiberius y los avances de la batalla
mágica romana”, Sirius dejó escapar una leve tos, y bajó el libro.
—No creo poder estudiar más por hoy. —graznó. Los ojos de Remus se abrieron de golpe. Se sentó, parpadeando.
—Está bien —dijo, en voz baja —. Es hora de cenar ya, muero de hambre.
Ambos se levantaron, se estiraron y bajaron por las escaleras.
James y Peter los esperaban en la mesa de Gryffindor en sus asientos habituales.
— ¿Cómo estuvo la práctica? —preguntó Sirius, luego de vaciar un cáliz de jugo de calabaza. Su
voz casi había vuelto a la normalidad, sonando solo ligeramente forzada.
—Excellente. —respondió James, animadamente, arponeando una salchicha al final de su tenedor
y usándola para recoger un poco de puré de patatas — ¿Cómo puede ser que no viniste?
—Deberes. —respondió Sirius, sirviendo salsa sobre su propia comida.
Cuando terminaron la cena, James los entretuvo con un reporte de la práctica de Quidditch con
puntos y comas, listando cada jugador en el equipo, sus fortalezas y defectos, sus técnicas y lo que podrían
hacer para mejorarlas. Peter se interponía ocasionalmente con sus propias opiniones, las cuales apenas
diferían de las de James.
El postre fue galleta con dulce de caramelo, el cual no le gustaba a James ni a Sirius. Remus
pensaba que estaban locos, y tomó sus disgustos como evidencia de su esnobismo. Se hubiese comido los
suyos también, pero Peter llegó primero, zampándose la porción.
—Tengo algunos dulces —el chico más pequeño ofreció, metiendo la mano en los bolsillos de su
túnica y sacando una abultada bolsa marrón — Mamá los envío, sírvanse.
— ¡Gracias Pete! —Hincaron el diente, masticando felizmente entre meigas fritas, ranas de
chocolate y caramelos gigantes que cambia-sabor. Remus se sirvió unos cuantos también, hasta que se
sintió verdaderamente nauseabundo.
— ¿Qué deberes estabas haciendo? —preguntó James, rascándose la barbilla, distraídamente —
Pensé que habíamos terminado todo para esta semana.
—Seh, um, estaba algo atrasado en Historia. Tenía que volver a revisar algo. —Sirius se estaba
rascando también, cerca de la clavícula.
Verlos hizo que Remus comenzara a sentir picazón. Sintió cosquillas en la parte posterior de su
mano como si un pequeño insecto se arrastrara sobre él. De pronto pensó en el polvo picapica y miró hacia
abajo.
Casi gritó. Crecía pelo oscuro y denso en la parte de atrás de su mano; a un ritmo alarmante. ¡Se
estaba transformando! No estaban nada cerca de la luna llena ¿Cómo podía estar pasando esto? Se levantó
tan repentinamente que casi se cae hacia atrás. Tenía que salir de ahí, ¡Rápido!
— ¿Qué pasa, Lupin? —James lo miró fijamente, sobresaltado.
Remus lo miró de vuelta, luego a Sirius. A ambos les estaba creciendo pelo también - oscuros
rizos brotaban de sus rostros, sus manos y brazos - cada trozo de piel expuesta. Abrió la boca, quedándose
sin palabras. Pasó la lengua por sus dientes, no estaban creciendo.
—Oh por mil demonios… —dijo James, mirando hacia abajo a sí mismo, luego a los otros dos
chicos — ¿¡Qué está sucediendo!?
—Peter. —gruñó Sirius, su cara ahora casi cubierta en pelo — ¿Estás seguro que tu mamá envió
esos dulces?
Peter, que no había comido ningún dulce aún, los miró a ambos, y se puso rojo, balbuceando.
—Bueno, quiero decir… pensé que eran de ella… llegaron esta mañana…
— ¡Pete! —rugió James. La gente los miraba, ahora, dándose la vuelta y codeándose entre sí.
Pronto, el comedor entero susurraba y señalaba a los tres increíblemente peludos chicos en la mesa de
Gryffindor.
Bastante gente se reía, también, pero desde luego nadie se reía más fuerte que Severus Snape,
desde los bancos de Slytherin.
—Vengan. —Sirius se levantó, extendiendo su peluda nariz hacia arriba con un aire de dignidad
aristocrática que no era nada menos que hilarante — Vamos a la enfermería. Podemos tramar nuestra
venganza después.
Mientras dejaban alaridos de risa del resto del gran comedor, Remus se encogió de vergüenza,
cubriendo su cara con las manos. Cada centímetro de él estaba cubierto en el mismo pelo brillante. No lo
encontraba tan divertido como James y Sirius parecían hacerlo.
—Te dije que nos devolverían el golpe. —murmuró Sirius.

ALL THE YOUNG DUDES- 1-4 TraducidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora