Capítulo 48

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Querido J...

No. Ya no más.

Sin firmar.

Hierophant y Green, enero 1830

Carta destruida.


Jojo había imaginado este momento cientos de veces... miles de ellas.

Interpretaba la escena completa en su mente, entrando en la sala de juego privada donde Langford estaba sentado, solo en un extremo, empequeñecido por la magnitud y el poder del The Angel, el reino donde Jotaro gobernaba.

Ni una vez en todo ese tiempo, había imaginado que pudiera sentir algo que no fuera el triunfo de ese momento, cuando nueve años llenos de ira y frustración llegarían a su fin. Pero no era triunfo lo que Jotaro sentía mientras abría la puerta de la lujosa suite privada situada en lo alto, lejos de la planta principal del club y se encontraba con la mirada impasible de su viejo enemigo.

Sentía frustración. E ira.

Porque incluso ahora, nueve años después, este hombre seguía estafando a Jotaro. Esta noche, le había robado un futuro con su esposa.

Y no podía permitir que eso continuara.

Langford siempre había dominado gran parte de sus recuerdos: la piel bronceada, los dientes blancos, amplios puños; el tipo de hombre que había tomado lo que quería sin dudarlo. El tipo de hombre que había destrozado vidas sin mirar atrás.

Y casi una década después, Langford no había cambiado. Seguía tan sano y robusto como siempre, aunque con el pelo un poco más canoso, pero con el mismo cuello grueso y amplios hombros. Los años le habían tratado bien.

La mirada de Jotaro parpadeó hacia el lugar donde Langford había dejado su mano izquierda descansar contra el terciopelo verde. Le recordaba al manierismo, la forma en la que cerraba la mano en un puño y golpeaba la madera pidiendo cartas adicionales o celebrando una victoria. Cuando Jotaro era un jovencito, y apenas estaba aprendiendo las tablas, podía ver esa mano y envidiar su control total.

Se sentó en la silla que había justo enfrente de Langford y esperó en silencio.

Los dedos de Langford se crisparon contra el tapete.

—Me opongo a estar aquí en medio de la noche obligado por tus secuaces.

—Creí que no responderías a mi invitación.

—Estás en lo cierto —cuando Jotaro no respondió, Langford suspiró—: ¿Supongo que me has llamado para regodearte por lo de Platinum?

—Entre otras cosas.

Jotaro buscó dentro del bolsillo de su chaqueta y sacó la evidencia del nacimiento de Telence, deslizando el papel entre sus dedos.

—Debo confesarlo, me sorprendió que te rebajaras a casarte con la chica Kakyoin, incluso por Platinum. Ella no es un premio exactamente —hizo una pausa—. Pero la tierra era el objetivo, ¿no es cierto? Bien hecho. El fin justifica los medios. Supongo.

Los dientes de Jotaro se apretaron ante esas palabras, tan cercanas a la forma en la que él había descrito su matrimonio al principio de este viaje. Odiaba el eco, el recuerdo de que él era en gran parte una bestia muy parecida a Langford.

No hagas esto.

Las palabras de Noriaki resonaron a través de él, una súplica; y él se calmó, sintiendo los bordes del papel contra la yema de sus pulgares. Eres mucho más de lo que crees. Jotaro le dio la vuelta al papel en sus manos, considerando las palabras, los ojos brillantes de su esposa suplicándole que fuera más. Mejor. Valioso.

Un Canalla Siempre Es Un Canalla [Jotakak]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora