Del miedo al cariño nació la fe.
Los brazos se caían en frente del agua mientras mi mente se fundía en la oscuridad. El atardecer se alargaba hasta el punto de ser mi mayor enemigo. Cada reflejo, cada sonido, cada lágrima estaba a tu nombre. Mis llantos, mis cicatrices, mis pesadillas, todas ellas contenían tus vocales. Las borracheras, las malas rachas, las pérdidas, gritaban tus letras. Tú, sacaste y revolucionaste mis adentros, a tal punto de esparcirlos por cada rincón de mi mente y con ello crear la mayor inseguridad de mi ser. El desorden, el caos armaba en mi mirada.
Mi valor se perdió entre mis sonrisas a medias y mis ganas sin esfuerzo alguno.
