Porque tuviste que irte.Me subiste a la cima más alta, te esforzaste tanto que se te cicatrizaron todas tus heridas, te arrastraste hasta coger las piedras e iluminarme el camino con ellas, te rendiste para coger fuerzas y seguir hasta subirme arriba. Dejaste tus miedos y condenas para liberarme y hacerme brillar como nunca. Me enseñaste y educaste a cada paso con la bondad y humildad de la máxima pureza, con la fuerza de los dioses y el cariño de un ser perdido. Pusiste cada parte de tu ser, en cada rincón de mi cuerpo, hasta lograr la combinación perfecta del ser humano. Había tanto, tanto que dar, que poner, que mejorar y que hacer, que tú con tus propias manos y el cansancio lo hiciste, lo lograste papá, me subiste al cielo, vi las estrellas más lejanas, conocí a la felicidad y entendí el sentido de mi existencia. Todo estaba ahí, lo que siempre quisiste, estaba enfrente de tus ojos... Pero ese día me miraste, sonreíste, pero los ojos te brillaban tristes.Te perdí, te caíste en el vacío, te suicidaste al miedo del lograr, al miedo del mañana, o quizá al miedo de no ser suficiente. Me hiciste ser tan feliz que no me di cuenta de que a cada paso me enseñabas a cómo superar los obstáculos de la vida. No fuiste mi familia, ni compañero de vida, sino mi guía espiritual con la misión de hacerse invencible. Y si, te fuiste y eso me dolió, miento a día de hoy me duele, pero me quedo con lo último que me dijiste:Las personas van y vienen, pero eres tú la que decides si quedarte con lo que te dieron y valorar y dar fruto a su tiempo.