𝙐𝙉𝘿𝙊; ᴄʀᴇᴇᴋ

𝐩𝐥𝐚𝐧𝐞𝐬

Todo estaba mal.

Mal, mal, mal.

Hacía frío y mi pecho dolía. Mi corazón brincando, retorciéndose y llorando. Manos y cuerpo sudando la mismísima aguanieve.

Me había sentado junto a Craig, me habían pinchado con una aguja a la cual le había temido durante al menos diez minutos hasta que me armé de valor y tomé fuertemente la mano de mi novio.

Mi compañero.

Luego habíamos esperado durante muchos minutos más, hablando de lo que haríamos después, ir por un helado para celebrar. Eso había sonado bastante bien, era un plan.

Y estaba más que bien con los planes.

Sí había uno no tendría que estresarme por lo que pasaría más adelante, porque había un plan. Pasos a seguir, como cuando horneaba magdalenas, pasos, pasos, pasos.

Te llevan lentamente a tu destino. Y lento era seguro, menos incidentes.

Por eso me gustaban los planes, llevaban pasos, y los pasos eran seguros.

Estaba todo planeado, se sabían los resultados, esto no era más que una mera formalidad, pero entonces...

Entonces tenía diecisiete años y el hombre viejo y sabio que llamamos doctor durante la mayoría de mi vida vino y dijo:

—... week... elve a mí.

Felicidades señores Tweak, su hijo es un Alfa.

—Cariño, todo estará bien.

Y le miré.

Craig Tucker.

Mi novio.

Mi compañero.

Mi omega.

Jesús Jodido Cristo.

—C-craig, gah, yo soy...

No podía ser. No podía ser posible. No quería que lo fuera.

Pero lo era.

—Soy, soy, soy.

No lo ví. Sin embargo, yo sabía.

Lo miré y mis ojos se habían tornado rojos.

Rojo, como la salsa de tomate que tanto me disgustaba.

Rojo, como el estupido cabello de Kyle Broflovski.

Rojo, como la sangre espesa que salía de las heridas hechas por un corte profundo.

Rojo, como el color de los ojos de un...

—Alfa.