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Susurros, murmuros, cuchicheos y más susurros eran todo lo que se oía en los anchos pasillos de paredes pintadas del más puro blanco. La mirada de miles de ojos, los secretos de boca en boca, las críticas envidiosas y los más profundos jadeos de chicas sin aire al verte caminar.
¿Y quien no se quedaría perplejo al verte? Alto pero no mucho, cabello de un rojo intenso, facciones marcadas, músculos nada grotescos u exagerados y tu semblante serio, eras una obra de arte y suerte la mía de poder acompañarte en cada paso. En cambio, yo era un poco más alto, escuálido, cabello negro y común, rostro inexpresivo, mejillas y sonrisa similar a la de un conejo, absolutamente nada en comparación a ti pero aún así... gustabas de mi.
Nadie sabía que fuera de la universidad tú me pertenecías como yo te pertenecía a ti, que era el dueño de tus sonrisas que pocos tenían el privilegio de admirar, que era aquella persona que jugaba con las hebras de tu cabello, besaba tus delgados labios y tenía el placer de perderse en tus ojos.
Todo entre nosotros era salido de la película mas cliché que podría existir, amigos desde la infancia y amantes con el tiempo, era perfecto o eso creí.
Tu mirada poco a poco se apago con el pasar de los meses, ya no me mirabas como antes ¿hice algo mal? ¿pasa algo? sabías perfectamente que podías confiar en mi, contarme tus inquietudes.
Entre los pasillos que antes solíamos avanzar juntos surgieron dichos que solo empeoraron mi mente, las chicas decían tener envidia de tu amante, que te vieron una tarde abrazando a alguien, que besaste a alguien en una fiesta.

¿Fuiste al parque el día que dijiste estar enfermo?

¿Visitaste el cine en vez de recuperar clases?

¿Fuiste a una fiesta el día que cumplíamos dos meses?

Solo espero que no sean cierto todos los rumores que he escuchado de ti.

f.o.f; yudo / doyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora