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𝐀𝐦𝐚𝐧𝐭𝐞𝐬

𝐀𝐳𝐚𝐳𝐞𝐥

La luz del día de colaba por el pequeño espacio que quedaba de la cortina sin cubrir, me estiro un poco y en rollo más mi brazo en la cintura de mi amante.

Volteo a verla como todas las mañanas, su semblante es de una tranquilidad absoluta, quito algunos mechones de cabello que obstruyen su rostro.

Amo todo de ella, pero lo que más me encantan y me embriagan son sus labios, esos labios que poseen el color de una fresa son mi mayor perdición.

—¿Ya dejaste de verme como aún acosador? — su voz estaba algo ronca por su recién despertar.

—No puedes prohibirme verte dormir, es en la única forma que no fastidias

—Amas que te fastidie

Se acomoda mejor para dejar sus manos apoyadas en mi torso desnudo dejando así una distancia una tanto considerable de nuestros rostros.

—Buenos días, señor

—Buenos días, fastidiosa

La beso castamente antes de que ella decida sentarse encima de mí, deja caer la sábana que cubría su cuerpo desnudo para darme una buena vista matutina.

—No quiero ir a trabajar — se acurruca en el hueco de mi cuello.

—Yo tampoco, pero debemos ir — pongo mis manos en su cintura.

—¿Y si decimos que estamos enfermos para no ir?

—No, muñeca. Debemos ir

—Odio ser adulta — masculla.

—Deja de estar de quejumbrosa, vamos, a levantarse — intento quitarla de encima para levantarme pero se aferra a mi cuello como si fuera un koala. — Daeva, déjame levantarme

—No, seguiremos durmiendo

—Daeva — uso su nombre como advertencia.

—Bañémonos juntos — ordena.

—¿Desde cuándo tú me das órdenes?

—Solo fue una sugerencia

—A mi no me pareció una sugerencia, sonó más a una orden — la tomo del cabello y la obligó a que me vea a los ojos. — ¿Acaso se te está olvidando quien es que da las órdenes aquí, fastidiosa?

— No, señor

— Pues parece todo lo contrario, levántate que vamos a bañarnos

Se levanta de encima mío para meterse enseguida al baño, yo me levanto igual y antes de ir detrás de ella reviso mis mensajes para ver las quejas de mi jefe de mecánicos por a verme ido temprano ayer.
Dejo el teléfono en la mesita de noche y camino hacia el baño donde Daeva se estaba lavando sus dientes.

Su cabello castaño cae en cascada por toda su espalda cubriendo así toda esa parte de su cuerpo, me gusta demasiado que tenga el cabello así de largo por qué cuando la follo en cuatro puedo enrollar su cabello en mi mano para penetrarla más rápido y profundo.

Hace tiempo se cortó su cabello a no muy arriba de sus hombros, se le veía muy bonito aparte que le asentaba demasiado bien ese look.

—Una foto dura más — dice al darse cuenta que la estaba observando desde el marco de la puerta.

—A la foto no la puedo tocar — me acerco a ella y acaricio su mejilla.

—Que romántico, señor Ivanov — sonreí con ironía.

𝐀𝐝𝐨𝐥𝐞𝐬𝐜𝐞𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐏𝐞𝐜𝐚𝐦𝐢𝐧𝐨𝐬𝐚 [𝐁𝐨𝐫𝐫𝐚𝐝𝐨𝐫]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora