Hiere el silencio de tu voz. Si no estás, no quiero ver el sol
Vuelve cada noche a mi balcón, el recuerdo de aquella canción
Duele; Alvaro De Luna.
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IV.
Luo Binghe se quedó arrodillado en el suelo, sintió como sus rodillas se enfriaban contra la dura roca de la prisión de agua incluso a través de las capas y capas de su majestuosa túnica negra. No dijo nada. No hizo nada. Simplemente contempló el lugar vacío frente a él con la mirada perdida y la expresión ausente durante mucho, mucho, mucho tiempo. No derramó lágrimas por lo perdido. No gritó ante las injusticias que el mundo cometía una y otra vez contra él. ¿Para qué? Nada traería a Shen Qingqiu de vuelta. Ni siquiera podía acceder de nuevo a aquel universo dónde su contraparte más débil tenía todo lo que a él se le había negado. De nada le serviría recurrir al mausoleo sagrado para tratar de traer a su shizun de vuelta.
Ya no quedaba nada de Shen Qingqiu en el mundo. ¿Nada? No, eso no era del todo cierto. Estaba la mancha de sangre en la prisión de agua, esa vieja y roñosa mancha marrón, incrustada en el suelo que se burlaba de él cada vez que agachaba la cabeza un solo milímetro. Esa cruel burla que le recordaba todos y cada uno de los errores que había cometido por no saber mejor, por su ignorancia.
Era el soberano de los tres reinos, el conquistador de los cielos, el incomparable demonio inmortal.
Y, sin embargo, lo más precioso que aquel andrajoso mundo podía haberle ofrecido lo había destruido con sus propias manos muchos años atrás.
Luo Binghe no lo había sabido entonces. ¿Cómo podría haber adivinado él entonces que aquella inmerecida crueldad provenía del dolor?
Él debería haberlo sabido mejor que nadie.
Podría haberlo arreglado.
El vínculo.
Si hubiera tenido los conocimientos adecuados podría haberlo arreglado.
Quizá incluso a ellos mismos.
Pero ya era demasiado tarde.
Luo Binghe apretó la mandíbula hasta que los músculos de la misma crujieron. El dolor le recordó que estaba vivo. El dolor le recordaba que tenía que seguir moviéndose. Que tenía que seguir viviendo y dejar de anhelar algo que nunca sería. Tenía territorios que controlar, esposas a las que satisfacer, niños para los que intentar ser un buen padre.
Y un vacío tan grande en su pecho que ahora sabía que nunca se llenaría.
Aunque Luo Binghe intentó por todos los medios ignorarlo y vivir su vida como siempre la había vivido ya nada fue igual. Pensó que el tiempo lo sanaría del mismo modo que en su momento curó la herida sangrante que su viaje al otro mundo había dejado en su corazón, pero esta vez en vez de sanar la herida parecía hacerse más y más grande. El agradable olor que siempre había acompañado a las bellas flores de su harén pareció agriarse, los conflictos bélicos que seguían surgiendo una y otra vez con el mismo maldito patrón dejaron de importarle, enterró a tantos hijos que ya ni siquiera se atrevió a forjar alguna clase de vínculo con ellos.
La paranoia se unió al hastío que a su vez se unió al vacío.
Cuando nacía un niño sin una pizca de poder demoníaco en sus venas se preguntaba si era alguna especie de defecto genético o eran el producto de una infidelidad.
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The tale of the broken immortal proud
Fanfic"Si Shen Qingqiu pudiera materializar su indignación hasta hacerla palpable hubiese ahogado a Shang Qinghua con ella. O, Shen Qingqiu se ve en la obligación de lidiar con las consecuencias de que el autor de pacotilla hubiera escrito y posteado un m...