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En primer lugar, daros la bienvenida al pueblo de Shipwreck, un grupo de islas en Carolina del Sur, que está dividido en dos partes: las islas del norte y del sur, que está unidas por puentes. Los norteños, como común mente se les conoce, son las familias acomodadas que pueden invertir su dinero y su tiempo en cosas como jugar al golf o ir al club de la playa, en el otro lado de la ciudad viven los sureños, donde la mayoría de sus casas forma el arrabal, familias humildes que viven de la pesca o sus pequeños negocios.

Era el primer día de las vacaciones de verano; David, Mark, Harry y Sam, estaban en un pequeño bote en las marismas, tomando cerveza y bañándose para combatir el calor.

- Escuchad chicos, pienso aprovechar este verano al máximo. –dijo Mark, un chico rubio y desaliñado, mientras se liaba un porro.

- ¿Eso significa que vas a fumar y beber más? –dijo Sam, la única chica del grupo, de rasgos latinos.

- Eso significa que voy a pasar más tiempo con mis amigos, fumando y bebiendo mucho más, claro. –dijo Mark, ofreciendo el porro a sus amigos.

- No gracias, me gusta tener la mente despejada. – rechazó Harry, un chico afroamericano.

David, el chico de pelo castaño y tez blanca, se puso en pie. – ¡Pues que empiece la diversión! –tras estas palabras hizo un mortal hacia el agua.

Los demás rieron, y pasaron el resto de la tarde disfrutando como acababan de prometer.

En la otra parte de la ciudad, los norteños pasaban la tarde en el club de la playa donde hoy entregaban el bastón de plata a Frank Clark, era un premio para empresarios, pero nadie sabía muy bien cuál era el criterio de elección. Frank estaba acompañado de sus hijos Jhonny y Martha, y de su esposa Emory. Todos parecían una copia con los mismos rasgos: rubios y ojos claros; menos Martha de pelo y ojos oscuros, cualquiera diría que no pertenecía a aquella familia.

- Atención, por favor. – la voz que sonaba por los altavoces era la de un viejo regordete, vestido contraje, que hablaba al micrófono en el escenario. –Les ruego que vayan tomando asiento, en unos momentos vamos a proceder a la entrega del bastón de plata.

Poco a poco los asistentes fueron tomando asiento, mientras los últimos rayos de sol se perdían en el horizonte.

- ¿Nervioso, papá? –preguntó Martha.

- Claro hija, pero estoy contento, he trabajado mucho y este premio es una pequeña recompensa.

- Lo sé, papá. –dijo Martha mientras le daba un abrazo.

Tras una breve ceremonia, finalmente fue entregado el premio al señor Clark que dio un breve discurso de agradecimiento.

Ley de atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora