III

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En Shipwreck, la noche tormentosa fue precedida por una mañana totalmente calmada. La tormenta no había sido especialmente fuerte, pero sí lo suficiente como arrastrar basura a Turtle Beach, en el norte de la ciudad, por lo que se pidieron voluntarios para limpiar la playa. Entre estos voluntarios estaban Martha Clark y sus amigos: Jimmy Peever, Jessica Morgan, Harvey Barnes y Nill Shaw.

- No entiendo porque tenemos que hacer esto nosotros. –protestó Jessica.

- Porque toda esta basura que ha traído la tormenta es nuestra, no de la playa ni de los animales. –contestó Martha, pasándole un saco de plástica para la basura.

- Tranquila Jessica, traigo unas cositas para divertirnos mientras. –dijo Jimmy, enseñando una bolsa pequeña con pastillas de colores.

- ¡Joder, me cago en todo Jimmy, guarda eso! –rugió Harvey, bajándole el brazo a Jimmy. – ¿No has visto toda la gente que hay? ¿Quieres que se entere todo el mundo?

- ¿Tienes miedo de que papi Barnes se enteré? –se encaró Jimmy.

- Ey, ey, tranquilos. Esto es el norte, no nos vamos dando de ostias como esos brutos del sur. –intervino NIll, separando a ambos.

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Mientras en el norte se había puesto manos a la obra con la limpieza de la playa, en el sur revisaban los posibles desperfectos que hubiese podido dejar la tormenta, por suerte, sin encontrar ningún daño grave visible. Lo más comentado fue el rayo que toco tierra en casa de David Castellan y que, como Mark se había encargado de contar a todos, casi los mata.

- Ey chicos, nos vemos esta noche, tengo que ayudar a mi padre en la tienda. –dijo Harry, marchándose.

- El viejo Terry Silver nunca descansa, ni siquiera los domingos. –se burló Mark.

- ¡Espera Harry, te llevo acerco a casa! Yo también me marcho chicos, mis padres me van a matar por no haber vuelto anoche a casa. –se excusó Sam.

- Nos vemos luego chicos. –se despidió David. – ¿Y si vamos a por unas pizzas tú y yo a Bonucci's para comer?

- ¿Bacon con doble de queso? –propuso Mark.

David asintió. Cogieron el viejo Ford que había sido de la madre de David y pusieron rumbo a la pizzería.

Pasados unos minutos, Sam acababa de dejar a Harry en la tienda de su padre, Silver's Shop.

- Bueno días, papa. –saludó Harry al entrar en la tienda.

- Oye, ¿qué carajo es eso que he oído sobre que os ha caído un rayo? –preguntó enfadado.

- Tranquilo, estoy bien, Mark es muy exagerado. –intentó tranquilizarlo. – El rayo toco tierra cerca, pero no lo suficiente como para hacernos nada. –mintió.

Harry sacó la basura, ordenó en el almacén la nueva mercancía y repuso las estanterías de fuera mientras su padre se ocupaba de la caja.

- Tengo que salir a entregar unos pedidos, ¿te encargas de la caja y de cerrar? – preguntó el señor Silver.

- Claro, sin problemas.

Harry ayudó a su padre a cargar los pedidos en la parte de atrás de la camioneta. Después entro en la tienda y se puso detrás de la caja.

- Perdona, ¿tenéis protector solar? –preguntó Larissa, que acababa de entrar en la tienda.

- Si, al fondo a la izquierda, junto a los geles de ducha. –contestó Harry, que era la primera vez que veía a esa chica de pelo castaño y ojos verdes.

Detrás de ella entro una mujer anciana, que parecía un poco desorientada.

- ¿Puedo ayudarla en algo, señora? –preguntó Harry.

La mujer no respondió. Se acercó tendiéndole la mano con una moneda en la palma, haciéndole un leve gesto para que la cogiese. Harry dudó, pero finalmente alargó el brazo, aunque dubitativo, y la cogió.

De pronto todo se volvió negro y un segundo más tarde aparecieron las estrellas, parecía viajar por el espacio a la velocidad de la luz, sintiendo como si su mente se abriera. A pesar de la velocidad a la que avanzaba por el espacio, era capaz de fijarse en los detalles de cuanto le rodeaba, primero se acercó a la Vía Láctea, luego al sistema solar, acercándose cada vez más a la tierra donde iba directo a la tienda de su padre. De repente todo paro y estaba tirado en el suelo de la tienda con la chica que había entrado antes.

- Joder, ¿Qué te ha pasado? –dijo Larissa, que estaba a su lado ayudándole a incorporarse. - ¿Estás bien?

- ¿Y la anciana?

- ¿Qué anciana? No había nadie en la tienda a parte de nosotros, luego te has desmayado.

Harry no discutió, pero sabía que la había visto, aún tenía la moneda que le había dado agarrada con fuerza en la mano.

- Perdona, no me hagas caso. Ayer estuve con mis amigos bebiendo y me habré mareado por la deshidratación que provoca el alcohol. –intentó disimular Harry.

- Pues deberías de beber más agua y menos alcohol. ¿Seguro que estas bien? –preguntó Larissa, que aún parecía un poco preocupada.

- Sí sí, gracias por ayudarme. -se guardó la moneda en el bolsillo. -Por cierto, soy Harry.

- Yo Larissa, soy nueva en el pueblo, llegué ayer.

- Bienvenida a Shipwreck, espero que te acabe gustando nuestro pueblo.

Ella le dio las gracias por la bienvenida. Harry insistió en regalarle la protección solar por haberle ayudado. Finalmente, tras un intenso debate, ella acepto pero solo por esta vez y se despidieron.

Ley de atracciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora