Saboreaba, inmerso en documentos y papeleos, su cálido espresso humeante, y frente a la computadora encendida revisaba en una pantalla los mails de los clientes en el correo electrónico, mientras en otra ventana los mensajes, y las solicitudes publicados en la página web del sitio, dedicada a los contactos de su agencia. El reloj rojo de pared marcaba las cinco de la tarde, y por tanto había llegado el momento de las conversaciones con la gente, por lo que tenía que apresurarse a terminar su bebida caliente, incluso si no quería separarse de su taza, y hubiera querido pedir a Afrodita más líquido hirviente: afuera el sol ya había desaparecido en el horizonte, y la terrible helada de aquella fría tarde de febrero ya había descendido inexorable sobre el asfalto, los autos, las aceras, cubriéndolos con una delgada capa reluciente de hielo, mientras que la inmaculada escarcha, con su mágica consistencia nivea, se formaba en las briznas de hierba, y por lo tanto quién quería alejarse de cualquier bazofia, aunque solo tímidamente tibia, cuando en el exterior habían -11°C? Hacía frío por encima de lo normal, anómalo para el país donde vivían, pero aún así esto no detenía de todos modos quienes habían concertado un encuentro con él, por qué cuándo nunca un corazón hambriento de afecto se deja intimidar por las adversas condiciones meteorológicas?
Una persona que cree en el amor, y lo busca con entrega, no le teme a nada.
-Afrodita, por favor, pídele gentilmente a Shura que vaya al archivo para recoger las tarjetas, ya cumplimentadas con los datos de los clientes de hoy, y los dos catálogos con fotos de mujeres y hombres para mostrar al público: consigue todo esto, y tráemelo, gracias!-
El joven secretario sueco asintió afablemente, para luego desaparecer en la oficina del español, tarareando feliz, y reaparecer con todo el material requerido.
El jefe hizo justo a tiempo a escuchar el pececito listar los nombres de los clientes escritos en la agenda, con los que debía encontrarse, que la primera persona, toda helada, había llegado.
Cada encuentro se llevó a cabo como de rutina, en los tiempos correctos, hasta que llegaron a la sesión final, con la última persona programada, pero esta tardaba en llegar: el Sr. Shaula no anhelaba nada más en ese momento, con el frío que había fuera, que cerrar la oficina, y despedirse de sus dos valiosos empleados, si nadie se presentaba en 5 minutos.
- Al parecer a este tío no está interesado a buscarse a alguien ni siquiera para tener un rapidín el día de San Valentín... o quizás el frío lo convenció de que era mejor quedarse en casa. También podemos cerrar la choza, hasta donde me concierne, y así tú podrás irte a casa de tu Masky, antes de lo habitual: de todos modos voy a pagar tanto a ti, como a Shura, la hora completa- dijo en voz alta el jefe a su empleado de confianza.
El peliceleste ni siquiera tuvo tiempo de replicar, que de la nada la puerta de entrada de la agencia, no lejana del escritorio del señor Shaula, se abrió de repente, o mejor dicho, fue golpeada con extrema violencia, como si alguien la hubiera abierto de par en par a patadas, haciendo un ruido ensordecedor: el frío polar, y la brisa ártica que soplaba al externo, capaz de insinuarse entre la ropa, para penetrar en los huesos, entraron inmediatamente, invadiendo el lugar con prepotencia, haciendo estremecer a los presentes.
El caos fue tan grande, así como "la frescura", que incluso Shura, que trabajaba en la oficina contigua, se inquietó , y de hecho se levantó asustado de la silla, para ir a ver qué pasaba: tal vez la agencia acababa de ser invadida por el hielo antártico, y también los pingüinos del Polo Sur habían emigrado de ellos.
La explicación del alboroto no se hizo esperar: aparecieron en el umbral de la puerta dos apuestos jóvenes, un rubio y un peliverde, de más o menos veinte años, que trataban de arrastrar a la fuerza, para llevarlo dentro de la agencia, un hombre de unos cincuenta años aproximadamente, definitivamente encantador, increíblemente atractivo, elegante, pero con una cara furiosa, colérica, y dos ojos que tenían una expresión tan fría e inquietante como para provocar una instantánea hibernación con solo mirarlos; maldecía rabioso los dos muchachos, que lo estaban tirando por la ropa, con brutalidad, dirigiéndoles todo tipo de reproches, amenazándolos con no dejarlos más salir el sábado por la noche, que los iba a castigar, también por meses: las amenazas de las torturas más horribles del mundo llovían sobre los hombros de los dos jóvenes, que parecían importarles un carajo cualquier impropio que saliera de esa boca.
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NO WOMAN, NO CRYING
Fiksi PenggemarUn maduro soltero empedernido de más de cincuenta años, gruñón, y dolor en el culo, refractario al amor, al matrimonio, y a los lazos en general, será arrastrado a una "peligrosa" aventura por sus dos hijos adoptivos: un auténtico atentado contra su...