Capítulo V

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En el hospital se encontraban cinco personas aguardando noticias en la sala de espera.

Mu lloraba silenciosamente, Saga se encontraba sentado a su lado brindándole su apoyo, hacia cuatro horas que habían llegado, en cuanto Shaka ingresó al quirófano una enfermera se encargó de atender las heridas de Mu, Saga había tratado de hablar con el pero no salió ni una sola palabra de su boca por lo que opto por dejarlo desahogarse por el momento.

Asmita llegó tan rápido como pudo en cuanto Krest le notificó lo acontecido, ambos se encontraban preocupados por su hijo, Krest sostenía entre sus brazos a Asmita quien por mas que le habían insistido no quiso tomar asiento.

La mirada de Krest estaba fija en Milo, no le había hecho ni una sola pregunta pero tenía bastantes, no cabía duda que la presencia del joven en su casa tenía algo que ver con Alexandra, por el momento lo mas importante para el era recibir noticias sobre la salud de Shaka.

Mientras tanto, en la sala de incubadoras Camus contemplaba a su bebé, el ambiente en la sala de espera del quirófano lo ponía demasiado incomodo y ni hablar de la sensación que le provocaba tener la presencia de Milo cerca.

¿Desde cuando estaba en la mansión?, ¿Tendrá su madre algo que ver?, ¿Su padre o alguien más estaba enterado de esto?, simplemente no se explicaba por qué había regresado y menos por qué se estaba alojando en su casa, hasta donde el sabía Milo se fue para hacer una familia a lado de su esposa e hija.

Su mente era un lio, tanto que una leve migraña le estaba comenzando a molestar, el dolor no era insoportable pero fue lo suficiente para hacer que se llevara una mano a la cabeza e hiciera una leve presión.

Un joven que pasaba en ese momento vigilando los cuneros se percató de ese gesto y no dudo en acercarse para ofrecer su ayuda.

-Buenas tardes, ¿se siente bien?

Camus se asustó un poco pues según el se encontraba solo y no escucho a nadie venir.

-Buenas tardes… Si, estoy bien, solo es un leve dolor de cabeza.

-Bueno si me lo permite, puedo ofrecerle un analgésico, espéreme un momento enseguida se lo traigo.

Luego de ofrecer una sonrisa amable aquel chico se perdió por el pasillo para ir en busca del medicamento, cuando lo perdió de vista se relajó de nuevo y regresó la mirada a su hijo.

Ver a su pequeño en ese lugar le partía el corazón, anhelaba tenerlo en sus brazos y besarlo, llenar su mente de esa esperanza mejoró su humor un poco, justo cuando escucho unos pasos tranquilos a su espalda y un pequeño vaso de plástico con una pastilla en su interior apareció frente a el.

-Es usted muy amable.

-Lo intento…

Esa voz… Giró inmediatamente topándose con la silueta de Milo frente a el, mantenía el brazo extendido ofreciéndole el medicamento.

-Milo

-Se que ser amable contigo no hará que me perdones… Pero ¿ayudaría un poco para ganar puntos a mi favor?

Camus no contestó, tomó el vasito con el medicamento y se acercó al dispensador de agua que estaba a unos pasos.

Milo siguió con mirada atenta cada uno de sus movimientos, aguardando una respuesta de su parte.

-¿Qué haces aquí?

-Lo mismo que todos, esperando noticias sobre la salud de Shaka…

-No te hagas el tonto Milo, me refiero mas específicamente a ¿Por qué apareces en mi vida de nuevo?, ¿acaso no se supone que ya deberías vivir con tu familia feliz?

El turno de guardar silencio llegó a Milo, según palabras de la señora Alexandra, si decía algo al respecto de su situación podría olvidarse de ver a su hija de nuevo.

-Estoy aquí ahora, ¿no podemos intentar llevarnos bien al menos?

-No Milo, no tienes idea de lo difícil que es verte ahora, todo el dolor y decepción que viví a tu lado…

-No entiendo… ¿Acaso te he reclamado por tener un hijo con Shura?, ¿Piensas que a mi no me dolió que me obligaran a divorciarme de ti y después saber que te casarías con otro?, siendo relistas, ambos somos egoístas…

¿Acaso había escuchado bien?, Milo pensaba que el bebé era de Shura y no solo eso, ahora estaba tratando de igualar la culpa, siendo que en realidad todo este tiempo el solo había sido utilizado por todos para su beneficio a costa de su felicidad, es verdad que su culpa fue el no poner resistencia y negarse a las ordenes de su familia, pero esa culpa no era ni un tercio de la que debería cargar Milo.

Una mirada de decepción y coraje fue lo único que recibió, Camus no le dirigió la palabra de nuevo y simplemente regresó junto a su padre a la sala de espera.

Milo enseguida se dio cuenta de todas las tonterías que había dicho, largo un suspiro y con los hombros caídos caminó hasta posicionarse frente a la incubadora que contenía al pequeño bebé.

Vio un paquete de toallitas húmedas desinfectantes a un costado, con cuidado tomó una y se limpió las manos, con timidez acercó su diestra hasta tocar la manita del bebé quien enseguida apretó su dedo índice con algo de fuerza, la sensación fue inexplicable, a pesar de que ese niño no era suyo se sintió maravillado por esa delicada vida, no pudo hacer más que relacionar ese sentimiento a que se había idealizado con un contacto similar con su pequeña hija.

Se percató de que el bebé vestía ropa muy sencilla, y en sus piecitos solo tenía un par de calcetines muy pequeños, en ese momento recordó que había comprado algo.

Del bolsillo de su abrigo sacó el par de zapatitos tejidos, cada movimiento lo hizo cuidadosamente con su mano izquierda pues no quería deshacer el apretón del bebé sobre su mano.

-Mira pequeño, hoy los compré, un par es para ti y el otro para una pequeñita que será tu hermanita, ¿Qué color que gusta?, ¿el verde?

En ese momento el agarre del pequeño se intensificó, apenas un poco pero Milo con una sonrisa decidió interpretarlo como un si.

Con cuidado le colocó los zapatitos, se veía muy lindo.

-Debes hacerte fuerte hijo, a pesar de que tu verdadero papá no podrá estar contigo yo me esforzaré por cuidar de ti, de mi hija y de tu papi, te lo prometo.

Recuerdos del corazón 2 (Milo X Camus) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora