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✼ Hana
Minutos antes...
Entré a S. S Motors con nervios. Me aferraba a mi bolso como si este me pudiera sacar del problema en el que yo misma me había metido.
—Hola, preciosa. —las pisadas de Shin se pararon justo frente a mí. —Me alegra que hayas llamado. —sonrió.
—Sí. —di una risa nerviosa. —Es que tengo que hablar contigo.
—De hecho, yo también, jeje. —pasó una mano por su cabello. —¿Quieres algo de tomar? —llevó una mano a mi cintura y me atrajo a su cuerpo con una lentitud que me puso aún más intranquila. —Tengo cerveza y jugo de naranja. No es mucho, pero puedo ir a la tienda a traerte otra cosa.
—No. No. No. No te preocupes estoy bien. —si tomaba algo probablemente lo vomitaría.
—Bueno. —él extendió una mueca pacífica y yo me desviví.
¿Por qué tenía que ser tan lindo? ¿Por qué tenía que ser tan buen novio? No es que quisiera que me tratara mal, pero Shin no había tenido ni un error en nuestra relación, eso me alegraba y dolía al mismo tiempo. Yo sí que los había tenido.
—Bueno, creo que es momento de hablar. —me separé un poco de él. —¿Podemos ir a sentarnos? —pedí tomando su mano y apretándola. Me alarmé pensando que lo había hecho muy fuerte y que con eso ya estaba sospechando de mí.
—Um, claro. —me llevó a un pequeño sillón y ambos nos sentamos, definitivamente no era algo cómodo. Si bien había la cercanía que quería para hablar con claridad, estábamos a casi nada de besarnos.
—Hoy te ves hermosa. —su inclinación aceleró mi respiración. —Bueno, siempre te ves así. —miró mis labios.
—Gracias, Shin, pero en serio necesito que me escuches. Tienes que escuchar todo lo que tengo que decir. —mi voz se rompió. —¿Puedes prometer eso? —mis ojos se cristalizaron tanto que me ardieron.
—¿Es por lo que te dijo el doctor?
Su pregunta me estrujó el alma.
—No menciones eso, por favor. —cada que lo recordaba, sentía algo romperse dentro de mí. Odiaba mi cuerpo, lo odiaba tanto.
—Lo siento. Es solo que he pensado mucho en que deberías recibir ayuda. Hana, no tienes que pasar por esto tú sola.
—Eso no es importante ahora. Para, te lo ruego. —tapé mi rostro para evitar que me viera llorar. —Hice algo malo. —sollocé, separé mis dedos y vi su mueca de pena. —Yo... Yo... te engañé. —susurré. —Con alguien que conoces. —seguí con mi volumen de voz bajo. —Todo este verano estuve engañándote... —confesé lloriqueando. —con Wakasa.
