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Las dinastías han sido parte del desarrollo humano desde hace siglos, la familia Sen comenzaría su recorrido con pocos terratenientes que por medio de la fuerza militar convertirían a sus ya distinguidas ramas y sub ramas, en un imperio que con posterioridad dominaría y regiría a la región, aquel apellido que se convertiría en imperio, la primera familia imperial traería abundancia y crecimiento, pero a su vez traería un estigma inconmensurable sobre los hombros de sus herederos, sus príncipes estarían a merced de la inclemencia del poder, la inhumanidad de la responsabilidad colectiva y por sobre todo la imposibilidad de vivir por y para ellos mismos; así se repitió hasta estos días, dónde el nacimiento de unos gemelos generaría controversia, ya que, contra todo pronóstico, la pareja de hermanos simpatizaría entre si más de lo debido, provocando el desequilibrio del orden natural de sus respectivos papeles en la familia.

Alune y Aphelios, dos hermanos que vinieron al mundo para destruir la Dinastía Sen, sin desearlo... O al menos no desde el principio.

Cómo es bien sabido el hijo mayor es por orden jerárquico el siguiente heredero del poder imperial, sin embargo, al nacer al mismo tiempo, la certeza de que su hermana no conspiraria en su contra se volvió una preocupación latente.

Fueron separados desde su nacimiento hasta cumplir los dos años de edad, fue entonces que los presentaron oficialmente al mundo como los nuevos vástagos de la familia Sen, su pueblo los aclamó y celebró su alumbramiento, rezaron por su salud y porvenir, acto seguido empezaron los preparativos para los festivales que se harían en su nombre, sin duda un día de dicha y regocijo para todos.

La verdadera razón de la espera fue principalmente para albergar la esperanza de que Alune falleciera lo antes posible, no obstante la infante se aferró a la vida en innumerables situaciones, demostrando una voluntad férrea y unas salud envidiable, mientras que Aphelios por su parte, paradójicamente sufrió casi todos los meses de quebrantos de salud, un niño frágil pero alegre que resistió como pudo la guerra silenciosa contra la muerte.

Ante la idea de perder a ambos herederos dejaron de atentar contra la pequeña ya que por terrible que suene, es mejor tener una hija que no tener nada...

Con el pasar del tiempo y la compañía mutua, los hermanos desarrollaron un lazo inquebrantable de hermandad y apoyo mutuo, cosa que molestaba a su padre, el emperador tenía como obligación con su gente entregar a ese hijo como un desendiente ejemplar, pero quién realmente cumplía con los requisitos era lastimosamente su hija, la cual no se negaba en absoluto a recibir su trono, pero no de forma avariciosa sino por su entrega al bien común, ella nació para ser emperatriz.

El régimen al que fueron sometidos fue infernal, condenados a no tener una infancia normal o mínimamente infantil, los hermanos recibieron una educación básica similar hasta la edad de 14 años, cuando repentinamente las malas noticias empezarían a llegar, si bien es cierto, los últimos años habían sido un martirio, Aphelios se sentía capaz de todo si continuaba junto a su hermana, quien fungia como apoyo y compañía, ellos se comprendían mutuamente en las buenas y malas experiencias.

Aquella tarde de invierno, el emperador citó a los dos hermanos al mismo tiempo,  algo increíblemente raro, ambos se prepararon con premura y decididos a recibir noticias funestas se dirigieron juntos al gran salón del medio día, nombrado de esta forma por razones desconocidas para ellos, este tipo de nombres rimbombantes les provocaba risa, una vez llegados a las puertas, sujetaron sus manos en señal de apoyo, un sonoro suspiro al unizono, alejándose a pocos metros, Alune se colocó detrás de Aphelios ya que la ley le impedía estar de pie junto a su hermano, las mujeres siempre debían yacer detrás de los hombres y no levantar la vista del piso o hablar a menos de que se les ordenara.

-Todo estará bien hermano, sin importar que tan difícil sea el porvenir, estaremos juntos para hacerle frente a la adversidad- la muchacha hablaba siempre con determinación y confianza, dándole una palmada en la espalda a su hermano, le dió la señal de que abriera las puertas de par en par.

huellas en la nieveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora