Está apunto de anochecer, el palacio empieza su lento proceso de iluminación mediante velas, el centenar de sirvientes actúa con diligencia y encienden a toda prisa cada ala del palacio, en secuencia, es todo un espectáculo poder presenciar la coreografía de las luces, el último lugar es el lado descuidado del palacio, está en estás condiciones por ser el sector más frío y que colinda con el bosque de los susurros, virtualmente inaccesible para cualquier animal o humano, es un sitio inospito y extremo, lo cual le da una seguridad natural, es en este lugar donde el principe a decidio recluirse, con dedicación a puesto todos sus esfuerzos en arrastrar el descomunal cuerpo de su visitante y perder las huellas y la sangre de la nieve, un proceso engorroso y exhaustivo, sin embargo logra hacerlo a tiempo, colocando a su huésped en la parte inferior de su armario cierra la puerta corrediza y se coloca junto a su mesa de centro fingiendo decoro.
La doncella que se encarga de las necesidades del principe golpea presurosa la puerta de los aposentos, sin obtener respuesta, como siempre, se decide por entrar y disculparse por su intromisión y osadía, observando la expresión incomprensible del principe al que sirve, enciende todas las velas de su pasillo y el candelabro de la habitación, después de hacer una reverencia le informa que traerá sus alimentos dentro de poco e inmediatamente se retira.
-Dioses... Eso estuvo cerca- pensando para si mismo se dirige de rodillas hasta su armario para asegurarse de que el hombre aún tiene signos vitales, una vez comprobado que agoniza decide preparar los ungüentos necesarios para cada tipo de herida, al ser el futuro emperador su educación es muy rica y variada, una de sus principales ramas de estudio es la medicina y la herbolaria, agradecido de que este lado del palacio es solo suyo, sale rápidamente a otra habitación para traer los implementos e ingredientes necesarios.
Tal como la muchacha dijo, llegó con los alimentos del principe, acompañada de otras dos muchachas jóvenes le entregan al príncipe su habitual banquete y se retiran haciendo una reverencia y pidiendo disculpas por entrar sin permiso mientras el estudia.
Ciertamente está única muchacha tiene la autorización directa de la emperatriz para irrumpir en los aposentos del principe ya que desde su voto de silencio se ha negado incluso a comer, de ahí su semblante blanquesino y débil, casi nunca come más de uno o dos platillos.
Una vez terminado su cometido, se dirige al closet esta vez con la sorpresa de que su visitante tiene los ojos abiertos y a pesar de que le cuesta respirar, empieza a imputarle sus intenciones y su identidad.
-Quien carajo eres tú y porqué me tienes aquí? Crees que no puedo matarte, humano?!?!- tras la serie de amenazas no se siente intimidado, y continua con su labor de sanar sus heridas.
-Te estoy hablando maldita sea!!! Acaso no sabes hablar?!?! O quieres que te haga hablar de otras formas?!?- la siguiente amenaza tampoco surte efecto y en su lugar, Aphelios agarra la mano del hombre y con toda la fuerza que tiene la extiende hacía él y empieza a colocar las pastas cremosas en sus heridas, lo cual provoca evidentemente una reacción irritante.
-No me toques con tus porquerías que duelen!!!- jalando su brazo hacia si, Sett no advierte que el muchacho no iba a soltarlo, es entonces que descubre lo liviano que es el muchacho pálido, viendo cómo a pesar de oponer resistencia, puede ladear su cuerpo en todas direcciones, se burla de la escena y de los inútiles intentos del contrario de mantener la calma.
-Eres tan débil que podría matarte de una bofetada jajaja, definitivamente no eres una amenaza, ya dime qué es esa cosa verde que insistes en poner, no me matará ni me quitará la carne de los huesos, tengo mucha resistencia a los venenos y.... Espera... Mis heridas dejaron de sangrar!- sorprendido en sobremanera, Sett no da crédito a lo que ve, mientras que por su parte Aphelios ya ha terminado con sus brazos, es tiempo de revisar lo demás pero es obvio que eso generará problemas ya que para empezar, no entiende nada de lo que este extraño hombre herido le dice.

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huellas en la nieve
RomansDos personas que no deben estar juntas, confabulan para liberarse mutuamente del yugo que los aflige desde su nacimiento.