Capítulo 17 (MM)

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Dios mío. Me arrodillé en el suelo al lado de la madre de Lisa, que estaba destrozada y no paraba de temblar. Acababa de perder a una hija y ahora a su hermano, y daba la sensación de que ella también iba a morirse. Lisa me miró como un cachorrito extraviado.

—Mamá... —dijo, con voz rota.— Le pasé un brazo por la espalda y la atraje hacia mí.

—Lo siento mucho, Eloise —susurré, intentando calmarla. Se dejó caer
en mi regazo y rompió a llorar con más fuerza. Las vibraciones que zarandeaban el cuerpo de Eloise de un lado a otro me hicieron temblar
también—. Tranquila, tranquila. ¿Ha venido sola? ¿Quiere que llamemos a
alguien?

Sabía que tenía una amiga que había venido a verla prácticamente a
diario desde la muerte de Josh.

—Sí, he venido sola —gimoteó—. Estoy sola.

Lo dijo de tal manera que se me partió el corazón pensando en Lisa.
Por mucho que hubiera perdido a una hija y a un hermano, no estaba sola.
Seguía teniendo a Lisa.

—De acuerdo —dije—. Voy a llevarla a la cama para que pueda descansar un poco y Lisa y yo veremos a quién hay que llamar y qué se tiene que hacer.

No respondió, pero tampoco intentó impedirme nada cuando la enlacé
por el brazo y la ayudé a levantarse. Lisa colaboró también, poniendo toda la fuerza, y juntas la llevamos a su habitación. Lisa se apañaba bien con las cuestiones prácticas, pero en todo lo emocional era inútil como una tetera.

—Lisa, no... no hagas ninguna tontería. No te mates —musitó Eloise, y rompió de nuevo a llorar, pero con tanta fuerza que pensé que iba a partirse en dos.

—No voy a hacer nada ni me marcho a ningún lado..., mamá —replicó Lisa, con una voz que parecía encontrarse a miles de kilómetros de su zona
de confort.

El llanto de Eloise se intensificó cuando oyó que Lisa la llamaba
«mamá». Y no paró ni cuando la acostamos ni cuando le prometimos que la ayudaríamos a superar la pérdida de Pete. Se abrazó a la almohada, presionando la cara contra la tela de algodón. La sujetó con tanta fuerza que se le quedaron los nudillos blancos.

—¿Necesita alguna cosa? ¿Un poco de agua? —le pregunté, acariciándole el pelo.

—N-no. Cuida de ella —dijo, replegándose en posición fetal.

—Lo haré —le prometí—. ¿Quiere que nos quedemos? —Hizo un gesto
negativo con la cabeza y se acurrucó todavía más—. Luego vendremos a
verla.

Moví la cabeza en dirección a la puerta para indicarle a Lisa que nos
íbamos.

—¿Cómo lo haces para saber siempre qué hay que hacer? —me preguntó en cuanto salimos de allí.

Tenía una cara espantosa, como si llevara semanas sin dormir. Pero, a
pesar de su aspecto, mi corazón se aceleró cuando me habló.

—Siento mucho tantas pérdidas, Lisa —dije. La enlacé por la cintura y su cuerpo se tensó. Sabía de sobra que no era
una persona especialmente cariñosa, pero cuando la abracé y vi que no me devolvía el abrazo la situación se volvió incómoda rápidamente.
«Ha sido un error», me dije. Y cuando me disponía a soltarla, noté que levantaba muy lentamente los brazos y que unía las manos por detrás de mi espalda.
Respondí entonces a su pregunta. —La verdad es que no sé nunca qué hacer. Pero hago lo que me gustaría
que hicieran por mí. Lo único que tienes que hacer es cuidarla, pensar en lo que a ti te gustaría que hiciera si la situación fuera a la inversa.

—Nunca he tenido que hacer nada de ese estilo —dijo, acomodando mi
cabeza debajo de su barbilla.

—Pues ahora lo harás. Sé que no tienes mucha experiencia con tu
madre, ni la mejor relación del mundo, pero te necesita. Y tú también la necesitas a ella.

La cabaña - adaptación Jenlisa G!PDonde viven las historias. Descúbrelo ahora