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Él sabía que dolería.

Los licántropos machos siempre se ligaban a su pareja de una forma encantadora y posesiva. Su vida, corazón y mente les pertenecía y darían todo por complacerlas y hacerlas felices. Su pareja se convertía en su propia vitalidad y no necesitaban nada más que mantenerlas a su lado.
Así funcionaban los licántropos. Ambas partes no podían mantenerse separadas sin sentir que morían lentamente.

Todo lo había escuchado de los machos de la manada. Siempre le pareció, de alguna manera, estúpido. Era incapaz de comprender como una hembra podía causar tal efecto en él y, a su vez, sintió celos de aquellos sentimientos. Vivir y respirar solo para su pareja, volverse adicto a su sabor y cuerpo sin saciarse siquiera, sentir la calidez de sus delicadas caricias. Jungkook quería enamorarse. Encontrar a su igual.

Y lo hizo.

Rosé era todo lo que quería y necesitaba en la vida, y querían alejarla.

No podían, no lo permitiría. Rosé le pertenecía y él le pertenecía a ella. Fueran humana y licántropo, eso no le interesaba. La necesitaba para seguir viviendo.

Después de una jodida semana, su cuerpo continuaba temblando aunque su temperatura corporal siempre era alta. Tenía frio y su cuerpo exigía por el calor de su mujer. Había desgarrado sus músculos, debilitado sus huesos, consumido toda su vigorosa fuerza y apenas podía moverse. Sin embargo, el dolor más fuerte provenía de su pecho. Se arrancaría el corazón si Rosé no fuera la dueña de él. Era como un agujero succionara su razón de vivir y la devolviera para apuñalarla una y otra vez. La agonía estaba acabando con él.

Gruñó cuando las cadenas que rodeaban sus muñecas, magullaron su piel hasta hacerla sangrar. Tomaba un respiro cada vez que sentía que se desmayaría, pero continuaba tirando con las pocas fuerzas que su cuerpo le proporcionaba; porque en su mente y pecho aun conservaba la energía para salir y buscar a Rosé.

Solo comió lo que le forzaron a hacer. Algunos le metían la comida a la boca y no se detenían hasta que lo observaban tragar. Solo así era la única forma en la que podían verlo comer y recuperarse un poco.
Todos sus hermanos licántropos compartían su dolor, sin embargo, no podían hacer nada para ayudarlo. La palabra del líder era definitiva y el delito era imperdonable, pero, ¿Por qué tenía que ser así?

Todo era culpa de los humanos y su estúpido miedo a lo desconocido.

El miedo era bueno, con él conocían la prudencia y cautela, el error estaba en excluir y marginar a seres que eran más humanos que ellos. Inventaron mentiras para su propio beneficio y decidieron que era mejor tratarlos como animales. Incluso los animales eran mejores de ellos.

¿Quién de los dos era el verdadero monstruo?, ¿Los humanos o los Licántropos?

Al instante y, aunque sus sentidos estaban débiles, logró percibir la esencia, o mejor dicho, el hedor más desagradable que jamás había presenciado.

— Vaya, vaya, Jungkook. Te ves patético.

Jungkook se lanzó contra Eunwoo para atacarlo, pero las cadenas detuvieron su feroz ataque. Lo único que podía sentir en ese momento, era el deseo de clavar sus colmillos en él hasta hacerlo retorcerse de dolor y hacerle pagar por todo lo que hacía.

— ¿Qué hiciste con Rosé? ¿Dónde está?- su voz sonaba tan débil.

— Perdona, ¿dijiste algo?- se burló.

— Bastardo.

— Si, tu linda rubiecita me dijo lo mismo cuando le quite esto del cuello.- Jungkook abrió los ojos en cuanto Eunwoo lanzó una ligera tela por los aires y cayó al suelo a poca distancia de él. — Supongo que tu caperucita roja ya dejo de serlo.

Una feroz condenación |RoseKook.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora