Capítulo cuatro: Un ángel bajo tierra.

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—Querida, despierta— susurró una voz desde la puerta de la habitación. Leire abrió los ojos como platos al ver a su madre ahí parada.

—¿Qué haces aquí?— preguntó más extrañada que feliz.

—Tenemos que ir al funeral, hermosa— susurró la mujer en la puerta.

—¿De qué hablas?— Preguntó Leire antes de que toda la realidad le cayera como un balde de agua fría; el baile, la canción, la chica gritando, las llamas y sobre todo el cadáver. Una lágrima comenzó a rodar en su mejilla, hasta el momento ella no había tenido tiempo de llorar a moco tendido la muerte de su amiga, pero no lo haría en este momento, no ahora.

—Me voy a vestir— susurró —ahora salgo— La madre de Leire que parecia muy preocupada por su hija salió de la habitación con ganas de llorar terriblemente,su hija nunca había sido una chica precisamente alegre, pero verla así la destrozaba.

Leire salió hecha un desastre de su habitación, tenía el cabello enmarañado, los pantalones chuecos y parecía que había escogido la playera más vieja y fea del armario.

—Hija ¿no pudiste escoger algo mejor?

—Perdón mamá pero voy al funeral de mi mejor amiga ¿Qué se supone que use? ¿un vestido elegante?

—Leire, cálmate, yo solo...— Leire la fulminó  con la mirada antes de dirigirse a la casa de su amiga, en el segundo piso del mismo edificio.

La escena fue desgarradora, aquella puerta que tantas veces había cruzado con su mejor amiga estaba decorada (por así decirlo) con un moño negro, al abrir la puerta se encontró con gente de todas las edades, todos vestidos de negro algunos conversando no del todo tristes. Una pareja de señores lloraba junto el ataúd, el ataúd que tenía la foto de una bella chica encima, el ataúd de Nóa. Leire comenzó a acercarse vacilante, sin saber que debía hacer realmente, nunca había asistido ella a un funeral y siempre los había considerado innecesarios. Pero esta vez era diferente, ella se aproximó al ataúd de su amiga, quería verla por una última vez, si, aunque ella se encontrara sin vida.

Al llegar ahí una lágrima corrió su mejilla, temblorosa puso su mano sobre el ataúd y se dispuso a abrirlo. Estaba sellado. Pronto el dolor que se alojaba dentro creció más y más, Nóa, su mejor amiga, la chica con la que había vivido tanto estaba adentro, no volvería a verla nunca mas, de pronto sin darse cuenta sus mejillas estaban sumamente húmedas << ¿en qué momento empecé a llorar tanto?>> pensó. De pronto sintió una mano en su hombro, volteo y era Carter, sin pensarlo dos veces se acurruco en sus brazos, él le traía tanta paz. Se estaba dando cuenta, en el peor momento de su vida, que se había enamorado.

—El ataúd esta sellado— mencionó —ella esta irreconocible.

—De pronto las lágrimas que salían de los ojos de Leire se volvieron chorros de agua, desembocando en el hombro de Carter, él se dedicó a callar, y tratar de apoyar a aquella chica que necesitaba tanto de el en aquellos momentos.



Minutos después una brisa de aire entro en la habitación, alguien había entrado, Leire volteó el rostro para encontrarse con una Miranda devastada, aquella que no veía desde hace años, Leire soltó a Carter, tenía un deseo incontrolable de golpearla, al llegar frente a ella la observo, no llevaba maquillaje, sus vestiduras eran igual de precarias que las de ella y sus ojos estaban terriblemente hinchados, ella realmente se había permitido llorar. Ella no es tan mala. Recordó las palabras de Nóa, en un movimiento impulsivo, la tomo de un hombro y la abrazo, al principio Miranda se veía confundida, pero después de notar que Leire lloraba en su hombro, se relajó, la abrazó también y no pudo evitar llorar.

Todos en la sala se quedaron en shock, sobre todo los estudiantes del colegio que habían asistido, todos miraban a las chicas llorando como si no hubiese mañana, de pronto Leire se soltó << ¿Qué estoy haciendo?>> pensó, miró a la chica frente a ella, se veía débil, vulnerable, pero no dejaba de ser un monstruo. No dijo nada,  comenzó camino fuera del departamento, solo fue a buscar aire fresco.

Esperó ahí unos momentos, hasta que la gente comenzó a salir, era hora de enterrar a su amiga, de enterrar a su ángel.

El resto del funeral Leire estuvo en modo zombie, ay momentos de la vida que simplemente es mejor ignorar. Como el momento en que toda la felicidad que había sentido durante todos esos meses era cubierta con tierra, el momento en su felicidad se iba junto con su mejor amiga.

Nubes Rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora