Leire Blancarte entro por la puerta de la sección de investigaciones y se dirigió al apartado con el numero 3 donde estaba la oficial que ya concia, sus ojos estaban hinchados de tanto llorar y parecía que hacía días que no se molestaba en arreglarse un poco, pero ¿Quién se molestaría en arreglarse en aquella situación?
-¿Leire Blancarte? ¿Qué haces aquí?- Preguntó la agente al ver a la chica en la entrada.
-Me parece que aún no terminamos con mi testimonio- sonrió –y yo quiero a ese asesino en la cárcel.
-Me alegra que esté dispuesta a cooperar señorita Blancarte- Respondió a su vez la agente.
-Entonces... ¿continuo?
-Por supuesto.
Faltaba menos de un mes para las vacaciones de inverno, Nóa y yo teníamos ya nuestros vestidos que usaríamos en el baile y estábamos más unidas que nunca. Lamentablemente, Nóa también empezaba a arreglar sus problemas con Miranda, y eso significaba que me dejaba sola más seguido o incluso trataba que Miranda y yo conviviéramos, cosa que nunca ocurrió muy bien. Todos en la escuela estaban eufóricos con el baile y a Nóa y a mi aun nadie nos invitaba, aunque esto no nos causaba terror, porque en todo caso iríamos juntas, el grupo de amigas de Miranda (que en ese momento lo dirigía Frida) parecían aves en temporada de cría pavoneándose por toda la escuela para buscar pareja.
La pequeña Samara se había vuelto nuestra amiga y yo la llegue a ver como una hermanita menor a la que debía proteger de todo lo malo del mundo, y al parecer Frida lo había notado porque ya no se atrevía a acercarse a ella. Cada vez el acoso hacia mí fue detenido y comencé a ver cada vez más caras amistosas en la escuela que me sonreían de vez en cuando, eso me hacía sentir más segura sin duda y comenzaba a creer que disfrutaría de lo que me quedaba de secundaria.
Pero Nóa estaba cada vez más y más lejos de mí y más cerca de Miranda, y esto aunque me dolía en el alma, lo aceptaba, porque Miranda también era su amiga y probablemente necesitaba más de ella que yo. Una tarde en el recreo que estaba pasando sola gracias a la ausencia de Nóa, vi a lo lejos que del otro lado de la secundaria había una pelea, comencé a acercarme mientras buscaba a Samara y a Nóa con los ojos, al no ver a ninguna comencé a caminar más rápido, tenía los nervios de punta al acercarme, me pregunte si debía de ir con un maestro, pero me di cuenta que ya estaba muy cerca como para desviarme. Sentí como la sangre me subía a la cabeza al ver que eso no era una pelea, eran cinco chicas contra una, y esa chica era Samara, sin pensarlo dos veces me metí en su ayuda lanzando golpes al aire, cuando por fin pude ponerla bajo mi brazo trate de sacarla pero alguien la sujetaba, seguí esa mano hasta un brazo y ese brazo hasta una cara. Era Miranda.
-¡Oh Perra!- Le grite antes de lanzarle un gran golpe a la nariz que hizo que la soltara.
Tome en mis brazos a la pequeña Samara y la guie conmigo hasta la enfermería escolar. Su nariz sangraba abundantemente, y sus ojos estaban casi cerrados de lo amoratados que estaban, su cuerpecito estaba lleno de rasguños que la hacían derramar sangre y tenía ambos labios rotos.
-¿Qué sucedió con esta niña?- Preguntó la enfermera escolar al ver el estado de Samara.
-Unas chicas la golpeaban al fondo de la escuela... yo... la saque de la pelea y la traje aquí.
-¿Quiénes eran esas chicas jovencita?- preguntó la enfermera, mientras comenzaba a atender a la niña.
-Eran... yo... no las vi- baje el rostro, no podía acusar a Miranda, por Nóa –será mejor que regrese a clase.
Poco después una ambulancia llego por Samara a la escuela, y se la llevo de urgencia a un hospital infantil de la ciudad.
El resto de la tarde me la pase pensando en Sami, y en lo que sea que había hecho para hacer arder la furia de esas chicas que yo no tenía ni una duda de que eran las amigas de Miranda. Nóa llego a mi casa como a las seis e la tarde, y después de charlar un rato respecto a Samara, nos quedamos en silencio ambas viendo un programa de televisión al cual ninguna delas dos le prestamos atención. Yo quería decirle que había visto a Miranda golpeando la pequeña niña, pero temía que no me creyera, que pusiera la palabra de Miranda por sobe la mía.
-¿Por qué lo hiciste?- preguntó Nóa de repente.
-¿Por qué hice que?- Pregunte yo un poco confundida.
-¿Por qué le rompiste la nariz a Miranda?
-¿Enserio me estas preguntando eso Nóa?
-Si... Quiero saberlo- agrego con aire severo.
-¡Estaba golpeando a Samara!- respondí muy enfadada.
-¿Qué? ¡No!
-¿Por qué la defiendes Nóa? Yo la vi.
-¡Porque la conozco Leire! Ella no la golpeaba, solo trataba de ayudarla.- Respondió ella tratando de sonar tranquila
-¿Miranda? ¡Nóa por favor! ¿Le crees más a ella que a mí?
Nóa guardo silencio, y mis de mis ojos comenzaron a brotar lágrimas al darme cuenta de lo que significaba, por supuesto que le cree más ella que a mí, le di la espalda y me dirigí a mi habitación, mi mayor miedo se acababa de hacer realidad. Minutos después escuche como ella salió del departamento, dejándome completamente sola.
Los días que siguieron a ese fueron de lo peor, Nóa no me dirigía la palabra y se la pasaba con su nueva mejor amiga Miranda. Cuando Samara regreso del hospital se la pasaba llorando y se negó en decir quien la había golpeado. Me sentía tan sola. Frida parecía haberle dado rienda suelta a su diversión, y hacia la cosas más atroces que ni siquiera Miranda había hecho cuando ella mando en ese grupo de perros falderos.
Las noches eran tenebrosas y los días helados, las clases me parecían cada vez más aburridas y los caminos cada vez más largos, las tardes en completa soledad me parecían interminables, y me quedaba mirando a la puerta esperando que en cualquier momento llegara Nóa por ahí.
-Leire, que bueno que te encuentro- me interrumpió una niña de primero a mitad del pasillo un día de clases.
-¿Qué sucede?- respondí intrigada.
-Es Samara.... Se suicidó.
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Nubes Rotas.
Acak¿Qué serías capaz de hacer por tu amiga? Una mejor amiga es alguien que muchas veces llega a ser como una hermana, parte de nosotros, ¿y si alguien asesinara a tu mejor amiga? ¿Buscarais al culpable hasta el fin? Leire Blancarte una chica de quince...