Capítulo uno: La apestada.

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El inicio más certero que puedo dar es hace unos meses, en principios de curso. El ambiente estaba impregnado por el olor a útiles nuevos y botellas enteras de colonia, todos tratando de dar una buena impresión. Pequeños grupos de amigos se abrazaban y comenzaban a contar sus historias de las vacaciones, me delimite a observarlos un rato en silencio total y absoluto, me puse a pensar en lo que sería mi vida si Miranda no la hubiera arruinado, si ella no existiera.

—¿Qué tanto les ves?—preguntó una voz en mis oídos.

—Hola Farid— le sonreí mientras le daba un abrazo.

—¿Qué tienes bonita?— tomó mi barbilla en sus dedos.

—¿Por qué todos me odian?

Farid hizo una mueca con la cara y me miro con ojos de lastima, yo sabía la respuesta a mi pregunta, aunque me negara a aceptarlo. Farid era mi mejor amigo, él fue el único que me hablo después de todo el problema que armo Miranda en contra mía, yo lo consideraba el chico más guapo, sexy, tierno y sentimental de toda la escuela y en secreto siempre estuve enamorada de él. Comenzó a caminar y lo alcance de inmediato; me gustaba su mirada, su sonrisa la forma en que su cabello reflejaba el sol, simplemente lo amaba.

—¿Qué pasa Leire?— dijo con una sonrisa  —¿acaso me peine mal?

—No nada de eso— sonreí, tal vez él también me amaba.

Los lugares que no estaban abarrotados por alumnos eufóricos olían a humedad y en ellos había eco, el aula en la que nos tocaba esa mañana estaba al final del pasillo del ultimo edificio de la escuela, era el lugar ideal para confesarle todo lo que sentía por él, o en el mejor de los casos lo que sentía el por mí, faltaban aun veinte minutos para que comenzara la clase y nadie se paraba en el salón ¿quién estaría adentro pudiendo estar afuera? Solo un par de tontos, claro está. En el pequeño trayecto hablamos de aventuras de las vacaciones (de sus aventuras en las vacaciones, no hay mucho que hacer en un departamento sola) él era el único que me hacia reír de una manera real, genuina, con él no tenía que fingir nada y todo era diversión.

—Entonces... ¿quieres ver las fotos?—pregunto con esa cara que era completamente irresistible.

-—claro— dije después de soltar mi labio que mordía involuntariamente.

Había fotos de todo tipo desde el típico << tómame una foto y yo como que no me doy cuenta>> hasta las de << ¿esta pose se ve demasiado falsa? Da igual, tómamela>> cada una me sacaba una manera diferente de sonreír, hasta que vi una foto, una foto que rompía cada minúscula parte de mi corazón, era el con la fiel seguidora de Miranda, Frida. Me quede unos minutos en silencio, ¿Qué podía hacer? Yo era solo una amiga, una que por cierto no es tan bonita como Frida, ni tan perfecta ni con un cuerpo escultural.

—¿esto qué?— susurre lo suficientemente alto para que el me escuchara.

—Ah me la encontré en playa del Carmen, ¿puedes creerlo? Ella es... increíble— dijo con cara de idiota— creo que estoy enamorado.

—¿Qué? ¿De ella?— susurré aguantando las lágrimas.

—No mensa de ti... Obvio que de ella, es la chica más sexy y hermosa del todo el planeta— su cara de estúpido crecía, tenía tantas ganas de golpearlo.

—Vale... supongo que nadie se fijaría en nadie como yo estando rodeada de ellas— susurré.

—¿De qué hablas bonita? Si tú eres la niña más linda en el universo.

—¿Quién es la nena más linda del universo Farid?— Dijo Frida mientras ella y los otros perros falderos de Miranda entraban en el aula.

—¿Y ese milagro que estás sin tu ama?— pregunté sarcásticamente.

—¿De qué hablas estúpida? Me dijo con voz de sentirse superior.

—De nada— interrumpió Farid — ella solo tosió— me miró con esos ojos que nunca antes había visto en él, con unos ojos que me partieron el alma.

—Farid, siéntate conmigo— le dijo la chica como una orden más que como una petición.

El Insensible de mí mejor amigo se fue dejándome completamente sola aquella mañana, completamente consiente que sin él me quedaría vacía, mi corazón latía cada vez más lento y estaba a punto de llorar, pero no quería hacerlo, no enfrente de ellos. Abandone mi asiento y me dirigí hacia la puerta y como en cámara lenta me topé con Miranda en la puerta, no podía más, tenía que llorar, sin darme cuenta las lágrimas ya estaban a chorros en mis ojos. Comencé a correr.

—¿Vieron? La pioja está llorando— alcance a escuchar antes de alejarme lo suficiente.

Mis llantos eran lo único que mis oídos lograban captar, unos llantos solitarios, ruidosos y desesperantes, de solo escucharlos me daban más y más ganas de llorar, el sufrimiento es algo con lo que el ser humano convive a menudo, pero no ha sido capaz de acostumbrarse a él, y es que es simplemente imposible. Después llegó aquel momento de paz que llega siempre después de haber llorado a chorros, ese momento en que ya no puedes llorar más pero tu corazón sigue sufriendo, ese momento en el que me di cuenta que las clases no tardaban en iniciar y tenía que estar ahí antes que el profesor. Corrí con toda la fuerza que no había logrado arrancarme el llanto, empujando a gente que talvez me odiaba, hasta que una chica se atravesó por completo en mi camino justo antes de entrar al salón.

—¡Rayos! Fíjate por donde vas— le dije justo al momento en que entraba al aula, a tiempo afortunadamente.

El salón se detuvo cuando entre en el aula, no sabía que había pasado, siempre preferían ignorarme, y ahora todos me miraban era casi tenebroso.

—¿Qué paso pioja?— comenzó Miranda —¿te robaron a tu noviecito?

—Miranda... ¡Cállate!

Se escucharon susurros de gente estúpida sin vida propia.

—Ay la pioja se revela— dijo en voz demasiado alta —habrá que enseñarle quien manda— me susurró mientras se acercaba.

Preferí darle la espalda y dirigirme a mi asiento, no estaba de humor para aguantar sus niñerías.

—Buenos días jóvenes— dijo el maestro al entrar al salón con esa voz tan característica de él, todos se acomodaron en su lugar como arte de magia.

Después de decirnos lo muy importante que era este último año de secundaria y lo significativo que era encontrar una buena preparatoria comenzó a pasar lista, uno a uno comenzó a mencionar los nombres de mis compañeros que lamentablemente conozco de toda la vida, llego el turno de la chica que está antes que yo en la lista, aclare mi garganta un poco para decir "presente" llegado el momento, pero no fue mi nombre el que dijo si no Nóa Valtierra, todos mis compañeros comenzaron a mirar en todas direcciones, ya que no había ninguna chica con ese nombre en mi salón.

—Nóa Valtierra— repitió el maestro.

Todo empezaba a ser confusión ¿una chica nueva? Una chica nueva que talvez no me juzgaría como el resto de la escuela, una chica que con suerte podría ser mi amiga.

—Nóa Valtierra— repitió por tercera y última vez el profesor cuando una voz melodiosa rompió con el silencio.

—Aquí— dijo la chica que entraba de manera abrupta al salón mientras todas las miradas se dirigían a ella.

Nubes Rotas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora