Parte II

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Parte II

Hasta que no se sintió envuelta entre abrazos y palabras cargadas de cariño, no se había dado cuenta de lo mucho que había echado de menos a la familia Gómez. El calor que se sentía en la casa que ahora solo era ocupada por Manolita y Marcelino.

Era su segundo hogar. La familia que la adoptó desde niña, que la apoyó en sus momentos más difíciles. Guardaba en su memoria las deliciosas comidas de Manolita, los partidos de fútbol junto a Marcelino, los consejos de María y la amistad de Luisita. Gran parte de sus recuerdos los había creado en ese lugar. Y, además de la casa de sus padres, era el sitio que más extrañaba desde que se marchó a Francia.

Amelia se sentía inmensamente alegre por regresar. La bienvenida fue perfecta. No llevaba ni una hora de haber llegado, pero el tiempo parecía no haber transcurrido. Aún encajaba con los Gómez. Todavía se sentía como parte de su familia a pesar de las circunstancias.

Sara estaba sorprendida. La preocupación que había tenido desde que decidieron hacer el viaje, se había transmutado en asombro.

—¿Esta es la familia de tu exesposa? —preguntó Sara en voz baja al oído.

—Claro que lo es. ¿Por qué la duda? —habló Amelia extrañada.

—Es que estoy que flipo. Esperaba que fueran... no sé. Diferentes. Generalmente, no tratas a tu ex nuera como a una hija.

—Mis padres aman más a Amelia que a nosotras. —dijo María luego de haber escuchado su comentario.

—¿Qué dices María? Eso no es cierto. —refutó Amelia riendo nerviosa.

—Si ellos mismos lo han dicho.

—¿De qué hablas hija? —indagó Marcelino sumándose a la conversación.

—Le digo a Sara que ustedes quieren más a Amelia que a nosotras. —respondió María.

—Sí, es cierto. —Aceptó su padre.

—De haber podido, la adoptaríamos. Sería la favorita. —añadió Manolita.

—Incluso, creo que me aceptaron como novio de María, solo por ser amigo de Amelia. —comentó Nacho.

Y, con esas palabras, todos rieron.

El ambiente continuó ameno y divertido hasta casi iniciar con la cena. Las conversaciones se entremezclaban, y Sara parecía sentirse más cómoda. Dos horas exactas duró hasta que se escuchó que tocaron la puerta.

Aquel sonido pareció detener el tiempo. María miró a sus padres y Nacho bajó la mirada. Amelia sabía el motivo, incluso a Sara quien posó su mano sobre su rodilla.

—Ya voy. —dijo Manolita poniéndose de pie para abrir la puerta—. Hola, hija. Pasa, pasa. —Escucharon su voz antes del sonido de la puerta al cerrarse.

Sus pasos se acercaron hasta que, junto a ella, apareció Luisita Gómez, la integrante que faltaba.

Manolito y María se acercaron a saludarla con un abrazo y Luisita tomó asiento en la mesa, al lado de Nacho, justo al frente de Amelia.

—Llegué en buen momento. —comentó Luisita mientras Manolita colocaba un plato para ella.

—Ya pensaba yo que no vendrías, Luisi. —dijo Marcelino sin malicia, pero bien podía sentirse como tal, y sus palabras aumentaron la evidente tensión.

Por un momento, solo se escuchaba el sonido de los cubiertos golpeando los platos, hasta que alguien hacía un comentario aleatorio en un vano intento por regresar al ambiente agradable del inicio. Para Amelia era fácil identificar el esfuerzo de todos por evitar contar historias embarazosas que involucraran a Luisita. Casi imposible teniendo en cuenta lo vivido entre las dos.

Desvío a MoiraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora