II

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Quería golpearlo.

En la cara. Justo en medio de su estúpidamente bien hecha cara y tumbarle todos esos blancos dientes perfectos.

Bueno, no literalmente.

Era la tercera semana consecutiva en la que ese chico se sentaba a su espalda a esperar por su consulta, intentando lograr una conversación que resultaba en el desconocido y obstinado muchacho soltando comentarios sobre el clima y Renjun respondiendo monosílabos o ruidos incómodos, casi siempre con la visita fija en otro sitio y muchos esfuerzos por no parecer grosero. De cierta forma era hasta reconfortante verlo ahí cada jueves, ya sea que el chico llegara más temprano o poco después de que Renjun tomaba asiento. Pero ahí estaba, sin falta, con su sonrisa siempre brillante y sus grandes ojos infantiles que reflejaban una emoción extraña para alguien que comenta que la comida en el comedor del hospital no es tan mala cuando te acostumbras.

Renjun se pregunta si el chico toma terapia con otro médico, porque cuando su sesión termina y sale del consultorio del doctor Kim, ese muchacho se ha ido. A veces se dice a sí mismo que va a preguntar más tarde en la recepción, pero siempre se acobarda y cuando empiezan a sudarle las manos, da media vuelta directo a la salida.

Esa tarde decidió hacer una titánica azaña de valor, armado de un montón de confianza que recogió de todos los rincones posibles y, por primera vez, le siguió la conversación. Por superar que no esperaba que las cosas resultaran de esa forma para él cuando le siguió la plática.

"¿Te gustan los juegos en línea?" preguntó con su habitual emoción, siempre mirando hacia su dirección apenas con el torso girado hacia él.

Renjun asintió en silencio, mirándose los dedos sobre el regazo. Era el momento. Así que tomó una pesada y profunda respiración y giró para encarar al muchacho respondiendo un "Sí, me gustan mucho" que hizo sonreír con fuerza al chico alto y continuar con frases entusiastas como "¡Waaah! ¡A mí también me gustan mucho!" seguido de un etcétera que no le permitió a Renjun hablar demasiado después de eso, pero sin duda lo puso de buen humor.

Aunque al principio lo veía como un chismoso insistente, con el tiempo ese chico parecía mostrar su verdadero ser. Era como un foco brillante de positivismo y parecía siempre tener algo que decir, bastante ingenioso, para sacar conversación. Renjun lo observa hablar con entusiasmo sobre skins y su logro más reciente y le dan muchas ganas de sonreír, porque siempre ha pensado que no hay nada que haga verse más bonito a alguien que hablar sobre lo que le gusta.

Y así pasaron los días hasta otro jueves, en el que el muchacho llegó lleno de energía como de costumbre a sentarse en la banca detrás de Renjun. Es la primera vez que reparara en su uniforme escolar, mismo con el que se aparece cada semana en el hospital. Lleva el blazer en la mano y Renjun nota que es de una escuela pública, no demasiado lejos de la clínica.

—Hola—le sonríe, como de costumbre.

Mucho más relajado, Renjun asiente en su dirección, inclusive mirándole de costado. —Hola.

El muchacho se estira en la silla, un profundo bostezo saliendo de su boca. Se ve notablemente trasnochado, aunque no deja de ser radiante. Renjun suspira y le da su más sentido pésame en silencio, porque sabe de primera mano que la temporada más difícil del último año está comenzando.

—Cielos, nunca había tenido tanto sueño... — el chico se revuelve el cabello con hastío, tratando de mantener el cansancio fuera de su cuerpo —¿Tú dormiste bien anoche?

Renjun pega un respingo en su sitio al escuchar tan cuidadosa pregunta soltada con el menor de los cuidados, como si le preguntara la hora. Hace tanto que no duerme bien que se siente mal en mentirle y decirle que sí, solo porque lleva demasiado tiempo en silencio, observando con las pupilas temblorosas los ojos tranquilos del chico. Si se ven cansados, de hecho, pero aún brillan. Siempre brillan.

Fuera de servicio || JaemrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora