El Juicio

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El brillo que cegaba sus ojos parecía más intenso a causa del humo que lo ahogaba. El calor que lo envolvía hacía hervir su sangre. Sus huesos eran brasas cocinándolo por dentro. Recién al gritar pudo escucharse y escapar despertando a la realidad.
Aún resonaba en sus oídos la voz de Pol, su vecino, que lo invitaba con gritos furiosos a quemarse.
Durante el desayuno siguió pensando en esa pesadilla. No entendía porque se había sentido tan real. Su mujer trataba de calmarlo, distraerlo.
Ese recuerdo se fué diluyendo durante la jornada de trabajo. Entre el labrado y la limpieza de lo cosechado,
solo fué quedando un mal sabor de boca.
Pero al ver a Pol llegando en su carro por el camino, levantando su botella de vino, convidando a la distancia, y una bondadosa sonrisa en su rechoncho y áspero rostro, todo se volvió muy claro.
Pol quería matarlo.
Dam no se lo hizo saber enseguida. Quería saber la razón del rencor en el corazón de Pol. Lo recibió como
siempre. Ni siquiera le mezquinó de su almuerzo. Hablaron de lo cotidiano. La labranza, los perros, las
visitas de la caravana de la Gente Noche.
-¿Crees que tendrás buena ganancia está vez? - preguntó Dam.
-Ya lo creo. Separé gran parte de lo mejor para los intercambios. Y ya que está vez me tocan los primeros
lugares, la ganancia está asegurada.
-Que bien. Solo espero que la Gente Noche haya recolectado lo suficiente para el resto de nosotros.
-¡Jaja! ¡Espera a ver si yo dejo lo suficiente para ustedes!- rió con cierta malicia Pol. Dam pensó si Pol
habría tenido el mismo sueño.
Esa noche Dam se distrajo antes de dormir pellizcando las cuerdas de la guitarpa. La música lo calmaba y
adormecía.
Cuando se vió en el camino del Noroeste, adentrándose al yermo, una ventisca lo obligó a volver el rostro.
Abriendo apenas los ojos veía el resplandor del sol detrás de la espesa cortina de tierra. Un filo empezaba a
entrar en su abdomen.
-¡Acércate más, Dam! ¡Deja que entre, que atraviese! ¡Jajaja!- lo llamaba la voz odiosa de Pol.
Al caer de la cama, también cayó a la realidad. Las vísceras que intentaba retener dentro suyo no eran más
que las viejas cobijas canjeadas hace tiempo a los mercaderes de la Gente Noche. Sin probar ni un bocado
de amasorneado se dirigió a los Arcos del Juez.
Una vez frente al Juez, expuso su caso
- Ya es la segunda noche, Honorable, necesito una vigilia de testificación. No puede permitir que esto suceda sin usted actuar.
- Señor Dam, entiendo su preocupación, y lo que exige ante mi es lógico, pero recuerde que la efectividad de ese proceso es dudosa y depende del consejo de sabios, por lo cual hace tiempo que está en desuso.
- Entiendo las desventajas, pero es lo único que puede librarme de tal destino.
- Muy bien, si no desiste de su necesidad, mandaré de inmediato a organizar los preparativos.
Esa tarde ya estuvieron informados los guardias, los sabios, y Pol. Por la noche, bajo los Arcos del Juez,
alumbrados por la luna y alguna que otra antorcha, se dispusieron a la sesión de vigilia de testificación.Después de contar a los sabios los sueños anteriores, Dam se acostó sobre el colchón de pieles,
y tardó en dormir, aún con las melodías serenas de las guitarpas, debido a la gente que lo rodeaba.
El frío del río lo hizo reaccionar y darse cuenta que la canoa tenía una gran filtración. Si su orientación no lo engañaba, se dirigía hacía el sudoeste. Si su memoria no lo engañaba, iba directo al salto del Acantilado. Esas preocupaciones lo distraían del hecho que Pol navegaba en la canoa de al lado. Tampoco notaba que las piedras que este le tiraba dañaban aun más su maltratada embarcación.
El remo que debía ayudarlo parecía hecho de tela. Cada vez que lo hundía en el agua se ponía tan blando,
que no permitía que Dam huya, ni se acerque a defenderse. Era rígido en su mano pero el agua lo debilitaba.
- ¡No intentes alejarte, Dam! ¡Yo te alcanzaré antes de que caigas! ¡Ja jajaja!
El estruendo de la caída de acercaba a gran velocidad. Pero más resonaba su propio corazón, aturdiéndolo.
Quiso remar con su mano, pero ,aunque permanecía sólida, había perdido casi toda su fuerza. La perdición era inevitable. Pol a un lado. La caída por delante.
"Mientras permanezca arriba tendré salida" se dijo. Y se lanzó.
-¡No! ¡Idiota!- el grito de Pol se ahogaba fuera del agua.

Los sabios guardaban silencio.
Tenían que estar atentos a cada reacción. Debían percibir cualquier señal que revele el sueño.
-Déjame, mmm, vete… Ahh. No, no ahhh. ¡Pol, no!- gritó Dam antes de caer de la pila de piedra y pieles.
Al dar de lleno en el piso levantó una pequeña nube de polvo. Antes que se disipe, algunos se apuraron a
levantarlo. Al sentarlo en las pieles le dieron a beber agua. Y los sabios se dispusieron a preguntar.
- ¿ Dónde estabas, y con quién?
- El río, la corriente al sur de… Hacia el Salto, y cerca mío iba…- Dan miró alrededor. Entonces lo vió. Su rostro se tensó por el pánico.
-¡Maldito Pol!
-¡Maldito tú! ¡Lo estás fingiendo todo!- vomitó Pol, en un grito, los nervios contenidos- ¡Es tu envidia por
los canjes de éste año!
Se abalanzaron uno hacia el otro. Los testigos intentaron refrenarlos, pero se zafaban fácilmente, una y otra
vez. Solo buscaban herir al nuevo enemigo, para evitar el final predestinado por aquel sueño. Golpes firmes y decididos hacían sonar las manos en el cuerpo rígido del contrincante. Los encuentros de los puños con los huesos daban chasquidos secos. El forcejeo los llevó cerca de la antorchas que marcaban el límite de los Arcos del Juez, justo antes del pozo de los deshechos. Entre tantas caídas y revolcadas, en medio del polvo y las ramas secas, traídas para arrojar al pozo, empujaron una de las antorchas.
El descenso de la llama atada a al palo, fue lento, agónico. Todos supieron que pasaría cuándo ese fuego
tocase el fondo. Toda la madera y demás desechos arderían consumiendo todo lo que cayera en aquella porción de infierno.
Primero subieron bocanadas de humo espeso a causa de la humedad del material superior. El brillo del
fuego que empezaba su trabajo era opacado por aquel humo. Las gargantas se cerraban al aspirarlo. Los ojos se nublaban por las lágrimas. Un certero golpe hizo trastabillar a Dam, quien siguió la senda de la antorcha.
Sus manos se arrastraban cayendo por la pared de tierra del pozo, hasta que pudo asirse de una vieja raíz que
sobresalía. Las llamas abrían sus fauces llenas de dientes luminosos, mordiendo ,con calor, sus pies  a la
distancia. Entre el humo, la tierra y las lágrimas de sus ojos pudo ver una silueta. "Vamos, termina lo que
empezaste" pensó. Pero desde aquella sombra se extendió la misma mano que antes lo había golpeado.
-Intenta acercarte Dam. Te alcanzaré antes de que caigas.
-¡Déjame en paz, infeliz!
Hizo fuerza para trepar, pero otra rama se empezaba a enterrar en su carne.
-¡No seas terco!- lo retó Pol.
-Esta maldita rama, me está apuñalando.
- Momento, no te acerques más. Harás que penetre, que te atraviese.
Los demás por fin reaccionaron. Decidieron usar todo lo que tenían a mano parecido a una soga.
Las llamas aumentaban. En tamaño. Brillo. Calor. Un sol desenterrándose.
Dam sintió la rama crujir dentro de su puño. Alguien tomó por los tobillos a Pol.
- Solo no lo lograrás, ¡Que me sostenga alguien más!- ordenó Pol, temiendo caer.
La rama se inclinó aún más hacia abajo. Las fuerzas abandonaban a Dam.
"Ya está, no me mantendré arriba. Ya no tengo salida" pensó. Y se soltó.
-¡ No, idiota!- fue el grito de Pol, al tiempo que tiró el lazo hacía Dam.
Hasta hoy nadie se explica cómo ese lazo se cerró alrededor del torso de Dam. Ni el propio Dam, ya
que había cerrado sus ojos al decidir internarse en aquel sol semi enterrado. Pol se da una idea, por
como fue hecho el nudo.
Pero el gran misterio siempre será este: si llegaron a esa situación por el sueño; o el sueño mostró como
llegarían a esa situación. La comarca amarilla encierra estas curiosidades...

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