Día 3. Rumores

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— Tiny AU - OneShot
— Universitarios
— Espero que les guste 💖

*****

No podía creer lo que sus oídos escuchaban. Quizá aquellos murmullos de sus compañeros se escuchaban distorsionados a través de la puerta del baño, o tal vez era solo una alucinación causada por su subconsciente. No podía ser real.

— ¿Gay? ¿Estás seguro? — risas — No me jodas tío, tan imponente que se ve.

¿En realidad hablaban de quien creía? La rabia comenzó a acumularse, preparándose para salir y golpear a quien fuera que se esté burlando de aquello.

Sin embargo, toda la ira se desvaneció cuando el otro habló.

— Que sí, macho, con decirte que lo ví llegar a la escuela con su tiny en el bolsillo, y no me vas a creer quién coño era — rechiflaba, sin parar de reírse — más seguro, imposible.

¿Tiny? Hasta donde sabía, el ruso no tenía uno. ¿Cuándo lo había recibido? ¿Por qué no le había contado?

No mentiría, su corazón se había roto un poco al escuchar que la persona que le gustaba había recibido un alma gemela. Más aún al pensar que no tenía la confianza suficiente para contarle.

Sus oídos dejaron de escuchar y su mente comenzó a maquinar, dando vueltas una y otra vez a esas palabras, ignorando todo lo demás a su alrededor, encerrándose en su mundo, cerrando los ojos y tratando de racionalizar, pero le era imposible ahora mismo.

Él no lo había recibido aún. Había escuchado que no todos lo recibían a la misma edad, que dependía de miles de cosas diferentes, y que "ya llegaría".

Pero no les creía.

Todos ellos lo habían recibido exactamente a la misma edad, pero él acababa de pasar a la edad siguiente, y su puerta estaba vacía al despertar.

¿Quién creaba a esos seres? ¿Quién decidía sus destinos? No tenía idea, pero lo odiaba. Odiaba sentir que aquel ser se burlaba de él, que se mofaba vilmente en su cara, enviándole un tiny a Volkov, justo ahora, justo cuando todo parecía apuntar a su favor.

Había comenzado a hablar con Viktor hacía unas semanas, y las raíces de su amistad comenzaban a crecer. El ruso era una persona reservada respecto a muchos aspectos de su vida, pero estaba decidido a romper esa coraza y descubrir qué más había en su interior.

La última vez que mencionó el tema, su nuevo amigo bajó la mirada, negando suavemente con la cabeza. Estaba apenado de admitir que aquello le reconfortaba. Le hacía sentir mejor saber que no era el único sin un alma gemela, aunque se mezclaba con la culpa de alegrarse por una desgracia.

Entonces, ¿qué había pasado? ¿acaso era posible que de verdad ahora tuviera uno?

Escuchó la campana sonar y los pasos de sus compañeros salir de los baños, abriendo rápidamente el cubículo y corriendo hacia el aula, obligándose a sacar de su mente lo que acababa de escuchar.

"Son solo rumores", se repetía a sí mismo, intentando convencerse de que no era posible, de que no era el único en el mundo que estaba destinado a la soledad.

Había quedado huérfano siendo muy joven, teniendo que mudarse con sus tíos a otra ciudad, alejándose de todos sus amigos y conocidos.

Tal vez por fuera parecería que tenía muchos amigos, pero no era así. Era una persona sociable, es verdad, pero no consideraba a nadie realmente su amigo. Excepto a una persona. Una persona que había conseguido robarle el corazón, que había ganado su confianza con tan solo una mirada, y que acababa de romperlo todo con la misma rapidez.

No podía enojarse con él, no era su culpa. Pero lo estaba. Estaba enojado con él por ser tan formal, por ser tan serio. Estaba enojado con él por la manera tan dulce en que le llevaba café cada vez que se encontraban para estudiar. Estaba enojado con él por haberle permitido hablarle, por haberlo aceptado. Estaba enojado con él por ser como era, por enamorarlo. Estaba enojado con él por haber recibido un tiny y con ello lanzar por la borda lo que creía que tenían.

Estaba enojado con él, hasta que entró al salón y lo vio.

Sentado tan firmemente en su asiento, con la vista al frente y el cuaderno perfectamente acomodado en su mesa. Su cabello acomodado tan pulcramente hacia atrás, a excepción de aquel pequeño mechón que caía por su frente, haciéndole lucir tan tierno.

Su vista bajó un poco más, y sintió el mundo desvanecerse a su alrededor. Ahí, en su bolsillo, justamente donde sus compañeros habían mencionado.

Ahí, en su bolsillo, había una réplica miniatura de Horacio. ¿Era posible o su vista lo engañaba?

Se acercó a su lugar, justamente a la derecha del ruso, sentándose nervioso mientras observaba los ojos del pequeño iluminarse a la vez que le dedicaba una sonrisa y lo saludaba con un movimiento de mano.

No pudo más. El pánico le invadió, las emociones se acumularon, haciéndole levantarse de prisa, ignorando los ojos grises que le miraban con sorpresa, sin tiempo de notar el rubor que se acumulaba debajo de ellos y la forma en que la saliva pasaba lentamente por su garganta.

Corrió hacia la calle, tomando el primer bus hacia su casa y bajando a tropezones cuando llegó a su parada.

Con pasos apresurados, caminó hacia la puerta, y ahí lo vio. Una casa. Pequeña, elegante, discreta. Su corazón sabía lo que encontraría en el interior, pero su cerebro dudó, haciéndole asomar poco a poco hasta que sus ojos enfocaron la pequeña figura que reposaba sentada en la cama.

Con su porte serio, los ojos grises y el mechón que invadía su frente. Con todo lo que lo hacía él.

Todo este tiempo había sido él.

** Fin del día 3**

Volkacio Loving MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora