⚜️ Trois

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Los May partieron de regreso a Londres la mañana siguiente, puesto que Brian insistió en que sería lo mejor sacar a su prometido del país lo más pronto posible

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Los May partieron de regreso a Londres la mañana siguiente, puesto que Brian insistió en que sería lo mejor sacar a su prometido del país lo más pronto posible. Solo Winifred los acompañó al puerto para despedirlos, abrazando a su hijo en medio de sollozos y deseándole toda la suerte del mundo en su nuevo hogar. Roger no dijo mucho, solo asintió correspondiendo al gesto, y siguió a la familia inglesa en silencio.

El rey había mandado a uno de sus soldados para supervisar que todo se diera como fue acordado, que cumplan con la promesa de secrecía. Brian lo reconoció como Staffell, el soldado que estuvo con él en el campamento y con quien llegó a ser un gran amigo, y que en varias ocasiones había jurado su lealtad hacia su príncipe por sobre todo. Pequeño detalle que decidieron ocultar del rey Michael para evitar que enviara a otro caballero en su lugar. Roger, sin embargo, no lucía cómodo y no participó de la conversación entre ellos hacia el puerto, ni en lo que subían algunas de las valijas el barco.

Brian se lo llevó a su habitación, con la idea de que una vez a solas, Roger se despabilara por completo, y empezara a contarle a detalle todo lo que pasó desde la última vez que se vieron; cosa que no pasó. Lo que sí pasó, pero no esperaba, era que el menor se parara en una esquina cerca de la ventana, pero con la mirada en el piso... como si sus zapatos fueran más interesantes que el horizonte que prometía su libertad.

—¿Roger?

El rubio regresó a verlo, fugazmente, como para solo hacerlo entender que sí lo escuchó, y en seguida corrió la mirada al piso.

—Roger — llamó de nuevo, y el rubio lo miró pero esta vez sostuvo la mirada. No con esa confianza de siempre, pero tampoco con el terror de antes.

—¿Sí?

Brian sonrió con tristeza al escuchar de nuevo su voz, tan débil e insegura que no parecía suya. Se le acercó despacio y lo rodeó con sus brazos, atrayéndolo para darle un abrazo.

—Te extrañé tanto, no supe nada de tí en eras, solo te vi desaparecer en esa carroza en Landau, y eso fue todo —murmuró sin soltarlo. Por la cercanía pudo percibir con claridad el perfume cítrico que tanto llamó su atención la primera vez, pero que había sido oculto con un jabón especial pues, según el rey Michael, era una distracción. —Dime, ¿qué pasó? Cuéntame todo, por favor — pidió separándose un poco para verlo.

—Me llegó el karma.

—Rog... que seas omega no es un castigo, no hiciste nad–

—No, es karma — repitió el menor — por haber juzgado tanto a Farrokh. Él me dijo, ¿sabes? Me dijo "verás que ser omega no es tan malo como todos dicen, cariño." Yo le grité, lo insulté en tres idiomas distintos por haberme hablado así, porque obviamente no iba a ser un omega. ¿Yo? Pfff, nunca, ¿no? C'était ridicule... — bufó.

—Rog...

—Esto es karma — explicó secamente — él me habló de karma. Creo que me maldijo, cuando traté de decírselo a mi padre me pegó una cachetada...

𝐻𝒶𝓃𝒹 𝓂𝑒 𝓉𝒽𝑒 𝒲𝑜𝓇𝓁𝒹 𝑜𝓃 𝒶 𝒮𝒾𝓁𝓋𝑒𝓇 𝒫𝓁𝒶𝓉𝓉𝑒𝓇 | ᴍᴀʏʟᴏʀ ᴀʙᴏDonde viven las historias. Descúbrelo ahora