Única parte.

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El inicio del día transcurría con naturalidad, permitiéndole a Frank poder llegar a su destino sin inconvenientes. Se dio la libertad de ir a un ritmo lento, mientras iba admirando como el sol ilumina la ciudad que comenzaba a despertar. No tenía caso apresurarse si iba a estar sin hacer nada, más de veinte minutos en la parada de autobuses.

Una vez que llegó, no pasó más de un par de minutos para que su transporte llegara. Sin darle más vueltas al asunto, entro y se posiciono en los asientos vacíos más cercanos de la entrada. Sus ojos están atentos a las puertas que permanecieron cerradas por varios metros, hasta que el vehículo se detuvo. Frank pudo sentir como su pulso se aceleró, alertando que alguien especial está por llegar.

Un pelirrojo llamó la atención de Frank, aunque eso no fue una sorpresa, necesariamente. Admirar la belleza del joven ciego era la única y principal razón para que él dejara pasar el primer transporte y aguantara los regaños que le esperaba, de parte de los profesores, por llegar tarde a sus clases. Para Castle, valía la pena si eso garantizaba que podía tener una plática con él, por muy pequeña o insignificante que pudiera llegar a ser.

Sin perder tiempo, lo llamo. Este, al reconocer a quien pertenecía esa voz tan aprendida, volteo su cabeza hacia él e, inevitablemente, una sonrisa se le escapo. Una pequeña sonrisa, pero llena de emoción, Sin dudar y sosteniendo la mano del pelinegro con firmeza, enseguida que logro encontrarla, Matthew se acercó al mayor. Después tomó asiento junto al joven y tuvieron que pasar unos cuantos segundos para que el pelinegro encontrara su propia voz y pudiera pronunciar algo, ya que su atención y mirada se perdió en ese frágil cuerpo que tanto deseaba proteger y amar.

—Buenos días, Rojo —saludo, como ya era rutina. Frank hablo tan cerca de su rostro que las mejillas del pelirrojo, rápidamente, se pintaron de un rosa suave.

—Buenos días, Frank —contestó, sonriente y tan bajito que solo su acompañante pudo escucharlo.

Siempre pasaba lo mismo. Ambos tenían una plática amena y con demasiada cercanía como para tratarse de una simple conversación amistosa, pero nada pasaba de ahí. Absolutamente, nada. Claro que los comentarios de sus conocidos no se hacían esperar, pero preferían no enfocarse en ellos, ya que logran su cometido y terminaban más nerviosos que al principio e incapaces de poder decir algo sin terminar sintiéndose avergonzados.

A pesar de esto y su evidente negación hacia algo que cada vez era más obvio, no solo para ellos, sino que, también para las personas que estaban al tanto de ese drama romántico. A pesar de todo lo que se pudiera opinar al respecto, ambos tenían el contante pensamiento de querer modificar esa rutina tan arraigada que tenían, pero había un detalle que parecía insignificante y es que los dos tenían responsabilidades que debían atender quisieran o no fuera de querer intentar que algo emocionante naciera entre ellos. Esto les impedían que todos sus intentos se pudieran extender hasta llegar a saborear un sueño hecho realidad.

Sin embargo, alguien no estaba dispuesto a seguir por ese camino. Matt ya estaba cansado de seguir en la misma fase, después de tanto tiempo. Él quería tomar un poco de riesgo, incluso las riendas de lo que pudiera pasar, si era necesario, pero había un detalle importante. El pelirrojo no tenía la menor idea de cómo lo conseguiría y es que reconocía que aún le faltaba algunos aspectos por conocer de su enamorado y no estaba seguro si la reacción que recibiría por su atrevimiento sería buena o empeoraría todo. Ese era el principal motivo para detenerse, cada vez que su cuerpo se llenaba con un poco de valor. Claro que su reacción hacia él, tampoco eran de ayuda.

Cada vez que tenía el robusto cuerpo de Frank tan cerca del suyo, su cerebro no funcionaba con normalidad y su cuerpo se petrificaba ante tal emoción mal contenida, llegando a los limites donde no podía encontrar una manera de expresarlo, adecuadamente. El joven ciego se sentía tan preso a la necesidad, casi compulsiva, de querer acariciar a su acompañante de cada mañana con tantas ganas, que Matt pensaba que se sobrepasaba en muchas ocasiones. Le tranquilizaba escuchar los comentarios sarcásticos del mayor, ante esas acciones que parecía no poder controlar y lo que le demostraba que, contrario a lo que él podía sospechar, a Frank le gustaba ese tipo de atención de parte del pelirrojo. Era una manera de mantenerlo a raya y no pasar a más y lograr perderse en esas manías que cada vez los delataban más, pero también lo hacía fantasear y llegar a pensar que, por mínimo que fuera, compartir su amor con el otro, no estaba tan lejos como parecía.

Contigo [Fratt]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora