Capítulo 1

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Eleena

Nunca me ha interesado mucho el tener que socializar con las personas, son simplemente odiosas. Muchas personas piensan de mi, que soy la típica chica sin amigos, o con pocos, soy seria, saco buenas notas... Por supuesto que no me conocen en verdad, sino me temerían por la locura que se adueña de mí, pero prefiero que no lo hagan.

Vivo en Torremolinos, una ciudad (aunque prefieren llamarlo pueblo) de Málaga, en España. Hay alrededor de 77.000 personas viviendo en esta ciudad, demasiadas en mi opinión. También al ser una ciudad turística hay bastantes extranjeros que vienen para pasar las vacaciones en la playa. Y entre todas esas personas, mi rol en estos momentos es ser una estudiante más.

-Hey Eleena, ¿me estás escuchando?-una voz me saca de mis pensamientos, es Laura, mi compañera y amiga de clase-parece que no me estabas escuchando, te estaba preguntando que cuando hay examen-me replica

-Perdona, es que tengo sueño... Tenemos el examen de matemáticas la semana que viene-le conteste con una sonrisa sarcástica, a ella no se le dan bien las mates

-Pero si no entiendo nada, ¡¿cómo es que el examen es la semana que viene?!-me pregunta histérica, por suerte no es la primera vez que pasa

-Te puedo ayudar, pero a cambio me das chocolate-ofrecí, y ella asintió, sabe que mis clases no son gratis y por lo menos exijo poca cosa

Seguimos hablando de temas triviales hasta que empezaron las clases, somos buenas estudiantes, o por lo menos de mi parte. Las clases pasaron muy lentas, ya que nuestra clase, a pesar de estar en 3º de la ESO, se comportan como niños de 7 años o incluso menos, interrumpen los profesores, juegan, pelean, gritan... Para mi son molestias, muy simple.

Cuando al fin terminan las clases salimos de las últimas en dirección al autobús que nos llevará a casa, de parada en parada nos despedimos, Laura vive una parada antes de la mía. Una vez bajo del autobús, voy caminando por las solitarias calles en destino a mi casa, no es de esperarse que hayan muchas personas puesto que es invierno. Al llegar a mi hogar, abro la puerta y saludo a mi perro, Leyko, que espera a la llegada de mi madre y apenas me ve, voy a la cocina a saludar a mi padre.

-Hola-saludo-¿qué vamos a comer?-pregunto acercándome a la olla y oler la comida preparándose

-Tu comida favorita-me dice riendo, a lo que yo respondo con una mueca de fastidio, siempre me dice lo mismo y siempre es algo que no me gusta

-Ja ja-río irónicamente-ahora enserio qué vamos a comer?-pregunté ya cansada de la misma tontería

-Ya te lo dije, tu comida favorita, potaje-me miró con una sonrisa

-Pues adiós-le respondo y me fui a mi cuarto ha dejar las cosas del instituto

Es cierto que me gustan pocas cosas en este mundo, me alimento mal y soy consciente, pero a parte de no gustarme no me entra el apetito, y al final a penas me alimento.

En la hora del almuerzo hablamos de como fue la mañana, cuento cuanto molesta mi clase, el día a día.

-¿Este fin de semana puedo dormir en casa de Sara?-pregunté a mis padres mientras metía una cucharada del caldo en mi boca

-Claro-me respondió mi madre con una sonrisa-si la madre de ella está de acuerdo, me parece perfecto

-Si lo está, le preguntamos en el instituto-le hablé con calma-pues voy a ir preparando mis cosas-dejo el plato casi vacío a comparación de todo lo que me había puesto y seguido de esto me levante, cerré la puerta del comedor, y me detuve a escuchar a mis padres

-Pero no ha comido casi nada y ya se está yendo por ahí-dijo mi padre frustrado

-Déjala, ha comido bastante-le reprochó mi madre-cuanto me alegra que Eleena tenga amigas y socialice más-escuché a mi madre hablar, sonreí cínicamente y me fui hacia mi habitación

Al llegar, recogí una mochila bastante grande, parecida a las de deporte, y la dejé encima de mi cama. Abrí un cajón de mi escritorio, donde habían un par de libretas con muchas anotaciones, luego me dirigí al armario donde aparté la ropa en perchas para dejar ver una especie de puerta oculta, busqué las llaves en mis bolsillos pero no la encontré en ningún sitio ¿dónde se habrán metido las malditas llaves? Busqué con calma por la habitación, todavía tenía tiempo, dicen que con paciencia todo se encuentra, o por lo menos a mi me sirve, y sí, aparecieron debajo del colchón

-¿Cómo es que llegaron hasta ahí? Que yo sepa las llaves no andan...-las agarré y abrí la puerta del armario.

Sonreí al ver que todo seguía en perfectas condiciones, dejé todo en la bolsa bien puesto con algo de dinero falso, hay que dar ilusiones. En otra mochila, de espalda, metí cargadores portátiles de móvil, mis llaves, ropa, una identificación falsa, una cuchilla por si alguien me atacase y por último... Mi querida máscara de gato con un patrón de rombos negros y dorados, ligeros toques de bolitas de metal, engranajes en la parte de la frente, y en la parte superior de los huecos de los ojos, delineando estos con cobre hasta que en la punta acaba en espiral, como si fuera una oruga metálica.

Con todo listo, salí de mi cuarto y me despedí de mis padres.

-Pásatelo genial-me dijo mi madre con su sonrisa orgullosa

-Claro-le di una sonrisa inocente de vuelta-volveré el domingo por la noche como muy tarde

Y al salir de mi casa me puse los cascos con música, camine a paso tranquilo hacia el puerto observando las olas del mar elevarse y romperse en las orillas de este. 30 minutos calculaba para llegar a mi destino.

ENTRE NUESTRAS MÁSCARASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora