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Sumisos y obedientes.

Así esperamos la recompensa.

Mailen

Ambos descansábamos tirados en el suelo: estaba sentada a horcajadas rodeándole las caderas, y Axel descansaba el mentón encima de mi cabeza. Encajábamos como las piezas de un puzle, era como si estuviéramos hechos a medida. Levanté la cabeza dedicándole una leve sonrisa: sentí los ojos hinchados cuando sonreí. Cuando lo miré a los ojos, fue una nueva sensación: ya no era un perfecto desconocido, finalmente Axel se había abierto a mí. Era nuestro nuevo comienzo, un camino destellado sin ningún tipo de misterio o tapujos. Lo sentí libre; me sentí libre por primera vez desde hacía mucho tiempo. Miré sus labios: estaban algo hinchados después del beso que le di, y eso solo me hizo desearlo aún más, saber cómo se sentiría lamerlos me puso a cien. Como si me hubiera leído la mente, tiró de las puntas de mis rizos rojos, alzando mi cara, para que mis labios fueran más visibles. Con la otra mano, me empujó el cullo para que estuviera más cerca, y no tardó mucho más hasta que me besó. Me besó con rapidez, pues aun sabiendo que allí nadie nos podría interrumpir, nuestra urgencia era mayor. Ya no había más restricciones, quería tocarlo, de la misma manera que él quería tocarme, y no volvería a soportar no poder hacerlo cada vez que quisiera. De la misma manera que lo había hecho esa mañana, le arranqué por segunda vez la camiseta que me impedía tocarle, quería pasarle las manos por todo el cuerpo. La piel de su torso estaba caliente, por lo que se contrajo cuando lo acaricié con las manos frías, pero no o escuché quejarse, sino al contrario, me apretó más contra sus caderas. Me separé rompiendo nuestro beso un par de segundos cuando gemí en su boca: noté como su erección se clavó en mi vientre; me sacudí de placer. Axel sonrió en mi boca y volvió a besarme. Me quitó la camiseta y metió dos dedos por la mitad de mi sujetador, tirando de la costura que sujetaba ambas copas, volví a gemir cuando la tela se separó un par de centímetros de mi piel, y entonces, casi sin previo aviso, Axel metió los cuatros dedos y con un tirón en seco, tiró fuerte de la costura, hasta que la misma cedió y se rompió por la mitad liberándose de esta manera mis tetas; Axel me había roto el sujetador. Gemí tan fuerte, que Axel me golpeó en el trasero por encima de la tela de mis vaqueros, solo consiguió que se me endurecieran los pezones y ni siquiera había comenzado a tocarme. En seguida me acarició la cintura hasta que subió poco a poco y llegó a mis pechos, me apretó los pechos a la vez con las dos manos tan fuerte que supe que a la mañana siguiente los tendría llenos de marcas. Me importo bien poco cuando arqueé la espalda para acercarme aún más a él mientras gemía. Después de manosearme, sacó la lengua y la paseó por mi cuello, bajando desde mi mandíbula, llegó a mi garganta, y se paró para pellizcármela entre sus labios, succionando mi carne en el proceso; no se demoró mucho más hasta que bajó por mis clavículas buscando una de mis tetas. La apretó de nuevo con una de sus manos mientras se metía mi pezón en la boca. Gemí tirándole del pelo apretándolo más a mi pecho. Succionaba y lo apretaba entre sus dientes, y a la vez manoseaba mi otra teta, apretando el pezón entre sus dedos.

—A-Axel...—gemí.

Axel miró hacia arriba mientras seguía jugando con mi pecho, mirándome a los ojos. Fue tan excitante que pensé que me correría en ese mismo momento. Me besó en el esternón hasta que llegó a mi otro pecho e hizo lo mismo que había hecho con el anterior. Me miré el pezón y lo vi lubricado con su saliva, y enrojecido; incluso las marcas de sus dedos ya se habían comentado a formar alrededor de mi areola. Rompió sus lametones y me mordió el lóbulo de la oreja susurrándome algo:

—No pienso parar, lo entiendes, ¿verdad, Mailen? No tienes ni idea del tiempo que llevo resistiéndome, resistiendo esto.

—No recuero haberte pedido que pararas —respondí con la respiración agitada.

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