2. Cenáculo

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Reunión poco numerosa de personas unidas por vínculos ideológicos o profesionales, generalmente de escritores y artistas.
(RAE, 2021)
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Puedo jurar que cada día ellos llegaban al puerto en un barco diferente, con diferentes rostros, diferentes atuendos. Por ello, siempre que los buscaba para intentar encontrarlos, resultado seguía siendo deprimente.

A mi pequeño ser le sorprendía la manera en la que pasaban a desapercibidos. Un día podían ser sólo un puñado más de aventureros, otro mercaderes, o en otras ocasiones simples transeúntes.

Estoy segura de que incluso en algún punto pude haber hablado con alguno de ellos y ni siquiera estuve consciente de su verdadero ser.

Lo cierto es que los días ahí pasaban con aparente normalidad. Durante el día había luces, gritos, risas, intercambios, dinero rodando de mano en mano; pero, cuando la noche llegaba, un silencio sepulcral ahogaba la ciudad.

En cuanto el ultimo rayo del sol desaparecía, aquel silbato que anunciaba lo inevitable aplastaba el ánimo y, en menos de un minuto, todos corrían a resguardarse dentro de sus hogares, o, en el caso de los extranjeros, de los hostales más cercanos.

Ni siquiera los guardias se atrevían a salir, aunque, si somos justos, ellos nunca eran requeridos a esas horas, puesto que, para entonces, la ciudad ya le pertenecía a los seres diestros en el arte de la tinta y la pintura.

Recuerdo cómo sus capuchas se ondulaban en el aire con cada paso que daban, su andar andar siempre era orgulloso e imponente. Salían de entre los callejones manteniendo su rumbo fijo.

Tristemente, en ningún momento pude ver sus rostros, pero, debido a las sombras que veía desde mi ventana, siempre provenían de distintas cunas.

¡Cómo los admiraba!

Sin embargo, mi gente les temía. Nadie se atrevía a hablar de ellos, era como si una vez que el sol salía, todos en la ciudad se olvidaran de los hechos que siempre me mantuvieron en vela.

Los pobladores simplemente decidían ignorar la puerta que siempre se erguía en donde estos místicos seres solían reunirse. Sin embargo, los curiosos siempre nos acercábamos expectantes por ver a dónde llevaría ese día.

No. No se trataba de una simple puerta. Era especial. Cada día llevaba a un nuevo mundo. No tienes idea de las innumerables maravillas que pude observar.

Había colores que ni en sueños se podrían encontrar, habitantes únicos en su especie, e historias que te hacían desear ser el protagonista.

Recuerdo que cada día soñaba con caminar detrás de ellos, aprender de ellos, ser uno de ellos. Por eso estaba tan desesperada por encontrarlos.

Con el tiempo aprendí que no es un grupo al que te puedas unir. No los encuentras por casualidad. No te reclutan. Te vuelves uno de ellos por tus propios méritos...

Vivo por ello.

Quiero seguir creando mundos. Quiero ver más sonrisas y lágrimas, tristeza y felicidad, bondad y maldad. Quiero ver mucho más.

Espero que algún día alguien más vea mi capa al andar, encuentre mi puerta y se anime a cruzar.

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