LEEDO / GEONHAK

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El ruido de un trueno te hizo despertar y sentarte de golpe en la cama con el corazón acelerado y un tanto temblorosa. Tus pies habían sacado la sábana de la parte inferior provocando que éstas estén frías.
Subiste tus rodillas hasta tu pecho y las abrazaste con tal de calmarte. Estabas teniendo un mal sueño y sumando la tormenta que había fuera a las dos y media de la mañana (según el reloj de pared frente a la cama)

Un ruido fuera de la habitación te hizo abrazarte con mas fuerza deseando que sea sólo una pesadilla.


Otra noche sola. 

Un nudo en la garganta comenzó a formarse en ti y los pensamientos negativos amenazaban con aparecer.

La puerta de la habitación se abrió de golpe haciéndote gritar y caer de la cama mientras buscabas de que sujetarte.
— ¡Dios! ¡bebé! —su voz y pasos fueron aumentando hasta que quedó frente a ti— ¿Estás bien? Ven aquí. —agarró tus manos y las hizo pasar alrededor de su cuello. Hizo fuerza a la vez que te tomaba de la cintura y te levantaba del suelo — Ya estoy aquí. Lamento la tardanza.

No hubo respuesta de tu parte, sólo lo abrazaste con más fuerza.
— ¿Asustada con los truenos verdad? —escondiste tu cara en su pecho mientras sentías que acariciaba tu cabeza— Iré a darme una ducha y volveré, ¿está bien?
— ¿Vas a volver? —esa pregunta, en el fondo, sonó con otro sentido más allá de ducharse y vuelva contigo. 
Leedo no le tardó ni dos segundos en entenderla y la culpa le pesó.
Dolía dejarte sola cuando tenía tanto trabajo en la empresa.

— Si, voy a volver. —te dio un beso en la frente para calmarte y se alejó rumbo al baño.
Fuiste a encender la luz del velador y quedaste acostada esperándole.

Ser pareja de alguien conocido y que nadie debía saber de su relación era complicado. Lo que menos importaba era si les descubrían, sino más bien la forma de llevar éste vínculo. Verse, estar juntos por unas horas. 
En el último tiempo, Leedo muy pocas veces volvía a casa a causa de las extensas horas de ensayo y grabaciones. 
El te extrañaba y tu a el. Se sentía muy afortunado de la paciencia que tenias al estar con el.

Tiempo anterior, hubo alguien que no soportó y no entendía la vida el que terminó dejándolo con el corazón hecho pedazos. Hasta que llegaste a su vida y lo acompañaste a juntar sus piezas rotas. Aunque en parte, no ibas a negarlo, esos pensamientos acerca de no estar juntos ganaban.
Pero había algo loco con todo ello: cada vez que empezaba a surgir esa duda, el aparecía interrumpiendo todo ello con un mensaje, una llamada o frente a la puerta de entrada del departamento que compartían. ¿Cosas del destino? ¿Señales de que vale la pena esperar esos momentos? 

Leedo volvió a la habitación con unos shorts y musculosa color blanco. Su pelo rubio ya con un poco de raíz de su pelo natural totalmente húmedo y claramente su rostro ya sin maquillaje. De tus moods favoritos de el.

Si había algo que no cambiaba en el, era la timidez. Hasta lo tímido de meterse en la misma cama que tu. Apenas se sentó, estrechaste tus brazos hacia el y éste con una risita te ayudó a que termines acostada sobre el. 
Según Leedo, eras como un osito bebé abrazable y cálido. Besó tu coronilla y apoyó su mejilla en tu cabeza.
Hubo un largo silencio dónde solo escuchabas el latido de su corazón: estaba un poco acelerado y eso, en parte, subía tu orgullo porque todavía le provocabas nervios estando cerca.
— ¿Que tal tu día? —preguntaste.
— Agotador —suspiró. No era que le molestara que hablaras, sino más bien estaba cansando de todo.
— ¿Quieres dormir ya? —apoyaste tus manos al costado de su cintura para levantarte pero el te rodeó por la tuya y te presionó hacia abajo quedando como estabas.
— Si, quiero dormir. Pero primero quiero estar así con mi novia —tu pulso se aceleró— te extrañaba.
— Y yo también, Hakkie —susurraste conmovida. Comenzó a darte caricias en la espalda dándote tranquilidad y sacándote tensiones acumuladas.
Los mimos cesaron y levantaste un poco la cabeza para verle: se había quedado dormido.

Te inclinaste para darle un costo beso para luego apoyarte en su pecho otra vez, querías escuchar sus latidos suaves de su corazón ya relajado.
Leedo suspiró fuerte, te abrazó con más fuerza para ponerse de costado pero sin alejarte. Bajó un poco y quedó escondiendo su cara en tu cuello.

Reiste bajo ¿quien era el osito bebé ahora?

imaginas || ONEUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora