~.1.~ LA VISITA

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La visita

Larisse

Tres de la mañana y me encontraba despierta de nuevo. Todo el maldito mes me encontraba abriendo los ojos en medio de la tormentosa noche de octubre.

El fuerte viento hacía que las ramas de los árboles crujieran y golpearan con fuerza los cristales de mi ventana. Cosa a la que ya me había acostumbrado. Aunque esa no era la causa por la cual me levantaba constantemente toda esta semana, la anterior, y la anterior a esa.

Si no la sensación.

Esa maldita y escalofriante sensación de sentirte observado. La cual ya me había empezado a perturbar constantemente. Y no solo por el hecho de estar a oscuras con algún posible acosador nocturno, si no, por lo que podría pasar si al acosador nocturno no le bastaba solo con venir a observar como dormía.

Me levanté de la cama con cuidado y revisé el reloj a un lado de mi mesita de noche. Y como siempre, marcaba las 3:00 a.m, cosa que no me sorprendió.

Estaba consiente de que había alguien por ahí. Podía sentir su presencia en alguna parte.

A veces pensaba que era obra de mi mente. O una simple imaginación, pero esta vez, ya no podía convencerme de que así era. Por qué se sentía tan real. Podía sentirlo hasta en la piel.

Jamás había sido miedosa, nunca. Pero eso no quitaba que el malestar de los escalofríos en mi espalda se redujera.

Un relámpago iluminó la habitación y me di cuenta de que estaba sola. Pero la sensación no desaparecía.Y aunque quisiera ir a dormir con mi madre y mi hermano, no me atrevía a cruzar la puerta del cuarto. Por eso no me apeteció seguir fuera de la cama.

Así que como todas las noches, volví a la cama sin nada más que volver a dormir.

Un nuevo golpe hizo que volviera a abrir los ojos. Y aún con la pesadez en ellos, los mantuve abiertos. Una fina capa de sudor me cubría la frente. Llevé mi mano a mi pecho y noté que mi corazón se encontraba acelerado.

Pasé saliva y noté que mi garganta estaba seca. Bajé de la cama por segunda vez consecutiva en la noche y decidí ir a la cocina. Abrí la puerta de mi habitación y noté que el pasillo se encontraba despejado. Solo lo iluminaba los relámpagos que de vez en cuando se hacían notar.

Una vez que llegué a la cocina, tomé un vaso y lo llené hasta el borde. Cuando terminé de beberme agua, me detuve a escuchar como el fuerte viento azotaban las plantas y árboles que habían en el jardín trasero.

Noté que afuera se veía una ligera neblina. Haciendo el ambiente más aterrador. Sin embargo, no me marché.

Y la sensación regresó.

Apostaba que estaba afuera. Que si había alguien estaba por fuera de la casa.

Y si me hubieran preguntado si cambiaría algo de mi pasado, definitivamente cambiaría este momento. El momento en el que decidí abrir la puerta trasera, que daba al patio perturbador.

El aire frio y con diminutas gotas de lluvia helada me dieron en la cara. Busqué con la vista algo que comprobara mi teoría, pero no había nadie más que yo.

La inquietud hizo que avanzara por el terreno. Y sé que lo que estaba haciendo era una completa locura, pero no podía evitarlo.

Un aleteo en uno de los arboles del jardín hizo que levantara la vista. Y ahí había un cuervo. El brillante y oscuro plumaje del ave le daba un toque bastante elegante. Pero algo estaba mal.

Por que aquella ave ni siquiera se inmutaba por lo frio del ambiente. Y el hecho de que desde que lo miré fijamente, él también me observaba. Y otra sensación de inquietud me invadió.

No nos comasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora