Aquel día...

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Narra t/n

Era un precioso día de primavera, los pájaros cantaban una hermosa melodía, y yo me cagaba en todos sus muertos. Me levanté, miré la hora y vi que eran las 11 de la mañana. Me acordé de que tenía que ir al colegio y me preparé lo más rápido que pude (mientras bajaba las escaleras casi me rompí los 206 huesos de mi cuerpo). Salí a la calle corriendo desesperadamente y cuando llegué al instituto, me di cuenta de que estaba cerrado y todo porque soy subnormal y no me di cuenta de que era sábado.

Aprovechando las pocas neuronas que me quedaban y sabiendo que mis padres no estaban en casa porque habían ido a comprarle perro a la comida, decidí invertir mi dinero sabiamente en un casino donde se reúnen todos los que han perdido la dignidad que les quedaba.

 Fui andando tranquilamente por la calle, saludando a gente que no conocía de nada, pero no me preocupaba porque si se ofendían, yo salía corriendo y así no se acordaban de mi cara. Llegué a un supermercado, no muy lejos del casino, cuando vi a alguien salir de un callejón y venir directo hacia mí. Cuando se acercó lo suficiente,  pude verlo con claridad, era un pingüino azul, llevaba una chaqueta de cuero, una gorra de camionero y lo que más me impactó, un tatuaje de Karlos Arguiñano tomando una sopita de caldo gallina blanca (compradlo ya que vuestro supermercado más cercano).

- Oye tú, pishita, ¿quiereh comprame argo de porvo de hada?- dijo aquel sujeto.

- Ehm... yo... no gracias- dije mientras aquella... cosa me miraba fijamente a los ojos, aquel sujeto no tuvo tiempo de responder porque empezaron a sonar unas sirenas de la policía a lo lejos.

- Illo pishita, dehame ehconderme en tu casa cabesa que ehta gente me quiere mandah a la mierda- dijo el pingüino. 

- ¿Q-qué dices?- pregunté- ¡No vas a entrar en mi casa!

- Cusha cabesa o me deja entrah o cojo la navaja ehta y te hago ¡¡¡RACAAAAAAAAAA!!!- amenazó el pingüino.

Yo, temblando del miedo, acepté y lo llevé a mi casa. Una vez allí, vi a aquel pingüino tan extraño hablando con alguien por teléfono, no pude escuchar mucho, pero logré escuchar que alguien iba a venir a mi casa a buscar a esa cosa que hace menos de un hora me había amenazado de muerte. Tras finalizar la conversación, el pingüino se acercó a mí, previamente cogiendo un taburete para aparentar medir más de 1 metro.

- Ecushame pishita, ahora va a venih un cabesa que eh mi amigo, así que no hagah na raro eh, que sino cojo y te hago PAAAAM, ¿Te entera shurrita?- dijo el pingüino y yo asentí mientras sentía como el miedo me invadía tras ver a una criatura tan putrefacta hablarme de esa manera.- Bueno pishita, ¿Cómo te llamah?

- Y-yo soy t/n...- logré decir a duras penas.

- Que nombre mah feo shurrita, yo te voy a llamah Cobadonga- dijo el pingüino.

- Sí vamos, Cobadonga las pelotas de Jesucristo- dije en tono molesto- ¿Y tú cómo te llamas David el gnomo?

- Mira gnomo tuh muertoh pishita, bromah ni una que sino te meto to la navaja en el cuello que vah a pareseh er titanic- dijo esa cosa rancia llena de popó.- Y mi nombre eh Pablo, pa ti Pablo Emilio Escobar Gaviria.

Tras escuchar su nombre, recordé haberlo visto en las noticias por haber cometido diversos crímenes de gran gravedad, entre ellos, meter comida al cine, no sé a qué monstruo se le ocurriría realizar tal atrocidad, no me extraña que la ONU lo quiera entre rejas por el resto de sus días. 

Pasión de Gavilanes: Pablo y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora