Capítulo 4: Aeropuertos, un lugar para conocer gente

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Entender cómo acababa de oír esa frase se me hacía imposible. Estábamos a punto de despegar cuando me confesaba que se le había olvidado algo. Por suerte o por desgracia, no sé muy bien qué, todo quedó sólo en un pequeño susto. Se trataba de una de las típicas bromas que gastaba Lucía cuando nos encontrábamos ante una situación tensa. Recuerdo la vez que me presenté para sacarme el carnet de conducir y ella, ni corta ni perezosa, me dijo que había un bollo en la parte trasera del coche, después de yo haber realizado el examen práctico con ese mismo coche.
No quería que los nervios pudieran conmigo, por lo que me puse a escuchar un poco de música. Aunque girando la cabeza en un ángulo de 90°, me di cuenta que no era el único que estaba nervioso. Es más, Lucía tenía una doble responsabilidad, ya que tenía que pensar en el viaje mientras veía cómo se alejaba poco a poco de sus padres. Nunca pude imaginar que después de a ver visto volar las doce horas de espera en casa. Ahora estas dos horas que me quedaban hasta el viaje estaban siendo más lentas que un caracol grabado a cámara lenta. Estando allí, rodeado de viajeros, pensé en las historias que podían haber llevado cada uno de ellos. La primera persona en la que me fijé fue una chica joven que, aunque no tenia nuestra edad, no parecía haber llegado a la tan temida crisis de los cuarenta. En sus hombros, reposaba una niña, que tampoco parecía haber superado la crisis de los diez, mostraba rasgos de, al igual que yo, no estar para nada acostumbrada a estos horarios tan inhumanos. Todo ello expresado mediante bostezo y estiramientos de brazos, quienes me hicieron llamar la atención de otro viandante. En este caso, mi observado era un joven que portaba unas gafas, con las cuales aparentaba un gran inteligencia. Finalmente, no pude preguntarle por su coeficiente intelectual, pero lo que sí comprobé es que no leía por leer, ya que a esas altas horas de la noche, se encontraba leyendo, por llamarlo de alguna manera, un libro repleto de fórmulas donde las únicas letras que aparecían era la "x" y la "y". No es que fuese un avanzado en matemáticas, pero llegaba a comprender que se trataba de gráficas. Tras un rato observándolo, me llamó la atención la relación tan cercana que podían tener éstas con la propia vida en sí mis a. Al fin y al cabo, ambas se tratan de curvas, que crecen o decrecen, pero en definitiva eran extremos unidos. Nuestra vida consiste en todo eso, momentos buenos y malos, representados por los puntos más y menos altos en la gráfica, que están unidos entre sí. Dicen que después de la tempestad viene la calma, y creo que no puedo estar más de acuerdo con esa afirmación. Soy de los que piensa que siempre que te pasa algo malo es porque algún momento bueno está por llegar a tu vida. Creo que el tener sueño me nubló el pensamiento, por lo que hice cosas que nunca antes se me hubiera pasado por la cabeza hacer estando verdaderamente despierto.
-¡Suerte! -le dije al lector matemático, quien se disponía a emprender su vuelo.
-Gracias... Aunque lo leo por gusto, no es que tenga ahora un examen ni nada -me respondió de la manera más natural posible mientras se encargaba de intentar meter en su maleta el libros de fórmulas, que no parecía ser el único libro afortunado dentro de esa maleta. -No, tranquilo es broma. La verdad es que si tengo un prueba muy importante para conseguir un trabajo. Así que agradezco que me hayas deseado suerte. Por cierto, a ti también para allá adonde os dirijais.
Tras haber mantenido esta pequeña conversión, apunté "aeropuerto" en mi lista de: "Lugares donde poder conocer gente nueva." Esperaba que después de este viaje, dicha lista creciera, ya que nació con el principal objetivo de, como su propio nombre indica, conocer gente. Realmente no tenia muchas apuntadas, y las que tenía no es que se salieran mucho de lo normal. Bar, plaza y una, que me provocaba la risa cada vez que lo recordaba. Los baños de un centro comercial.
Otra vez había conseguido acelerar el tiempo y la azafata de turno anunciaba a los pasajeros con destino París que su vuelto estaba punto de despegar. O eso fue lo que pude traducir cuando lo decía en francés, ya que mientras lo decía en español, mis cascos permanecían aun en mis orejas. Al final, todo lo bueno acaba por llegar. Quién me diría a mí que en un año estaría cogiendo un vuelo a París, acompañado de la mejor compañía posible. ¿Iberia? No, ella.

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⏰ Última actualización: Apr 11, 2015 ⏰

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