A principios del siglo XIX, a Guanajuato, una ciudad prospera y una de las más importantes de la Nueva España, acababa de llegar un pequeño de seis años llamado Santiago Gonzalez de la Cruz, cuya madre acababa de fallecer víctima de la cólera, enfermedad que desató una epidemia cobrando muchas vidas entre los pobladores.
De su padre, no recordaba mucho, ignoraba completamente su paradero.
El chico desde muy temprana edad tuvo que aprender a valerse por sí mismo, se había quedado completamente solo, no tenía a donde ir, pasó muchos días con hambre y frio, pronto el chico cayó en la desesperación causando así, que empezara a robar.Aquella mañana en su primer día en Guanajuato, el niño no esperó mas y como pudo, robó una gran hogaza de pan, para su suerte, dos gendarmes los descubrieron y lo empezaron a perseguir.
- ¡Alto ahí niño ladrón! - Le gritaba uno de los gendarmes.
El niño no hizo caso, este corrió lo más rápido que pudo y se introdujo por los callejones, pero antes de que pudiera esconderse, lo atraparon para darle una lección.
- ¡Niño sucio y ladrón! ¡Devuelve lo que robaste! ¡¡Anda devuélvelo!! ¡Rata callejera!
El pequeño Santiago por más golpes que recibía no soltaba el pan, hasta que alguien empezó a lanzarles piedras a la abusiva autoridad que lo golpeaba, había sido un joven de entre doce y trece años.
- ¡Par de maricones! ¡Métanse con alguien de su tamaño! ¡Perros babosos! - Gritaba el joven mofándose y riéndose.
- ¡¿Maldito mocoso otra vez tu?!- ¡Esta vez si no te escapas!
- ¡Pos orale! ¡¿No que muy aventados?!- Se burló de nuevo y se fue corriendo para distraerlos.
Al poco tiempo, el joven regresó, era tan escurridizo que los gendarmes lo habían perdido por completo, este se acercó a Santiago y lo ayudó a levantarse.
-Se ve que nunca en tu vida has robado ¿Qué crees que estás haciendo? ¿Que acaso no sabes que no debes de robar a la luz del día? Esos abusivos no tienen piedad de nadie y menos de gente como nosotros.
-Lo siento... Tengo mucha hambre y no pude evitarlo... - Respondió el niño limpiándose la cara llena de tierra y lágrimas.
- ¡De seguro te escapaste! A tus papás no les va a gustar saber que robaste por capricho- Dijo el mestizo cruzando los brazos.
- ¡Yo no tengo papás! ¡Estoy muy solo! ¡Siempre tengo hambre y en las noches mucho frio! - Gritó el niño desesperado y empezó a llorar.
-Ah no inventes... ¿No me estás echando cuentos niño? ¿En serio estás solo?
Santiago respondió asintiendo con la cabeza.
-Híjole... Pues ¡Ándale! ¿Por qué no te vienes conmigo? Te voy a enseñar como robar para que ya no vuelvan a pegarte ¡Vas a ver como los dos nos vamos a dar buena vida sin depender de nadie! Pero algo si te digo, nada más le vamos a robar a los españoles adinerados, esos extranjeros tienen dinero de sobra y no le dan nada a los pobres, tú sabes, si les tomamos un poco ni cuenta se darán, las ganancias serán para los dos y nada de egoísmos ¿Estamos?
- ¡Si! ¡Ayudaré a quien lo necesite con mi parte! - Sonrió el niño aun con lágrimas en sus ojos.
Santiago entonces partió su pan en dos y lo compartió con su nuevo compañero para agradecerle su gesto.
- ¿Y cómo te llamas pues? -Preguntó el puberto con la boca llena de pan.
-Me llamo Santiago ¿Y tú?
- ¡Yo soy Diego! Y como viste soy re bueno para trepar, correr y colarme, te puedo enseñar mis mañas y con suerte te ganas un apodo- Río el joven mestizo con aire presuntuoso.
- ¿Qué es un apodo? - Preguntó el pequeño curioso.-Un sobre nombre pues, un apodo es como un nombre de confianza, al menos para mí lo es.
- Ah... ¿Y tú? ¿Tampoco tienes papás Diego?
-Pues... Tengo a mi mamá, pero está muy enferma y me ocupo de ella yo solo- Respondió Diego comiéndose su ultimo pedazo de pan.
-Ah... ¿Y a ti no te da miedo estar solo?
-Nel al contrario, me gusta estar solo, pero tu nomás porque me caes bien, voy a hacer una excepción, desde ahora tu yo somos hermanos ¿Estamos? - Dijo Diego estirando su mano.
- ¿Hermanos? Me gusta como suena- Sonrió Santiago tomando fuerte su mano.
-Ven acompáñame, voy a casa con mi jefa ¡Ojo! No le vayas a decir nada de nuestro trato ¡Ni tampoco que le vamos a robar a la gente! ¡Y ahí de ti si rajas! ¿Eh? - Dijo Diego apuntándole a la frente del niño.
- ¡Si si! ¡No diré nada! Lo prometo- Respondió el moreno jurándolo con el corazón.
Fue así, como el pequeño Santiago acompañó a su nuevo amigo, de regreso a su casa, al llegar, había una mujer recostada durmiendo, al oír que su hijo llegaba, la mujer se levantó para recibirlo.
-¿En dónde has estado? Nunca dices a dónde vas, me tienes con el alma en un hilo hijo- Dijo la mujer abrazándolo.
-Ya no soy un niño mamá, me avergüenzas- Contestó el niño sonrojado ¿Como te sientes hoy? ¿Ya mejor?
-Mejor ahora que ya estás aquí ¿Tienes hambre? ¿Quieres que te prepare algo?
-No te molestes, tu solo descansa, el doctor dijo que solo necesitas reposo para recuperarte- Le contestó el joven recostándola en la cama.

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Hasta que te Conocí...
Fiksi PenggemarEn Guanajuato, uno de los pueblos más prósperos de la "Nueva España" por su gran auge y producción de plata, se desarrolla la historia de Santiago González de la Cruz, un niño huérfano que se ve obligado a robar dado a su situación de pobreza y de M...