Me aterroriza el culto al cuerpo que hemos desarrollado.
Nos consideramos y tratamos como un conjunto de 206 huesos y 650 músculos, pero creedme cuando os digo que somos mucho más.
Somos nuestras risas, nuestros llantos.
Somos nuestras sonrisas y nuestros enfados.
Somos lo que pensamos, creemos, decimos, leemos, escuchamos y vemos.
Somos nuestras buenas y malas decisiones.
Aquello que nos da la felicidad y aquello que nos la quita.
Somos ese libro que nos encantó y esa canción que no podemos escuchar ni una sola vez más.
No somos ese abdomen plano o ese bíceps más marcado.
No somos la marca de la que nos vestimos, ni los zapatos que decidimos ponernos.
Porque el cuerpo cambia por encima de nuestro control, pero nuestra mente no.
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