I. Sobre gustos...

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Sus ojos no podían dar crédito a lo que estaba viendo.

Resaltaba entre la multitud de ese pequeño pub, por obvias razones. Aunque estaba oscuro y el humo de orígenes varios cubría un poco la visual, él podía verlo con particular nitidez. Lo que le llamaba la atención, sin embargo, no tenía que ver con su apariencia absolutamente dispar al ambiente, o sus facciones cuidadas, la boca proporcionada, los dientes brillantes o la nariz recta; siquiera ese entusiasmo que tiene el turista al sentirse en una aventura.

No, esas eran estupideces. Era algo mucho mejor:

Se sabía cada cosa que la banda estaba tocando, entre un sorbo y otro de la bebida.

—Artie, al final no van a tocar las de Sex Pistols — dijo un hombre fornido a su lado — ... hey, te estoy hablando— torció la boca cuando el otro siguió con la cabeza volteada hacia atrás, hasta que un coscorrón veloz en la coronilla casi lo tira de su asiento.

—¡Ah!— se sostuvo por reflejo de los bordes de la barra — Bloody hell, berk!!

—Si me dieras atención no te hubieras ganado el golpe, glaikit! — le frunció el ceño, con sus ojos verdes algo irritados por el alcohol — . Te estaba hablando.

—No te escuché, bro— entrecerró su mirada— ¿Qué carajos quieres?

—Decía que no me dieron atención, y estos idiotas no van a hacer a los Sex Pistols... vine sólo para eso, es una mierda decepcionante.

—No pueden hacerte caso todas las noches, asshole.

Nah bother, algún día me quedaré con esta pocilga — dijo sonriente, sacando de pronto un cigarro oscuro de su chaqueta llena de remedos y alfileres, prendiendolo con un cerillo de la mesa. Le ofreció uno y este aceptó, dando una bocanada larga momentos después — . Ya verás, si logramos que Dylan hinque el diente aquí, convenceremos al dueño.

—Para eso tienes que hablar con Conn y Finn — enarcó una ceja, tras esperar a hablar cuando la banda terminó de tocar — . O los Boondock Saints te ganarán de mano.

—Yo les ganaré con las manos a esos redheads — chocó los puños de sus fornidos brazos entre sí. Su compañero rió levemente, tomando un poco de su trago en la mesa — . Síguete riendo, gusano enclenque, y serás el primero al que le de el puñetazo.

—Oi, no quiero peleas... no hoy.

—Qué extraño viniendo de ti, siempre quieres romperle la cara a alguien — lo miró, fumando y soplando el humo denso, apoyado con el codo en la barra — . Estás demasiado tranquilo ¿Heroína de nuevo?

—Nah, nada de drogas.

—¿Entonces?

La cabeza, teñida de un fuerte verde y con algunas raíces ya rubias, señaló hacia atrás. Cuando el otro a su lado siguió la indicación, enarcó una ceja moviendo todos los piercings de su cara, hasta que halló la respuesta.

—Vino de nuevo.

—¿Quié-? Oh... vaya— entrecerró la mirada, curioso — Es el argie. Y vino en patota.

—Ya no es un accidente — miró a su hermano, mientras este se acomodaba el cabello azul— . Es la tercera noche así que perdido no está, como dijo el dueño. Hasta canta las canciones.

Ha! Es un idiota, no es un sitio para outsiders — sonrió apenas — . Tal vez le calienta meterse en líos con sus amigos.

—No lo sé. — se encogió de hombros.

—De todos modos, ¿Por qué te interesa? — lo enfocó con atención — ¿Quieres robarle? ¿Golpearlo por la tradición ancestral?

—No, Iain, nada de eso.

De gustibus non est disputandumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora