Epílogo: Un roto para un descosido

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—¡Hola! ¡Bienvenido! ¿Llegaste bien?

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—¡Hola! ¡Bienvenido! ¿Llegaste bien?

Hi! Sí, ya estoy en la habitación.

Arthur dio unos pasos descalzo en el piso alfombrado, dejando la valija sobre la enorme cama. Mientras hablaba con el celular al hombro, estiró los brazos y caminó hacia la pequeña ventana, contemplando las autopistas y las gigantes torres iluminadas del fondo de la ciudad.

—¿Viajaste cómodo?

—Sí, me siento mucho mejor en la clase turista que en First Class, como me insististe la última vez. No es para mí, es un hecho. Pero ya me pude instalar con más rapidez esta vez— se rió — . Tendrías que haber visto sus caras, fue mejor que la vez en el Sheraton de Puerto Madero.

¡Genial! ¿Te gusta?

—Siempre me preguntas lo mismo, Tintín. Sabes que sí, y siempre te digo que no deberías gastar tanto dinero, si puedo hacerlo sólo ya — suspiró, mirando alrededor — . El Four Seasons es demasiado.

—Y siempre te voy a decir que no, porque sos mi invitado.

—Después de cuatro años ya dejé de ser invitado.

—Estás en mi país, así que voy a hacer las cosas como me dé la gana.

El inglés se quedó en una pieza y luego soltó en una risotada, recordando sus propias palabras, hacía mucho.

—¡Eso sí que es una venganza servida en un plato frío!

¡Jajaja! ¡No sabés la felicidad que me da poder decirla al fin! Jamás encontré la ocasión. Así que, ahora que hablás el mejor idioma del mundo con tanta fluidez, puedo decirte: bancame un toque que salgo del laburo y voy.

—...

—¿Entendiste, no?

—Sales del trabajo y vienes... venís, para acá.

— Good boy! — le festejó.

—Tratame como perro de nuevo y te rompo la cabeza, Hernández.

—... bueno bueno Kirkland, en un ratito voy — terminó de decir tras una pausa bastante extraña— . Ponete cómodo; y tené la decencia de avisarme si te entretenés con alguien antes de que llegue.

—Pff, ¡Ca/shá/te!

—¡Cada vez lo dominás más! Bien, bien — se rió — ¡Nos vemos pronto, trato de llegar para comer!

—Te espero.


Aquella escena se había vuelto una loca rutina en el correr del tiempo.

"¿Cómo le digo que no quiero ir a un restaurante sin que se ofenda como la última vez? Esos lugares no me gustan. Sólo quiero comida chatarra, un poco de alcohol, marihuana y dormir un día entero" suspiró ". Tantas veces que lo hice y no me acostumbro."

De gustibus non est disputandumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora