V. Y al amor lo pintan ciego...

124 10 36
                                    

Lasciate ogni speranza, voi ch'entrate

Abandon all hope, ye who enter here.


Nde, menos mal que pudimos entrar. Es la tercera noche que probamos.

—No te quejés más Dani, lo logramos y ya. — dijo el muchacho a su lado, traspasando la enorme puerta roja con aquella inscripción en la arcada.

Abandonad toda esperanza, quienes aquí entráis.

—¡Woah, mirá lo que es esto! Pio dantesco.

—Literalmente, este podría ser el infierno...

Al mirar hacia el frente, ambos jóvenes se enfrentaron a un ambiente rojizo y violeta de Underworld, eclécticamente decorado en el techo y las paredes: entre ornamentaciones barrocas francesas, pasando por pinturas clásicas modificadas de pasajes del infierno, hasta propagandas en serie al estilo kitsch, cercadas por frases típicas de la ideología punk. La iluminación se componía básicamente de luces bajas o cálidas, con la barra como único faro identificable en todo el salón. En el fondo había un escenario con la puesta de luces y sonido; en tanto notaron como todas las mesas estaban repletas, y las meseras iban y venían a toda velocidad, vestidas a la usanza original de aquel lugar. Había música de fondo pero parecía ser otra noche de bandas, por como estaban acomodando las cosas.

—Agarremos la mesa que haya libre, Sebas.

—Creo que había una cerca de una de las ventanas. Pongámonos ahí para que nos encuentre el primo, y pidamos un trago— sonrió. Era complicado respirar, además, por el humo espeso en el ambiente, proveniente de los fumadores — . Quiero probar los más famosos.

—Sí, dale, ya nos están mirando raro y no me gusta. — se sobó el brazo Daniel, ya que el acento había llamado la atención de más de uno. Había turistas alrededor, pudo observar, mas se sentía juzgado por algún motivo que no podía entender.

A lo lejos, cerca de los sonidistas que estaban acomodando cables, un par de ojos verdes se fijaron en quiénes habían entrado recientemente nerviosos, claramente porque no conocían el lugar. Entrecerró la vista un largo momento, pensando algo; hasta que el más alto de ellos, el rubio de ojos oscuros y gafas, empezó a gesticular.

'No way...'

Hizo una seña a los hombres que estaban al lado y subió en un trote veloz las escaleras al piso superior, donde estaba la sala privada de la administración. Dentro de ella había una muchacha con el pelo de colores y tatuada, haciendo unas cuentas en el escritorio; a su lado estaba un hombre fornido, de cejas oscuras y gruesas, con un tono azul eléctrico en el cabello.

Scott.

—¿Qué pasa litta redhead?— levantó la vista del celular — ¿Los muchachos enchufaron mal de nuevo el equipo?— el pelirrojo quedó en silencio y torció la boca, sin saber qué hacer.

—Por favor sal un segundo, necesito mostrarte algo.

—¿Es urgente?

—... no lo sé.

—¿Entonces para qué debería hacer caso?

C'mon faggot! — le respondió, sin inmutarse que la chica estaba allí. Esta lo miró, haciendo un ruido muy molesto con su goma de mascar, parpadeó, y siguió en lo suyo como si nada. El morocho se alejó de la mesa con un sonoro bufido.

—Más vale que valga la pena.

—Te estás pareciendo cada vez más a William — su hermano se burló sonriente, refiriéndose al dueño anterior — . Tenía esa cara de fastidio por la vida... oh wait, ¡Es tu cara de siempre!

De gustibus non est disputandumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora