#12 títere +16

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Título: títere
Capitulo: #12
Parejas: Rusmex
Advertencia: +16 palabras subidas de tono
Ambiente: Actualidad

«¿Me deseas?», le preguntaba Rusia, con los labios hinchados y rotos, con su férvida piel restregándose contra la suya, quemándolo, llenándolo de un calor infinito. «Sí», contestaba siempre México, esclavo de los impulsos del menor, porque lo amaba; porque iba a decir que sí a todo lo que le pidiera, incluso si eso era arder juntos en el infierno. Si es que no estaban condenados a ello desde ahora.

México sabía que Rusia lo tenía enredado en su dedo; Rusia sabía que México lo sabía, y ambos sabían que era un provechoso placer mutuo. Toda su ardiente y secreta relación se resumía en saberes no confirmados, pero sentidos, expresados sin palabra alguna. Como acuerdos tácitos que se sellaban bajo las velas y la luz de la luna, con sus cuerpos fundiéndose el uno en el otro.

Rusia trazaba un camino invisible de mordisqueos y caricias hasta los hombros de México, y lo seducía con palabras vacías y besos húmedos; México respondía con tímidos toques, tirando de su cabello súbitamente, enredando sus largas y morenas piernas entre las extremidades pálidas del joven que lo manejaba como un títere de cuerdas.

Porque México sabía que eso era, y Rusia sabía que México lo sabía, y se deleitaba con ello. De repente, las manos de Rusia se encontraban en los hombros del mayor, empujándolo bruscamente contra el suelo, escalando sobre él, hambriento. Como un depredador acorralando a su presa; y México sabía entonces que no había salida, que toda escapatoria era imposible, que no podía hacer otra cosa más que redimirse a ese mundo al que lo sumergía Rusia.

Dejaba que el menor se deshiciera de sus ropas, que besara a consciencia cada rincón de su cuerpo que iba dejando al descubierto. Dejaba que lo volviera roca, e intentara amasarlo con sus manos, como si quisiera convertirlo en líquido puro. Dejaba que su tentadora y peligrosa boca descendiera sobre él, lo tomara y le hiciera sentir cosas que México no sentía con nadie más. Dejaba que Rusia lo despojara de su ser, y lo llevara a mundos paralelos, lo hiciera soñar con un estruendo de luces y sensaciones que lo arrojaban a la realidad con una fuerte sacudida, y las risas de Rusia resonándole en los oídos, con sus besos húmedos.

«La boca te sabe a mí», musitaba México, perdido, con la mirada llorosa, y los labios de Rusia consumiéndole el sudor en la garganta; «el más delicioso festín, mi querido México, eso eres tú».

Luego, Rusia se acurrucaba junto a su cuerpo, pidiéndole en silencio que se vengara, que tomara su cuerpo justo como él había tomado su tranquilidad. Y México obedecía, siempre lo hacía. Siempre sucumbía a aquello que Rusia tuviese, aquello que lo obligaba a doblegarse sin saber por qué; sin querer resistirse en absoluto. México siempre terminaba navegando en aquél mar de piel y leche, con las hebras de cabello besadas por la luna entre los dedos de Rusia, que lo estrujaba al tiempo que maldecía, y bendecía, y pronunciaba su nombre como un gozoso lamento.

De alguna manera, México siempre terminaba entre las piernas del menor, o con él entre las suyas; algunas veces a su lado, otras sobre su regazo, y la mayoría, con Rusia rogándole por algo que México no sabía siquiera que podía darle. México empujaba, Rusia tiraba; cada movimiento era como una estaca clavándose más y más profundo; como una llamarada que los consumía rápido, y más rápido, hasta dejarlos hechos ceniza sobre cualquier superficie que los sostuviera.

Al final, Rusia terminaba arrastrando entre sus brazos una masa nívea que temblaba y gemía, e intentaba alejar a esos monstruos que lo agobiaban, y que volvían cuando México le contestaba a su pregunta de siempre.

México se revolvía entre su cobija, lloraba y gritaba, a veces mordía. Y Rusia se quedaba quieto, apretando su agarre y cubriéndolo de besos. En esos ratos recuperaba su consciencia, lo que era y quién era. Y no le importaba, se mantenía estoico ante el dolor, que le hacía el amor a la derrota y se dejaba vencer por los suspiros y sollozos del mayor; que lo alejaba y lo acercaba, que lo amaba y lo odiaba. Que no lo dejaría vivir en paz, que lo había condenado a estar atado a él toda su vida.

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⏰ Última actualización: Sep 19, 2022 ⏰

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