Un amor extraño

La niña que entró al bosque

Esta es una historia que inicié por ahí del 2015, y que culminé recientemente, así que a lo largo de los capítulos irán notando el cambio en la escritura, lo conservé tal cual estaba inicialmente, sin editar, por el cariño que esta historia me trae.

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Corría con fuerza, el aire abandonaba sus pulmones violentamente y el frío le raspaba la garganta, sus piernas dolían de tanto correr, sentía que en cualquier momento caería y al caer sería su fin. Oía los pasos algo torpes de sus perseguidores acecharla, su ropa estaba raída y a duras penas se mantenía sobre su joven cuerpo, ¿Qué debía hacer? Cruzó por varias calles abandonadas a esa hora, se adentró en el bosque con premura, esperando así perderlos al fin, sentía la sangre de su labio inferior emanar con insistencia mientras seguía corriendo, una rama la hizo tropezar y rodar por el suelo enterrándose un sinfín de pequeñas piedras y ramas en el cuerpo, varios rasguños se hicieron visibles en su blanca piel, lloró asustada, con impotencia escuchando al trío de hombres acerarse cada vez más a ella.

-Ayúdenme... -Murmuró –Por favor... no me hagan daño

Sin embargo los hombres rieron con mucha gracia por la actitud de la pequeña niña, constaba quizá con unos escasos 12 años, era muy pequeña a pesar de esa edad, poseía un cuerpo frágil como de muñeca, su piel de porcelana cremosa, unos asustados ojos de un azul zafiro tan puro que denotaban su inocencia, sus labios de un rosa claro ahora estaban rojos producto de la sangre, su largo cabello castaño y ondulado caía grácilmente tras su espalda con varias hojas secas y pequeñas ramitas enredadas en él, temblaba por el frío y el pequeño vestidito que tenía antes se hallaba casi destrozado, sus mejillas rojas de esfuerzo y desespero.

El más grande de los hombres sonrió al acercarse a ella, la tomó por el pelo y la levantó con brusquedad.

-No vuelvas a escapar –Rugió con la pestilente esencia del alcohol en su boca

Ella tiritó asustada y ha como pudo sostuvo la ropa contra su cuerpo, los hombres de atrás sonrieron.

-No te preocupes, no la vas a necesitar –Se jactó uno de ellos refiriéndose a su ropa mientras se acercaba.

Por reflejo ella cerró los ojos, esperando que lo peor viniera y se fuera lo más pronto posible, sin embargo, sólo fue capaz de oír unos gritos ahogados y violentos movimientos. Mantuvo los ojos cerrados aun después de ser soltada y se acurrucó contra una piedra esperando que todo pasara; siguió llorando un poco más hasta que finalmente todo sonido se apagó, abrió lentamente los ojos encontrándose con un alto chico algo encorvado en ese momento, con un curioso suéter con mangas a rayas, su cabello castaño alborotado bajo la capucha del mismo suéter, un par de visores anaranjados cubrían sus ojos mientras lo más parecido a un bozal cubría su boca en totalidad, lo único visible era su respingada nariz de un blanco mortecino, en sus manos una hacha ensangrentada y a su alrededor los cuerpos del trío de hombres que con anterioridad la perseguían. Miró la silueta del chico a contraste con la luna y el paisaje boscoso quedando maravillada aun dentro de su terror.

Él se acercó y observó el cuerpo temblante de la menor, con fuerza clavó el hacha en el tronco de uno de los árboles para dejarla ahí, se quitó el suéter quedando en una simple camiseta manga corta de un blanco percudido, lanzó el suéter a la chica y esta no dudó en colocárselo a pesar de la sangre en el mismo puesto que su cuerpo pedía a gritos algo de calor.

-...gracias... -Alcanzó a pronunciar abrazándose a sí misma ya con el suéter puesto, él simplemente movió un poco la cabeza sin emitir sonido alguno, tomando el hacha y haciendo otra línea en el árbol, esta era perpendicular a la primera y sobre ambas acabó haciendo un improvisado círculo, luego se dio la vuelta dispuesto a marcharse - ¡Espera! –Inesperadamente lo tomó del pantalón estando aun tirada en el suelo, él se giró a verla una vez más –me...me llamo... Jadeen...tú... ¿tú cómo te llamas?