Capítulo 1
“Mientras estaba meditando todo esto, la sorprendió la campanilla de la puerta, y abrigó la esperanza de que fuese el mismo coronel Fitzwilliam que ya una vez las había visitado por la tarde y a lo mejor iba a preguntarle cómo se encontraba. Pero pronto desechó esa idea y siguió pensando en sus cosas cuando, con total sobresalto, vio que Darcy entraba en el salón. Inmediatamente empezó a preguntarle, muy acelerado, por su salud, atribuyendo la visita a su deseo de saber que se encontraba mejor. Ella le contestó cortés pero fríamente. Elizabeth estaba asombrada pero no dijo ni una palabra. Después de un silencio de varios minutos se acercó a ella y muy agitado declaró: …”
-¡¡GINNYYYYYY!! – la joven dejó caer el libro sobre su rostro y suspiró, deseando que el sillón se la tragara para poder seguir leyendo Orgullo y Prejuicio en paz. Siempre la interrumpían en las partes más importantes y tomó nota mental de esconderse la próxima vez.
Gerar, su hermano pequeño, estaba parado frente a ella, con esa carita que hacía que ella le dé el mundo en bandeja. Quería echarlo para que la deje tranquila, pero no quería entristecerlo, así que marcó la página con un señalador, se sentó y se puso las zapatillas: su adorado Sr. Darcy tendría que esperarla un rato más.
-.¿Qué pasa pequeño? – a sus ocho años de edad y con dos hermanos mucho más mayores qué él, Gerar siempre tenía toda la atención, pero ella, al ser la única mujer de tres hermanos y la hermana del medio por unos minutos de diferencia con su mellizo, se llevaba todos los laureles.
-Se me quedó la pelota atascada en el árbol y Gideon está lavando el auto, no me presta atención.
-¿Eso quiere decir que tengo que escalar el árbol como si fuera un mono para recuperar tu pelota? ¿Qué me das a cambio? – preguntó, haciéndole cosquillas al pequeño.-!!Un helado¡¡ - dijo, riéndose.
Lo tomó de la mano y salieron a la vereda de la gran casa de la familia Franuá, donde el hijo más pequeño de la pareja jugaba bajo la supervisión del mayor, pero claramente no lo había supervisado demasiado. Al llegar al árbol, Ginevra vió que la pelota estaba incrustada en las ramas altas, iba a tener que trepar unos tres o cuatro metros para llegar a ella. Miró a Gerar con mala cara y él se ruborizó hasta la punta de las orejas, rasgo que compartían los tres hermanos.
-Dos helados – dijo, apretándole la mano y mirándola con unos tiernos ojos de perrito.
Una parte de ella se molestó con su hermano mayor, pero otra parte, más pesada que la anterior, le impedía enojarse mucho tiempo, ese día era el “día de mellizos”, en donde ellos dos compartían una salida juntos. La muchacha se trepó al árbol mientras pensaba que podía estar haciendo cualquier cosa menos muriendo de calor por salvar la décima pelota que su hermanito perdía en lo que iba de las vacaciones de verano. A mitad del camino se detuvo a observar el paisaje: vivían a las afueras de una gran ciudad, sus padres eran médicos importantes y se reconfortaban con un poco de paz diaria. El sol brillaba en un cielo sin nubes, los rociadores de las casas vecinas levantaban olor a tierra mojada, su favorito; mientras que la zona se veía en calma, el aire se llenaba del sonido de las risas y los gritos de Gerar, alentándola a subir.
Continuó el trayecto y llegó a la dichosa pelota, el pequeño corrió por su hermano y ella se apresuró para que el maldito no la filme o le saque fotos. Se estiró para tocar la pelota desde un lugar que consideraba seguro, pero no llegaba a hacer la fuerza necesaria para destrabarla, así que se encaramó un poco más sobre la gruesa rama y se arrastró lo más agarrada que pudo, se sentía como un gusanito. La rama terminaba en una bifurcación de ramas más finas y ahí estaba encajada la pelota. Le hizo presión, pero no funcionó, así que empezó a pegarle con los puños, se acercó más al objetivo y siguió empujando hasta que de pronto la pelota cedió, se safó, pero ella se fue para adelante y cayó, trató de agarrarse a las ramas y no pudo, sus dedos arañaron el aire y cerró los ojos.
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Todas nuestras lunas
RomanceLa vida de Ginevra iba bien, hasta que un día, un pequeño accidente le trae algo que había creído perdido: un viejo amigo y el amor de su vida.