Capítulo 2

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Capítulo 2 / Una vez sin ellos

Aquel día de finales de agosto, lleno todo el número doce de sábanas blancas en los muebles, prohibió el paso a cualquier mago, criatura o persona que quisiera entrar menos él. Y se marchó mirando a aquella casa como desaparecía ante el hechizo que la ocultaba a la vista.

Desapareció del mundo mágico, no volvió a pisar aquel mundo a excepción de la casa de aquellas dos personas que aquel último año se habían vuelto tan importante para él.

Cuando había llegado a su nuevo hogar respiró hondo y dejo que un par de lágrimas cayeran de sus ojos, aquello no iba a ser fácil. Se había obligado a guardar cualquier recuerdo de sus amigos en una caja con extensión y cerrada con un gran hechizo además de llave.

Su nueva casa era un ático con dos plantas, todo iluminado con grandes cristales como ventanas, lo que le había cautivado sin duda. La había elegido para cambiar de aires, ya que su última residencia era muy cerrada y sin luz casi. Esta por el contrario era todo iluminado y abierto, haciendo un comedor, cocina y salón separado únicamente por muebles, alguna columna o la barra de bar.

La segunda planta estaba dividida en dos grandes habitaciones con baños propios y un gran despacho con biblioteca y todo lo necesario. Lo justo que necesitaba.

Ese día retiró rápidamente las sábanas con un hechizo y con otro la limpio, para después pasárselo sumergido en la lectura evadiéndose la realidad.

Los días siguientes cambiaba de actividad, pero todo con el objetivo de distraerse, pero después de un tiempo decidió buscar un trabajo, se moría de aburrimiento todo el día en casa o en la calle recorriéndolas.

Realmente no tardó mucho en conseguirlo, nada más dos días buscándolo, toda una suerte, aunque pensaba que fue así por pura casualidad.

Estaba en su nueva librería favorita, había pasado toda la tarde buscando donde poder trabajar y no encontraba dónde, cuando de repente escuchó a la mujer mayor, que manejaba esa tienda hablar sola, hablar de algo que capto su completa atención.

-Yo ya no estoy para cargar tantos libros, necesito buscar a alguien. -Comentó para ella misma y yo en menos de dos minutos me acerqué a ella.

-Perdone, no he podido evitar escuchar que está buscando a alguien para ayudarla. -Le dije de manera muy educada y con una ligera sonrisa nerviosa.

-Si joven. -Le contestó con un brillo en los ojos.

-Mire, yo estoy buscando un trabajo para poder distraerme cuando no estoy estudiando. Si pensara en darme una oportunidad, se lo agradecería mucho. –No la iba a mentir, aquellos ojos verdes claros parecían que veían su alma y se sentía expuesto.

-Pues sería un placer que me echarás una mano.

Y después de aquel día planearon su horario y empezó a trabajar para ella.

Su nombre era Amada, una mujer viuda desde hacía un par de años y amante de su pequeña librería, aquella en la que había trabajado toda su vida junto a su pareja e hijos cuando necesitaban trabajo. Aunque ahora esos adolescentes empezando a trabajar se habían convertido en hombres muy ocupados en grandes cargos y sin tiempo para dedicarse al negocio de su madre.

Era de estatura media y complexión delgada, con unos ojos color verde cristalino, que combinaban con su ondulado, rubio y largo pelo, que muchas veces lo llevaba recogido en un moño gracias a un lápiz.

Siempre llevaba una sonrisa en el rostro y era la persona más cariñosa que jamás había visto, jamás la había oído decir una sola palabra de nadie, a pesar de que algunos clientes intentaron engañarla, pero su audacia hacía que nadie lo lograra.

Esa mujer se había convertido en alguien muy querido para él y su salvación a la soledad.

Su horario en ese tiempo era bastante completo, a primera hora se despertaba para desayunar en su salón y luego irse a casa de Draco y Severus, donde impartía sus clases hasta mediodía. Una vez comía se marchaba a la librería dónde pasaba el resto de la tarde, para luego volver a casa, cenar y hacer alguna cosa antes de dormir, pero esa era su jornada.

Los fines de semana variaba bastante, aunque los sábados siempre estaba en la librería, aquella que se había convertido en el lugar dónde pasaba más tiempo de lo que había pensado en un principio.

Claro que pese a todo muchas veces pensaba en sus dos grandes amores y que estarían haciendo, los echaba de menos, pero no se arrepentía de irse. Sabía que ese tiempo había mejorado, no verlos había hecho que el dolor, aunque constante, fuera más llevadero y su corazón poco a poco se juntara e intentara de solucionar sus heridas.

Muchas noches lloraba, otras, luchaba contra sí mismo para no abrir dónde estaban todas las cosas que relacionaba con ellos y otras imaginaba estar con ellos hasta dormirse.

Aquella había sido su vida esos meses dónde había desaparecido sin decir nada a excepción de dos personas. Tiempo dónde había intentado pasar página en vano, dónde había empezado a descubrir de nuevo el mundo muggle y a sí mismo en el arte de las pociones y sus destrezas en ellas.

Si así seguía, no sabía tan si quiera si tenía ganas de volver al mundo mágico para sufrir, porque sabía que volver a ver a aquella pareja le dañaría mucho más que si se marchaba. Por ello un día dejó de prestar atención al tiempo y se dedicó a vivir. Vivir sin prestar atención a las horas o días, solamente disfrutando el momento y así sanándose poco a poco sin saberlo.

Así estaba, empezando con su segundo año de maestría cuando algo pasó, o más bien, alguien paso.

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Y aquí está el segundo capítulo de esta historia. Mañana publicaré el tercer capítulo y finalmente el 14, día de San Valentín acabaré esta hermosa historia.

Y sin nada más que decir.....

~Se despide la escritora de Hogwarts ~

𝑪𝒐𝒎𝒐 𝒅𝒆𝒃𝒆 𝒔𝒆𝒓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora