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Zubimendi

Tuve que apresurarme en ducharme y cambiarme antes de que mis compañeros finalizaran el entrenamiento, si no, no sabría cómo explicarles por qué me encontraba todo mojado sentado en el suelo del baño con la ropa puesta. Al final, y muy a mi pesar, tuve que terminarme la paja yo solo, y estaba cabreado, mucho, ¿por qué me había dejado con las ganas si estaba deseando hacer eso conmigo? No lo entendía, nunca lograría entender a Eric, pero se la tenía guardada.
Decidí irme andando a casa, aunque tuviera que tardar treinta minutos más que yendo en el autobús, pero en ese momento no me apetecía hablar con nadie. Me puse los auriculares con la música a tope y dejé que mis pies me guiaran hacia la villa deportiva, viendo el encantador atardecer japonés abriéndose frente mis ojos.
Pensaba en cualquier cosa, pero sobre todo en Eric y en cómo podría tomar venganza, ya que yo no era un experto en esos temas y temía que, de nuevo, me tuviera él a mí suplicándole por más, cuando se suponía que tenía que ser al revés.
Las canciones iban sonando y con cada una de ellas me iba imaginando un escenario diferente con él, algunos románticos, otros catastróficos, y finalmente llegaron los subidos de tono.
No me reconocía, pocas veces pensaba en esos temas, y mucho menos con un hombre. Sentía que no era yo, que me habían echado algo en el desayuno que me hacía tener el deseo sexual más alto de lo normal. Pero era incómodo, muy incómodo, sobre todo cuando me era imposible controlarme delante de él, ¿o es que acaso él era tan irresistible y solo me estaba dejando llevar por mis gustos ocultos? No lo sabía, y en el fondo no quería saber qué me pasaba, aunque probablemente me terminaría arrepintiendo de entregar mi corazón -y otra cosa más- a una persona que había estado días acosándome descaradamente hasta conseguir su cometido.
Estaba hechizado, era eso, seguro que sí, o quizás mi cabeza, de tanto que había insistido el chico, me obligó a caer rendido a sus pies.

Después de darle vueltas al asunto en mi cabeza, casi llorando de la confusión que me generaba de repente dudar de mi orientación sexual, me paré enfrente de la puerta de mi apartamento. Mis compañeros ya habían llegado, y es que al final, de lo lento que había caminado intentando retrasar lo inevitable, llegué mucho más tarde de lo esperado.
Suspiré triste y di media vuelta, dirigiéndome al apartamento de Merino; no sabría cómo mirar a Eric a la cara en ese momento, probablemente él se descojonaría de mí por dejarme temblando y ansioso en el baño.
Toqué varias veces la puerta de mis compañeros, nervioso, hasta que Mikel abrió, y nada más ver mi cara, su expresión, anteriormente risueña, cambió por completo.

— Zubi, ¿estás bien? —preguntó preocupado, posando su mano sobre uno de mis hombros, los cuales encogí para responder ante su pregunta.— ven, pasa. —dijo, agarrándome por un brazo para meterme en casa.— Los demás no están, se han ido a jugar al futbolín a la sala común, pero yo quería descansar. —explicó nada más notar que yo no dejaba de mirar para todos lados, inspeccionando el apartamento.—

Yo seguía sin decir una sola palabra, tiré la mochila en el suelo sin cuidado alguno y me senté en una de las sillas de la cocina, apoyando mi mejilla contra la mesa, pestañeando varias veces para evitar llorar delante de mi amigo y compañero de equipo.
Se sentó a mi lado, mirándome, acariciando mi pelo con cuidado de que no se me metiera el flequillo en los ojos.
Tragué saliva con dificultad, el nudo que tenía en la garganta estaba a punto de deshacerse en forma de lágrimas, pero me negaba a verme tan vulnerable delante suya, sobre todo porque todavía no tenía ni idea de qué contarle, y era más que obvio que algo me pasaba.

— Venga, Martín, sabes que me puedo pasar toda la tarde acariciándote el pelo esperando a que digas algo. —sonrió para intentar tranquilizarme y bajó su mano hasta la única mejilla que tenía a la vista, pasando sus dedos delicadamente por esta, algo que me hizo cerrar los ojos para poder disfrutar de una de las pocas muestras de afecto que había sentido esos días en Japón.—

𝐰𝐢𝐬𝐡 𝐲𝐨𝐮 𝐰𝐞𝐫𝐞 𝐬𝐨𝐛𝐞𝐫 : sefutbol. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora