Capítulo 4: Sentimientos raros

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Me desperté, miré abajo y vi el brazo de Dash alrededor de mi cintura y, lo cierto es que no me molestó, es más, estaba muy a gusto. Por la forma en que me sujetaba hizo que me sintiera protegida y que ruborizara.

Intenté quitar el brazo de Dash para ir al baño, pero él me agarraba aún más fuerte. Se despertó al moverme tanto. Me miró y rápidamente quitó el brazo de mi cintura.

-L-lo siento no que-quería... -dijo disculpándose avergonzado-.

-No pasa nada. -respondí sonriéndole-.

Me echa una sonrisa maliciosa y arquea una ceja.

-Bueno, yo me voy a la ducha.

-Vale. -me sonríe con una sonrisa pícara.

Entro al baño, me desvisto y entro en la ducha. Me estaba duchando con agua fría ya que no había caliente. Me gustaba, mmm... Debería ducharme con agua fría más a menudo.

Después de 15 minutos salgo y veo que no hay ninguna toalla. ¡DIOS! ¿Cómo no me habré dado cuenta? Seré tonta. Mierda, mierda y mierda. Por eso sonreía de esa manera tan pervertida. Idiota.

-¡DASH!

-¿Qué pasa, princesita?

¿Princesita? ¿Me acaba de llamar princesita?

-No tengo toalla, ¿me puedes traer una?

-Claro, ¿puedo entrar?

-¡NI SE TE OCURRA!

Menos mal que tenía echado el pestillo, que sino ya habría entrado hace mucho. La pregunta importante es: ¿por qué querría entrar? Miles de respuestas se cruzaron por mi mente y ninguna tenía sentido.

-¿Por qué no? -preguntó.

Madre mía este chico estaba realmente loco.

-¿Como que "por qué no"? Te acabo de conocer y no permitiré que me veas tan faltada de ropa. -le respondí- ¿Y ahora por favor, me das la toalla? No me quiero resfriar.

-Nunca permitiré que te pongas mala. -al oír el comentario me puse roja- Pero por lo menos entreabre la puerta para darte la toalla.

-Vale.

Y eso fue lo que hice, le di las gracias. Empecé a secarme el cuerpo y me di cuenta de otro problema; no tenía ropa limpia. Toda estaba en la otra casa. Así que, con toda la vergüenza del mundo, me dispuse a salir del baño y a entrar en "nuestro" dormitorio.

Y por mi buenísima suerte él estaba sentado en el borde de la cama. Y cuando me vio se quedó mirándome atentamente de arriba a abajo. Me puse de siete tonos diferentes de color escarlata. Estaba solo cubierta por una toalla. Y él ya estaba vestido como una persona normal; con una camiseta negra, unos vaqueros y unas vans negras.

-D-daf-dafne. -estaba tartamudeando.

-D-d-ash. -y yo también,

-Hola. -dijo recuperando la compostura.

-Hola. -dije al fin recuperando la regularidad de mi respiración- Emm... No... Tengo... Ropa limpia.

-A bueno, te puedo dar una camiseta y unos boxers. Claro, si quieres.

¿En serio ha dicho que me iba a prestar ropa interior suya? Creo me voy a desmayar. Lo miré fijamente durante unos segundos.

-Vale. -dije con un hilo de voz.

-Mira, aquí están. -me entregó unos boxers negros que decían Calvin Klein y una camiseta blanca de The Rolling Stones- Si te parece vamos después de comer a comprarte ropa. -dijo sonriéndome amablemente.

-Muchas gracias.

Me adentré en el baño, me puse los boxers de Dash, que por cierto me quedaban muy bien, y la camiseta que me dio y los vaqueros que llevaba ayer. Me peiné un poco, pero seguía pareciendo una bruja así que me hice una coleta.

Salí y fui a la cocina y me encontré a Dash haciendo el desayuno. Cuando percibió mi presencia me miró y me fulminó con la mirada.

-¿Por qué te has puesto los vaqueros? -me sorprendió esa pregunta suya. ¿A qué venía eso?

-¿Perdona?

-Ya me has oído.

-¿Por qué te molesta tanto que lleve puestos mis vaqueros? -le pregunté con una sonrisa pícara.

-Si llevas puestos mis boxers -dijo haciendo énfasis en mis- depende de mi si puedes ponerte vaqueros o no.

-¿Y eso por qué? -aún seguía sorprendida por lo que dijo.

-Ay, pequeña Dafne. Llevas puestos mis boxers y prácticamente eres de mi propiedad. -dijo con una sonrisa maliciosa. Sí, llevo sus boxers pero eso no significa que pueda hacer conmigo lo que quisiera.

-¿A sí?

-Sí.

Hablaba en serio, dios mío.

-Creo que me los quedaré. Me quedan muy bien.

-Todo tuyos.

* * *

Todo el desayuno no paraba de mirarme, y cada dos por tres me ponía aún más roja.

-¿Por qué te pones tan roja? -y yo me puse mucho más roja- ¿Me vas a responder?

-Uh... Es que... No sé... -dije meneando la cabeza de un lado a otro.

-Hmm... Pues no pares de hacerlo, me gusta saber que tenga ese efecto sobre ti cuando te estoy mirando. -no me lo creo. Le gusta que me sonroje. Levanté mi cabeza e inconscientmente empecé a morder mi labio inferior- También me gusta eso. -dijo sonriendo de lado. Creo que me voy a desmayar. Realmente estaba pasando. Mariposas en mi estómago, por todo mi estómago estaban revoloteando haciéndome cosquillas por todo el cuerpo.

-Ehem... ¿Qué querías decir con que soy de tu propiedad? -pregunté nerviosa mirando mis manos.

-Creí que lo dejé claro. Eres MÍA. Ya he marcado territorio cuando te pusiste mis boxers.

Oh...

-¿Y por qué yo?

-Porque... -dijo pasándose la mano por su cabello, y después alarga el brazo para tocar mi mejilla. No podía describir la sensación que tuvo en mi al tocarme. Realmente estaba enamorada de él.- Ah... No te lo puedo explicar ahora.

-Vale. -me limité a responder. Pero tenía un montón de preguntas.

El desconocidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora