Tres

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Era bonito. Con los ojos cerrados era bonito. Con los ojos abiertos era bonito. Con baba en la boca era bonito. Su voz era bonita. Su olor era embriagante. Su cuerpo era suave y muy bonito. El omega que tenía en su cama era muy bonito. Tanto que su corazón se le saldría del pecho.

Lo había visto dormir cada día, preocupado por si le pasaba algo. Cuando lo trajo hasta su hogar lo primero que hizo fue llevarlo con la bruja de la manada, era también la doctora local. Lo único que descubrió fue que el omega necesitaba descansar mucho, y eso hizo. Lo dejó en su cama, la cama más cómoda que había en la montaña, para que durmiera bien.

Luego cuando fue a verlo el siguiente día y lo encontró llorando en sus sueños no dudó en consolarlo. Lo sostuvo con su cuerpo y lo mecía, tanto tiempo lo hizo que cuando tuvo que irse a cazar el omega volvió a llorar. Al final puso algunas de sus ropas sin lavar a su alrededor, así no lloraría.

El tercer día se quedó más tiempo. Solo lo miraba en el día, pues decidió que dormir junto a él sería imprudente. Pero cuando el omega lo sostuvo de la mano no se pudo ir. Sólo esa noche durmió junto a él.

Ya al cuarto empezó a alterarse, preguntas como ¿por qué no despertaba? o ¿por qué le importaba tanto? se pasaban por su cabeza. Entendió que ese omega era su destinado y que tendría que cuidarlo muy bien.

Las personas de la manda estaban perplejos. Su alfa al fin se comportaba más educado, había alcanzó otro nivel de madurez. Definitivamente cuando el omega despertara le darían sus agradecimientos.

Por todo eso que cuando se entero que había despertado y que se quería ir no lo dejó. Normalmente no me habría importado, pero esa semana, estando a su lado, cuidándolo y sintiendo su calor, no se lo permitió.

Ahora lo tenía en sus brazos, durmiendo. Se veía muy tranquilo y bonito, tenía los labios entre abiertos y un poco de baba salía de estos. Quería besarlo, tal vez lo haría. Si lo haría.

Se acercó con cuidado de no hacer un solo ruido. Rozó sus labios con los contrarios, le causaba cosquillas, luego junto su boca y la apartó. Fue un beso corto, baboso, quería más, pero lo mejor era esperar.

Pensó en qué tal vez cuando despertara tendría hambre y se levantó para salir en busca de comida. Ya estaba en la puerta cuando escuchó su voz.

— ¿A donde vas?

Le preguntó. Estaba sentando en la cama y se frotaba un ojo, se notaba que estaba medio dormido. Volvió a acercarse a él y cuando se sentó en la cama le besó la frente.

— A buscarte comida ¿no tienes hambre?

— Si tengo hambre

— Entonces iré...

— Pero no quiero que me dejes

Lloriqueó y se tiró en su pecho. Ahí estaba cómodo y seguro. El alfa acarició su cabello con sumo cuidado, él era un brusco y temía hacerle daño. Ahora que recordaba ya lo había insultado antes, rayos, ¿por qué no podía controlar su bocota?

Se quedaron un rato así hasta que una idea se pasó por la cabeza del alfa.

— Acompáñame.

El omega levantó la cabeza, el alfa lo miraba fijamente. Asintió sin decir nada. Y luego ambos se levantaron.

Después de un rato llegaron a algo así como un comedor. Un montón de personas los veían curiosos, por un momento el omega se asustó, pero el alfa le dio a entender que todo estaba bien. Le explico que esa era su manada, ahora la suya también.

Comieron tranquilos y luego de recorrer más la zona fueron a bañarse. El omega lo necesitaba, y el alfa no se quería separar de su lado.

Estaban juntos en la tina, uno encima del otro.

— ¿Por qué me recogiste?

Preguntó tímidamente.

— No lo sé. Tal vez inconscientemente sabía que eras mío.

Dijo y lo abrazó desde atrás. El contrario rió y se dejó hacer. Lo llenaba de besitos en los cachetes.

Cuando terminaron volvieron a la habitación. Pero el omega no podía dormir. Se quedaron hablando toda la noche, conociéndose.

— ¿Tus padres?

— Fallecieron hace unos años. ¿Los tuyos?

— Viven lejos. Me mudé apenas pude.

— ¿Con cuántos alfas haz estado?

El omega soltó una carcajada — ¿Qué clase de pregunta es esa?

— Sólo responde

— Con ninguno

— Eso me alegra. Tu también eres mi primero.

— Primero ¿qué?

— Primero todo

Se miraron y sonrieron. Describir la felicidad que sentían era imposible. El omega agarró la mano del alfa y la entrelazó con la suya.

— Cuando tenga mi celo ¿vas a tomarme?

— Sin dudarlo

— Bien. Quiero ser tuyo

— Lo serás, y yo seré tuyo.

Se acercaron más al otro y con una sonrisa en la cara se quedaron dormidos.

Se acercaron más al otro y con una sonrisa en la cara se quedaron dormidos

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