— ¿Pasa algo? —dice Kaeya, separando sus labios de los de Jean.
La rubia tenía la mirada seria, un tanto melancólica y distante. Cada que cruzaban miradas, Jean era la primera en observar hacia otro lado, casi siempre al suelo. Kaeya sabía que algo estaba mal, pero tenía miedo de preguntar. Aun así decidió hacerlo, pues su curiosidad siempre era más grande que sus miedos.
— Kaeya... perdóname.
El hombre estaba confundido.
— ¿A qué te refieres?
Jean bajó la cabeza, evitando mirar al moreno.
— Jeanie... querida, ¿qué pasa? —El peliazul levantó suavemente el rostro de la rubia, apoyando los dedos en su mentón.
Una lágrima escapó de los ojos celestes de Jean, y, por primera vez en semanas, las miradas de ambos se conectaron.
— Creo que lo nuestro debe terminar.
Kaeya sintió un vacío en el pecho, pero dejó ir una risa nerviosa.
— ¿Jeanie? Es otra de tus bromas, ¿verdad? Ja, ja...
— No es broma.
La sonrisa de Kaeya se desvaneció lentamente. De repente, el pecho le apretaba, y no tenía el aire suficiente para respirar. La garganta le dolía y los ojos le ardían. Y por alguna razón, sus manos temblaban un poco, y su cuerpo no respondía.
Estaba estático, sin poder ver nada más que a aquella rubia que le había roto el corazón.
Retiró su mano del mentón de Jean, y se alejó unos cuantos pasos.
— Pero... ¿Por qué? —preguntó el peliazul, con la voz rota— No lo entiendo, todo estaba bien...
— Lo siento mucho, Kaeya. Es solo que... ya no me siento igual que antes.
«No lo digas, por favor. No lo digas...»
— Yo ya no te amo.
Kaeya se mordió el labio para no llorar.
No podía llorar frente a ella, no quería que lo viera de esa forma.
Apartó sus ojos de Jean, y se concentró en la puerta. Si no la veía, tal vez no le dolería tanto, se dijo.
— Perdóname, por favor. Jamás quise lastimarte —Jean se sentía como la peor persona del mundo, y un nudo comenzó a formarse en su garganta—. Simplemente, me enamoré de alguien más, y... no quería seguir ocultándotelo.
El silencio llenó la habitación. Se escuchaban unos cuantos sollozos, pero después de un breve momento, fueron bajando de volumen. Kaeya se limpió las lágrimas, y volteó de nuevo a donde Jean.
— Está bien, Jean. Supongo que lo nuestro duró lo que tenía que durar, ¿no? —El peliazul le ofreció una sonrisa a la rubia, pero de lejos se notaba que era una sonrisa llena de tristeza—. Espero que... seas feliz. Con o sin mí.
Jean se acercó y abrazó al moreno, aferrándose por última vez.
— No importa cuánto tiempo pase, siempre te tendré cariño. ¿Lo sabes, verdad? Aun si no estamos juntos, eres una persona muy importante para mí. Me duele verte así, y lo siento, lo siento tanto...
— Hey, ya te dije que está bien. No te preocupes por mí, yo... estaré bien, lo prometo.
La rubia se separó del abrazo, sintiendo una mezcla de alivio y melancolía.
— ¿Seguro?
— Claro. Estamos hablando de mí, ¿recuerdas?
Jean rio un poco.
— Gracias por todo, Kaeya.
— Gracias a ti, Jean.
La rubia suspiró.
— Bueno, creo que ya debo irme.
— Claro, eh... Ve con cuidado.
— Tú también, cuídate.
Y sin decir otra palabra más, Jean salió de la habitación.
Kaeya dejó ir una risa que poco a poco se convirtió en llanto, y no pudo contenerse más. Lloró hasta que la cabeza le dolió, y se quedó dormido.
Ya habían pasado varios meses desde aquel día, y aunque no había sido fácil volver todo a como era antes, Kaeya lentamente fue recuperándose, ordenando su vida de nuevo.
La vida daba muchas vueltas, y la gente iba y venía a su antojo. Pero en uno de tantos días, había entablado conversación con el jefe alquimista de los Caballeros. El misterioso Albedo, que siempre era bastante reservado, se había dignado a dirigirle la palabra. Resulta que el moreno había llamado la atención del alquimista, pero no se había atrevido a acercarse, o simplemente se le olvidaba hacerlo.
Sus conversaciones podían durar horas y horas, y Kaeya estaba sorprendido de que tuvieran tantos temas en común.
Fueron conociéndose más y más, y, sin darse cuenta, Kaeya había caído en los encantos de Albedo. Ya llevaban 3 meses juntos, y la vida se había vuelto más pacífica con él a su lado. No podía pedir más, pues sentía que ya lo tenía todo.
De vez en cuando se topaba a Jean en las oficinas, y el ambiente entre ambos era menos tenso. Por una parte, se sentía un poco extraño, pero estaba seguro de que ese sentimiento iría desapareciendo con el tiempo. Además, aquello era tema del pasado. Ahora Jean estaba con Lisa, y le hacía feliz saber que la rubia estaba bien.
Revisó el reloj en su oficina. Ya casi terminaba su jornada.
«Tal vez debería llevar a Albedo a cenar», pensó, saliendo del edificio.
![](https://img.wattpad.com/cover/301643111-288-k793579.jpg)
ESTÁS LEYENDO
De los finales, los comienzos y otras cosas
Fanfiction"- Jeanie... querida, ¿qué pasa?" "- Creo que lo nuestro debe terminar." Mini Fic. Portada hecha por mí!