I: Nuestras Horas Más Oscuras

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Aquella noche, había sido uno de los mayores desastres que habían vivido hasta el momento los Madrigal en las últimas dos generaciones. El alegre y cálido ambiente festivo, de la celebración de aquella noche, lleno de luz, color, música y risas; olor a flores y buena comida en el aire; rebosante de esperanza y encanto,... Ahora era solo oscuridad, frío y silencio.

La gran noche de Mirabel, en la que recibiría su regalo, su don, no había resultado como esperaban, la puerta de Mirabel se desvaneció ante las miradas de de todos los presentes y la pobre niña no recibió ningún don mágico. Así, la fiesta terminó antes de lo previsto.

A la mañana siguiente, la pequeña no salió de su habitación, ni siquiera cuando sus primos la llamaron para desayunar diciendo que luego irían a jugar al río. Preocupada, su mamá Julieta fue a ver qué sucedía y entró en la habitación de Maribel mientras los demás preparaban la mesa.

Dolores llevaba unos platos cuando se detuvo de pronto y casi los estrella contra el suelo, por suerte su padre pudo agarrarlos a tiempo, los dejó un la mesa y se agachó justo a la niña que seguía allí tiesa y con la cabeza un poco inclinada, como si escuchase algo.

-Cielito ¿Estás bien? ¿Hay mucho ruido? ¿Quieres que los mande a callar a todos?

Ella respondió negando con la cabeza muy seria, su mirada era cada vez más confundida y preocupada.

-Pasa algo con Mirabel - respondió y todos a su alrededor callaron - Tía Julieta no la encuentra, la oigo llamarla y buscarla, pero... no oigo a Mirabel.

Antes de que terminase la frase, Agustín ya había dejado todo lo que estaba haciendo y se dirigía, corriendo por los pasillos, a la habitación de su hija, solo, para descubrir a su mujer de rodillas en el suelo, mirando debajo de la cama. Los armarios estaban abiertos, las cortinas descorridas, parecía como si la hubiese estado buscando debajo de las piedras. Al ver una sombra en la puerta, Julieta se giró y al ver a su marido se puso enseguida en pie acercándose a él.

-Por favor, dime que has visto a Mirabel - suplicó ella agarrándolo por los hombros.

-No - negó él con la cabeza.

Ella rompió a llorar entre sus brazos, ocultando el rostro contra su pecho. Temblaba un poco y Agustín trató de calmarla, normalmente era tan tranquila y paciente que verla en ese estado lo preocupaba.

-¿Qué ha pasado? - le preguntó él.

-Nadie ha visto a Mirabel desde anoche, pensé que estaría en su habitación, pero no la encuentro. - respondió aún entre lágrimas - la he buscado en cada rincón de la habitación, por toda la casa y de nuevo vine a revisar su cuarto, pero no hay ni rastro de ella... anoche estaba tan triste ¿y si se escapó?

Un trueno llamó la atención de ambos y al girarse vieron al resto de la familia observando, Pepa tenía una nube sobre su cabeza que no tardó en comenzar a descargar lluvia, todos observaban preocupados y el pequeño Camilo dio un paso hacia delante acercándose a su tía y tomó su mano.

-Yo te ayudo a buscarla - dijo el niño.

-Y nosotros - añadió Pepa.

El resto asintieron y Julieta sonrió orgullosa de su familia.

-Gracias.

-Podemos dividirnos - ofreció Félix.

-De acuerdo - tomó el mando Pepa y su nube tronó con decisión antes de que ella la hiciera desaparecer con las manos - Luisa e Isabela busquen en el pueblo, Feliz y Dolores revisen los bosques de los alrededores de la casa, no puede haber ido muy lejos - a medida que daba órdenes los demás obedecían y se marchaban de inmediato - Avisaré a la abuela también, Camilo y yo miraremos de nuevo por toda la casa. Tú, Agustín, quédate con Julieta aquí, por si Mirabel regresa.

Esperando un MilagroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora